Navarra, piso piloto

SANTIAGO GONZÁLEZ-EL MUNDO

La sororidad era un águila bicéfala en las dos vicepresidentas que nos tenía preparadas el Ejecutivo de coalición: Carmen Calvo e Irene Montero. ¿Cómo ser pesimistas ante un Gobierno negociado y pactado por Ni-niLastra y Echeminga Dominga? Era conmovedor oír a la portavoz del PSOE explicar la falta de cualificación de la tropa podemita por inexperiencia en la gestión de las cosas de Gobierno. No como ellos.

Alguna vez había apuntado que Pablo Iglesias está muy sobrevalorado intelectualmente, justo al contrario que el doctor Sánchez, a quien todo el mundo valora en su justa medida, salvo quizá Begoña Gómez y los más acérrimos de los suyos. La rara estrategia seguida por el candidato Sánchez durante los tres meses que han pasado desde el 28 de abril, debe llevarnos también a preguntarnos por el nivel de sus asesores. ¿Quién aconsejó a Pedro el veto a Pablo como ministro? En primera instancia se comprende, pero sólo en primera instancia. Si se piensa durante cinco minutos más se debe llegar a la conclusión de que sería tanto como regalarle al mismo tiempo el poder y la oposición.

Si Iván Redondo fuese como Robert McNamara le habría hecho a Pedro Sánchez la sabia advertencia del secretario de Defensa a Lyndon Johnson cuando éste le preguntó qué debería hacer con Edgar Hoover: «Es mejor tener al indio dentro de la tienda meando hacia fuera que dejarlo fuera meando para dentro».

La segunda investidura fallida de Pedro Sánchez va a salirle cara a su socio preferente. Iglesias tiene su responsabilidad en el fiasco, aunque no toda. Sánchez se empeñó en una estrategia que no podía ser y además era imposible: pedir la abstención del PP y Ciudadanos para gobernar con pacto y programa de Podemos. ¿Quién podría sostener razonablemente que el Gobierno de coalición de la sororidad era una urgencia para España? Sería pisar el acelerador en la cuesta abajo con esas dos vicepresidentas Frónkonstin que cada vez que hablan hacen relinchar a los caballos como si oyeran decir «frau Blücher» en la película de Mel Brooks.

En la sororidad feminista hay más mujeres. Está Cristina Narbona, que junto a Calvo, da por sentenciada la coalición con UP y dice que hay que explorar otras vías. Pero la abstención del PP y Cs no es posible. ¿Quién en su sano juicio apoyaría, aun con la abstención, la presidencia de una acabada mediocridad como Pedro Sánchez? El que aceptara renunciaría en favor del otro a la primogenitura de la oposición, aunque la gentil Arrimadas considera que la semana pasada se sustanció una investidura en el Congreso: la de Rivera como jefe de la oposición. Hay otra vía: considerar que Sánchez ha fracasado repetidamente en el empeño, que el Rey pase el encargo al jefe de la oposición en funciones (que no es Rivera) y que Casado ensaye la investidura con el apoyo de Ciudadanos y la abstención del PSOE.

Sánchez se ha contradicho en Navarra, piso piloto del sanchismo, donde va a coronar a María Chivite con Geroa Bai, I-E, Podemos y la complicidad pasiva de EH Bildu, que apuesta por facilitar la jugada a María Chivite para condicionarla. La tía de la peineta deja en manos nacionalistas el manejo de la política lingüística en Navarra, la Memoria Histórica y la relación con las víctimas del terrorismo. Como si se hiciera la peineta a sí misma. Los socialistas navarros echarán de menos los buenos viejos tiempos de Urralburu y Otano, todo es empeorable.