A medida que pasan los días desde que se aprobó la Ley del solo sí es sí, aumentan los recursos de los condenados por delitos contra la libertad sexual y, de momento, aumentan las resoluciones de los jueces de uno y otro sexo en favor de rebajarles la pena. Sin saber en qué quedará este lío hay que señalar la extraordinaria entereza con que la ministra de Igualdad afronta un trance que en un país normal debería haber dado con sus huesos en el paro. Pero no ha sido así. Irene Montero acudió el jueves al Senado a codearse con gente principal: el presidente del CGPJ, el fiscal general del Estado, el presidente del Senado y el juez Marlasca en comisión de servicio en el Gobierno sanchista. Y ya puesta, volvió a denigrar a la judicatura. Ella sale en la foto muy ufana y no me extraña. Es normal que ellos estén más contritos, al carecer de estudios en perspectiva de género y no comprender el intríngulis de su prosa jurídica. Y aún tiene en espera la ley trans.

Sin embargo, no es raro que su ley abarate las penas a violadores y otras especies afines. La política de la izquierda tiende a ser benevolente con esa tropa. Recuerden la soledad en que sumió Podemos al padre de Diana Quer al negar la prisión permanente revisable para el Chicle, nombre artístico del violador y asesino de su hija.

Es preciso recordar que antes, la doctrina Parot, ideada por Zapatero y aquel secuaz que colocó en el Tribunal de Estrasburgo para excarcelar terroristas, Luis López Guerra, tuvo el efecto añadido de poner en libertad a varios violadores. El primero en salir a la calle fue Antonio García Carbonell, multirreincidente, aunque la ministra Robles, entonces magistrada, condenó en su lugar a Ahmed Toummohui, un marroquí de gran parecido con Carbonell, sin considerar las pruebas de ADN. También fueron liberados el violador del ascensor, el del estilete, el del portal. Al cabo de no mucho tiempo fueron detenidos por reincidir.

El presidente apoyó a su ministra desde Bali, mientras su portavoz y la vicesecretaria general del PSOE la contradecían. Yolanda Díaz se ponía de perfil, con gran cabreo de Iglesias que la puso ahí, y hasta el juez podemita, Juan Pedro Yllanes, se le ponía en contra. Siempre he dicho (y escrito) que Pedro Sánchez emputece todo lo que toca. Él espera que el Supremo unifique criterios para evitar  la rebaja de las condenas, pero no parece que se pueda hacer nada para zurcir el descosido. Un cambio en la ley solo serviría para quienes delincan de ahora en adelante, pero en contra de lo que sostiene Patxi portavoz no puede surtir efectos retroactivos contra los penados (Art. 9.3 de la C.E.)

Los desastres nunca vienen solos. Otro ministro en zozobra que cuenta con el apoyo de Sánchez es Marlasca, que ha mentido al explicar lo de Melilla. Va a comparecer en el Congreso el próximo día 30, pero el Gobierno se ha negado a remitir los videos que muestran la verdad verdadera de lo que pasó en Melilla y ofrecen a los parlamentarios pasar por Moncloa para verlos allí.

Sigue el proceso para la reforma de la sedición y la malversación que vendrá después, la RAE ha descalificado la nueva selectividad por reducir contenidos en lengua y literatura y descalificar la reflexión y la argumentación, pero algo hay que hacer para que tropa como esta, empezando por la ministra de Educación pueda llegar al Consejo de Ministros. Y en medio de todo este carajal, José Félix Tezanos amaña un CIS que gana el PSOE con cinco puntos y medio de ventaja sobre el PP. Así está el tema.