Islamofobias

La página web de la recién fundada Casa Árabe subraya una dimensión militante contra sionistas e islamófobos, y el ministro Moratinos amenaza con un Congreso en Córdoba sobre «islamofobia». Es la casa oscura de la Alianza de las Civilizaciones, tal y como se entiende aquí.

La alusión al «aumento de la islamofobia en Europa» ha llegado a convertirse en un tópico políticamente correcto, de uso compartido entre enemigos del racismo, progresistas de viejo cuño, políticos del mundo árabe que manifiestan sus quejas contra Europa y, last but not least, simpatizantes del islamismo, que es algo bien diferente del islam. Aun abundando en dicha postura, dos publicaciones recientes del Centro Europeo sobre el Racismo y la Xenofobia hacen posible una discusión más rigurosa del tema, a pesar de los dudosos enfoques con que abordan alguno de los temas polémicos, como el del velo: Musulmanes en la Unión Europea. Discriminación e islamofobia, y el aún más sugestivo Percepciones de discriminación e islamofobia. Voces de miembros de las comunidades musulmanas en la Unión Europea (pueden ser consultados en eumc.europa.eu).

El término «islamofobia» es polémico, tal vez necesario, pero de contornos imprecisos, y susceptible de ser utilizado como arma arrojadiza por el islamismo y sus simpatizantes. Pensemos en que, surgido en torno a 1990, su uso se ha generalizado a partir de los atentados del 11-S, con la consiguiente sobrecarga emocional. Desde entonces viene designando dos cosas muy diferentes, con la primera sirviendo de coartada para la segunda. En efecto, los atentados de Al Qaeda descubrieron a los occidentales la existencia de una grave amenaza terrorista, cuya base doctrinal era y es la interpretación yihadista del islam. Éste es un hecho innegable, y nada tiene de extraño que como mínimo creciera la desconfianza hacia las minorías musulmanas, con lo cual, aspecto a tener en cuenta, el preexistente racismo antiárabe o maurófobo se veía considerablemente reforzado. Las fronteras pasan a ser confusas, según muestra el primer estudio citado: entre los hechos de violencia «islamófoba» reseñados no faltan los que pueden resumirse en el insulto «maldito moro», cosa diferente de la agresión o el insulto que sufre una mujer con velo por la calle. Hay que desglosar en todo momento: el rechazo de las gentes de un barrio a la construcción de una mezquita puede proceder de la «islamofobia», o simplemente del racismo, la citada maurofobia tan fuerte entre nosotros: sea una u otra la causa, la actitud es condenable; lo mismo no ocurre desde el ángulo del análisis.

Así entendida, y convenientemente acotada, la islamofobia se presenta en Europa como un fenómeno específico en el marco del racismo y de la xenofobia, consistente en la discriminación por la fe islámica. Los datos del informe son preocupantes, pero conviene tener en cuenta que el hecho no era analizado antes del 11-S. Paralelamente, la percepción subjetiva es valiosa cuando se apoya en datos comprobables; no tanto cuando puede esconder la pluralidad de causas de discriminación. Cabe aceptar, en todo caso, lo que propone un musulmán de Alemania: «Lo ocurrido el 11 de septiembre fue como un catalizador. Cosas que antes nunca se pensó en decir públicamente [sobre los musulmanes], se dicen públicamente ahora». La visibilidad de la fe islámica se ha hecho costosa en algunos lugares de Europa.

Otra cosa es el uso de la «islamofobia», en medios islamistas o afines, a modo de arma arrojadiza contra todo aquel que exprese una crítica hacia un aspecto de la doctrina o de la comunidad islámica, y en particular contra el que trate de indagar acerca de la vinculación entre islamismo y terrorismo. O que subraye la vertiente violenta de una parte del Corán y la Sunna. Desde este ángulo, el resultado no es otro que blindar a los sectores radicales contra cualquier mirada exterior y producir un verdadero dislate interpretativo. Recordemos las posiciones expresadas por la principal portavoz entre nosotros de esta tendencia tras el 11-S: 1) El atentado es condenable, pero en su declaración Bin Laden puso el dedo en la llaga de los problemas de Oriente Próximo; 2) No se opone a la cultura de Occidente, sino sólo a su política exterior; 3) Consecuencia: hablar de «terrorismo islámico» es signo de islamofobia. La página web de la recién fundada Casa Árabe subraya esa dimensión militante contra sionistas e islamófobos, y el ministro Moratinos amenaza con un Congreso en Córdoba sobre «islamofobia». Es la casa oscura de la Alianza de las Civilizaciones, tal y como es aquí entendida.

Antonio Elorza, EL PAÍS, 20/1/2007