El título de este artículo no es irónico, sino literal, y además no lo digo yo, sino el analista militar John Spencer.
Spencer no es tertuliano de La Sexta o presentador de La 1, pero sí profesor de guerrilla urbana en West Point, la academia militar estadounidense donde se forman las élites de la oficialidad del ejército americano. También ha servido como soldado de infantería durante 25 años y participado en dos campañas en Irak.
Spencer no es, a la vista está, un periodista español de esos que se han ganado a fuerza de bulos antisemitas una corresponsalía en Oriente Medio al servicio de Hamás, aunque menos da una piedra.
Fruto de esos tiros pegados por Spencer es el libro The Mini-Manual for the Urban Defender: A Guide to the Strategies and Tactics of Defending a City («El minimanual para el resistente urbano: una guía estratégica y táctica para defender una ciudad»), escrito a raíz de la invasión rusa de Ucrania en 2022 y que es considerado en el sector militar como la biblia de la guerrilla urbana.
El manual de Spencer se puede descargar en español y gratuitamente aquí.
***
Spencer ha publicado en la revista Newsweek un artículo interesante. Se titula Israel Has Created a New Standard for Urban Warfare. Why Will No One Admit It? («Israel ha creado un nuevo estándar para la guerra urbana. ¿Por qué nadie quiere admitirlo?»).
El texto ha generado un revuelo considerable, que es hoy la reacción por defecto frente a las obviedades.
Dice Spencer que ningún otro país se ha tomado nunca tantas molestias como Israel durante la actual campaña en Gaza para evitar bajas civiles. A costa, muy frecuentemente, de la seguridad de sus propios soldados.
Renunciando a la sorpresa y la rapidez, las dos herramientas elementales de la guerra urbana, Israel ha telegrafiado sus futuros movimientos, anunciado sus acciones e informado a los civiles palestinos, y por lo tanto a los terroristas y los líderes de Hamás, de cuáles iban a ser las zonas atacadas por sus soldados.
Lo ha hecho con panfletos, altavoces, mensajes de texto y mediante llamadas personales (70.000) y pregrabadas (más de quince millones). También ha repartido mapas militares entre los civiles. Mapas que con total seguridad habrán sido utilizados también por los terroristas de Hamás.
Israel ha informado a los civiles palestinos sobre las rutas de evacuación antes de cada ataque. También ha informado de los horarios de alto el fuego para que pudieran escapar con el menor riesgo posible para sus vidas. Incluso ha monitorizado con drones las rutas de evacuación de esos civiles para evitar posibles ataques por error.
250 soldados israelíes han muerto durante la actual campaña en Gaza, y es razonable suponer que al menos una parte de ellos lo han hecho por la pérdida del factor sorpresa provocada por ese esfuerzo de minimización de las bajas civiles.
***
Los esfuerzos de Israel no han evitado por completo las víctimas civiles, dice Spencer en su artículo. Algo por otro lado imposible cuando tu enemigo se oculta entre sus propios ciudadanos, les utiliza como escudos humanos, se refugia en túneles construidos bajo hospitales y escuelas, dispara cohetes desde zonas densamente pobladas y ataca a las tropas enemigas desde infraestructuras urbanas y vestido de civil.
Conviene recordar que Hamás no es un grupo terrorista «asentado» en Gaza, sino el gobierno de Gaza. Grupos terroristas palestinos hay varios, pero sólo Hamás ostenta la autoridad en la franja. A todos los efectos, Gaza es desde 2005 un Estado enemigo de Israel financiado por potencias y organismos extranjeros, y entre ellos la UE.
Quienes acusan a Israel de haber dado una respuesta desproporcionada al pogromo del 7 de octubre olvidan que ese ataque equivale a una declaración de guerra por parte de una autoridad legalmente constituida.
Quienes piden un Estado palestino están concediéndole a Hamás un asiento en la ONU.
Quienes piden un alto el fuego olvidan que eso era lo que había en Gaza el 6 de octubre de 2023 y lo que rompió Hamás el 7 de octubre.
Ninguna declaración sobre Israel tiene por tanto validez si no exige primero la devolución de todos los rehenes secuestrados y la rendición incondicional de Hamás. Cualquier otra exigencia a Israel debe ser posterior a esas dos condiciones.
