Los diez minutos de Feijóo vinieron a dejar sentado que no había color entre el candidato y cualquiera de sus replicantes, por no hablar del propio Sánchez que se había descartado a sí mismo. El candidato a su investidura fallida desbarató la acusación de los sanchistas sobre su intención de fomentar el transfuguismo: “Yo les pido a ustedes que no sean tránsfugas de sus votantes, de sus principios y que no sean tránsfugas de la transición española”.
Pedro Sánchez volvió a delegar en el macarra de Valladolid para representarlo, lo cual es toda una declaración de principios, especialmente después del número que montó en el tren a otro viajero que lo calificó de ‘chulo’. Quiso apearlo y retrasó tres cuartos de hora la salida de la estación de Valladolid.
Luego, en el atril, volvió a lo que solía, acusando a Feijóo de ‘utilizar a la Corona para coronarse líder de su partido’. Aquí subrayaba sus carencias, al creer que es el candidato el que impone al jefe del Estado su designación y no al revés. Felipe VI cumplió su tarea irreprochablemente: designó al candidato que mostró 172 apoyos confirmados, mientras los presuntos apoyos de Sánchez no han manifestado su intención y se han negado a despachar con él. Con decir que Cuca Gamarra casi me pareció brillante al recordarle los resultados de las tres investiduras de Pedro Sánchez: la de 2016, que perdió en su segunda votación con 131 escaños a favor y 219 votos en contra; la de 2019, con 124 síes, 154 noes y 67 abstenciones y la de 2020 que sacó en segunda votación con 167 votos afirmativos, 165 negativos y 18 abstenciones. Feijóo tuvo cinco apoyos más. En realidad fueron seis, con el voto equivocado de Eduard Pujol que votó sí para luego desdecirse. Este es el mismo tipo que se quejaba de que cuando iba a Madrid le perseguía en patinete un señor maduro por la calle Princesa.
El discapacitado de Teruel votó ayer con un ‘no’ estentóreo que hizo romper en un aplauso cerrado a sus compañeros de bancada al comprobar que en esta ocasión había acertado. Tengo dicho por la radio en1986, que parea no equivocarse al votar la investud que los socialistas deberían tomar ejemplo de quel vecino de escaño que tenía Zapatero en la segunda investidura de Felipe y que había recortado una cuartilla en la que escribió un ‘SÍ’ mayúsculo para no equivocarse en el sentido de su voto. La presidenta del Congreso declaró nulo el voto de Pujol con la misma desfachatez con la que admitió la corrección de Herminio Sancho que también había votado ‘sí’ a Feijóo. Los únicos tontos que no pueden corregir el voto son los del PP, pongamos que hablo de Alberto Casero. Quién nos lo iba a decir, Meritxel tenía razón frente a la dipsómana de Palma.
Mientras, ERC y Junts se ponían de acuerdo por vez primera al exigirle a Sánchez las dos pagas que quieren para votar su investidura: la amnistía y el derecho de autodeterminación. El PSOE ha dicho que así no, pero habrá que verlo. Unos y otros mienten aunque no lo necesiten.