Una de las tácticas más eficaces de Iván Redondo es la de dividir sus equipos de trabajo para que la maquinaría mediática y política socialista bombardee varias posiciones enemigas al mismo tiempo.
Piensen en esas Fuerzas Armadas de los Estados Unidos que hasta 2001 debían estar preparadas en todo momento para librar, y ganar, dos guerras de categoría mundial simultáneas, y que a partir del 11-S de ese año lo están para A) librar una guerra mundial, B) defenderse de un ataque en suelo americano y C) combatir en dos-tres guerras regionales simultáneas contra la insurgencia de tipo terrorista.
Eso, en el terreno de la estrategia política, es el ivanredondismo.
Recuerden con qué precisión machacó el ejército socialista las posiciones de Ciudadanos y Podemos simultáneamente, y con argumentos no ya contradictorios sino radicalmente incompatibles, durante la campaña electoral de noviembre de 2019 y sin que las costuras ideológicas del partido se resintieran en lo más mínimo.
Y todo ello en el marco de un relato mayor. El de la resistencia contra un supuesto renacimiento del fascismo. Fascismo que sólo existía en realidad en tres rincones de España: Cataluña, el País Vasco y la libreta de notas de Iván Redondo.
Frente al realismo de Ciudadanos, el ejército socialista golpeó con el ideal. Es decir, con la fantasía de una España unida, moderada, refractaria a la crispación, orgullosa de los derechos conquistados, respetuosa de la Constitución, amante de la diversidad y en dialogante armonía con las naciones catalana y vasca.
Frente al idealismo de Podemos, el socialismo golpeó con la realidad. Con la evidencia de la inexperiencia de Podemos, de su amateurismo, de su radicalismo, de sus afinidades sentimentales con las dictaduras narcobolivarianas, del desastre que supondría un gobierno de coalición con un partido aliado con el nacionalismo y cuyo objetivo es la destrucción de la democracia constitucional.
Frente a la irrupción de Vox, un partido capaz de captar voto abstencionista por la derecha y desequilibrar lo que el PSOE considera el equilibrio político ideal –33% PP, 33% PSOE y 33% nacionalismo, lo que le garantiza a España gobiernos socialistas para varios ciclos políticos–, Iván Redondo respondió con la emoción política más primaria. El miedo.
La exhumación de Franco no fue sólo un ardid propagandístico, como analizaron muchos de forma superficial, sino el perro Lucas del PSOE. Marketing político primario: en vez de explicar tus ideas con farragosas explicaciones políticas, busca un elemento visual que las simbolice y deja que el cerebro reptiliano del electorado haga el resto.
Eso fue el perro Lucas, sí, pero también la impresora y las esposas de Gabriel Rufián, el adoquín de Albert Rivera, las cartas de dimisión del director de TV3 que Inés Arrimadas lleva siempre encima o Cayetana Álvarez de Toledo desatando lazos amarillos por los pasillos de la cadena autonómica catalana.
En el caso de Iván Redondo, Franco saliendo de su tumba. Es decir, el renacimiento del zombi franquista. Pocas veces en la historia de la política moderna –yo no recuerdo un caso similar– habrá tenido un estratega electoral la posibilidad de incrustar su relato en la psique colectiva con una metáfora visual tan poderosa como la de la exhumación del mismo Satán.
La metáfora sólo falló en dos detalles menores. El hecho de que el exhumador de Satán fuera el mismo PSOE. Y la incomparecencia de esa masa de 5.000 o 6.000 franquistas nostálgicos que deberían haber intentado impedir con violencia el traslado de los restos de Franco.
Dos hechos que demostraban de forma flagrante la falsedad de la tesis original ivanredondista –vuelve el franquismo–, pero que en ese paraíso de la sal gorda que son las televisiones fueron obviados como quien ve llover.
El primero de ellos sirvió incluso para argumentar en sentido contrario al evidente: «Si PP y Ciudadanos no han desenterrado a Franco todavía, no es porque lo hayan relegado sin mayor trauma a ese rincón de la historia en el que sólo lloran unas pocas docenas de nostálgicos, sino porque pretenden mantener vivo su recuerdo».
La crisis actual es un nuevo ejemplo de libro de ivanredondismo aplicado. Las tácticas son más chapuceras e improvisadas que las explicadas en los párrafos anteriores porque la epidemia ha desarbolado por completo el relato vigente hace apenas un mes. Pero las guerras simultáneas están ahí, a poco que uno se moleste en buscarlas.
Es la campaña contra Isabel Díaz Ayuso a cuenta del trato con las empresas Telepizza y Rodilla para atender a los 11.500 alumnos con beca comedor pertenecientes a familias perceptoras de la renta mínima de inserción.
De nuevo una medida realista, en el sentido de «posible», a la que el ivanredondismo ha opuesto el ideal: menús saludables al gusto de las modas dietéticas del progresismo y reparto a cargo de unos servicios auxiliares acogotados por los ERTE y sin la logística necesaria para un reparto masivo como este.
Es la batalla del «no se podía saber» emprendida ahora por los mismos soldados mediáticos que hace sólo una semana esgrimían con fe de conversos el «es sólo una gripe, está todo controlado, sola y borracha quiero llegar a casa».
De nuevo un escenario idealizado -el meteorito que cae sin previo aviso- que oponer al realismo de esos apocalípticos que exigían medidas contundentes contra el coronavirus días antes del 8-M y a partir de la experiencia china e italiana.
Está por ver también cuál es el papel del ivanredondismo en las filtraciones que el pasado sábado desvelaron las presiones de Podemos para ejecutar un plan económico y político que iba mucho más allá no ya de la crisis sanitaria, sino de la Constitución, y que suponía en la práctica un cambio radical de la arquitectura económica y política española.
Es la insistente exigencia de «sentido de Estado» y de silencio mediático en apoyo de un partido cuya historia demuestra una inaudita carencia de sentido de Estado. Y sólo hay que recordar la actuación del PSOE durante la crisis del ébola, el hundimiento del Prestige, las horas posteriores al 11-M o esa moción de censura pactada en 2018 con Podemos, nacionalistas e incluso simpatizantes del terrorismo.
Mientras la sociedad española lucha contra el coronavirus, el ivanredondismo sigue librando varias guerras regionales propagandísticas simultáneas.
Cuando salgamos de la crisis sanitaria y nos sumerjamos en la económica, el PSOE ya tendrá su relato armado y a sus soldados mediáticos atrincherados en él. ¿Está la oposición avanzándose a esos acontecimientos, como han hecho Ayuso o Almeida, o piensa reaccionar a remolque de los acontecimientos, como solía Rajoy?