***
Ninguno de los esfuerzos de Israel ha sido reconocido por la comunidad internacional, provocando la muy razonable crítica de los pragmáticos: si esos esfuerzos han permitido a los terroristas de Hamás reagruparse y huir de las zonas atacadas, pero no han evitado las ridículas acusaciones de genocidio por parte de gobiernos antisemitas como el irlandés, el sudafricano o el colombiano, ¿para qué tomarse la molestia?
Spencer da cifras en su artículo. Los avisos de Israel han permitido que el 85% de los civiles palestinos hayan escapado de las zonas atacadas. Una cifra consistente con el dato de que en cualquier guerra, aproximadamente el 10% de los civiles prefiere permanecer en su hogar a huir a zonas seguras.
De acuerdo con el New York Times, un diario no precisamente proisraelí, las bajas civiles se redujeron a la mitad en diciembre y cayeron aproximadamente dos tercios desde su pico, a principios de la campaña.
***
Spencer habla también de las cifras de bajas palestinas proporcionadas por Hamás. Cifras evidentemente falsas, pero que han sido aceptadas de forma acrítica por los medios occidentales: 31.000 muertos. Hamás afirma que todos esos muertos son civiles y en buena parte niños.
Es mentira, por supuesto.
El ataque al hospital de Al-Ahli del 17 de octubre, que se atribuyó de forma automática a Israel hasta que se supo que los responsables eran los propios terroristas islámicos, da una medida de la exageración de las cifras de muertos por parte palestina: primero se habló de 500 muertos e incluso de 1.000. Ahora se cifran los muertos en poco menos de una docena e incluso esa cifra parece una exageración (el cohete palestino cayó en el parking del hospital y apenas provocó un cráter de unos pocos centímetros de profundidad). La página de la Wikipedia dedicada a la «masacre» sigue sin embargo hablando de cientos de muertos.
La evidencia de que la matanza de Al Ahli no es más que un bulo, como lo han sido tantas otras noticias sobre tantas otras presuntas matanzas cometidas supuestamente por el ejército israelí, no ha impedido que cualquier información procedente de Hamás sea publicada hoy por la prensa con la salvaguarda de la coletilla «según fuentes palestinas».
Es decir, «sabemos que es mentira, pero lo publicamos igual porque nos gustaría que fuera cierto».
***
El ejército israelí habla de 13.000 combatientes palestinos muertos. De acuerdo con las cifras falsas proporcionadas por Hamás, la proporción de civiles muertos sería por tanto de 1,5:1 (18.000 civiles por 13.000 terroristas).
Una estimación más realista, dice Spencer, sería la de 1:1. Un civil muerto por cada terrorista eliminado.
La proporción habitual de civiles y combatientes muertos en un conflicto cualquiera es de 9:1 según la ONU y la UE. Suponiendo que en Gaza sea de 1:1, eso convierte la campaña de la franja en uno de los conflictos urbanos menos lesivos para los civiles de toda la historia.
Y el mérito, evidentemente, no es de Hamás, que ha hecho todo lo posible por aumentar esa proporción, sino de Israel, que ha hecho todo lo posible por minimizarla.
«Los que insisten en que Israel debería esforzarse todavía más por reducir las bajas de civiles (incluso hasta cero) deberían ser honestos y reconocer que su exigencia implica abandonar a los secuestrados en manos de Hamás y permitir a los terroristas sobrevivir a la guerra. La alternativa a la supervivencia de una nación no puede ser un sendero hacia la autodestrucción» dice Spencer, olvidando que eso es, precisamente, lo que una buena parte de la comunidad internacional desea: la autodestrucción de los judíos.
El problema no lo tiene por tanto Israel. El problema lo tendrá cualquier nación que en el futuro enfrente una guerra similar a la que hoy se libra en Gaza. Porque el baremo por el que se medirán sus acciones será el establecido por Israel en la actualidad.
Y ya veremos si los soldados de esas naciones están dispuestos, como los israelíes, a jugarse la vida por minimizar la posibilidad de que pierdan la suya los civiles de la nación enemiga. Ya les avanzo que no. Yo, desde luego, no aceptaría ese riesgo. Una guerra es una guerra y lo otro, toreo de salón para periodistas molientes.