Jardines de piedra

ABC 01/11/16
IGNACIO CAMACHO

· Los epitafios prematuros son política adolescente. Este mandato no será apacible pero tampoco tiene por qué ser breve

EN el día de los Difuntos Mariano Rajoy podría dedicar un rato, desde la soledad meditativa de la Moncloa, a evocar a los adversarios políticos que ha ido finiquitando a lo largo de su carrera; como al general Narváez, no debe de quedarle ninguno al que perdonar. Dentro y fuera de su partido, todo el que lo ha desafiado ha acabado por caer bajo el fuego directo o colateral de alguna de las batallas de tiempo a las que ha sobrevivido el presidente. El último de ellos, Pedro Sánchez, aún se hace la ilusión de cabalgar por los predios del PSOE con la cabeza cortada como Sleepy Hollow, en un Peugeot que evoca la versión refundacional del mítico Simca 1200 de Alfonso Guerra. Está liquidado pero no lo sabe. En el panteón de víctimas del marianismo lo espera una pléyade de fantasmas más brillantes y curtidos que en esta primera noche de noviembre se habrán burlado juntos de la resbaladiza arrogancia que ha traído la política adolescente.

Con estos precedentes parece aventurado especular sobre la duración del Gabinete que el primer ministro rumia en una displicencia casi provocadora, estudiando el cuadrante de altas y bajas con calmosas maneras de crucigramista paciente. La cátedra madrileña, tan impermeable a sus errores de pronóstico, ha dado en vaticinar un Gobierno corto debido a sus objetivas dificultades de aritmética parlamentaria, pero ese análisis soslaya la variable esencial que representa un líder de tan contrastado empeño resistente. Se dice que Rajoy aguanta como se dice que los caballos corren, los canguros saltan o los pájaros vuelan: como una condición biológica inherente a su naturaleza. Su propósito es resistir sumergido como un buzo hasta donde le llegue el carrete. No ha esperado diez meses para volver a empezar al cabo de un semestre.

Le favorece en su designio el mecanismo institucional. El sistema fue diseñado para blindar la estabilidad y éste es un concepto clave de la filosofía marianista. No es fácil derribar un Gobierno; se necesita una moción de censura con una mayoría alternativa, un candidato y un programa, objetivos todos ellos inverosímiles en la actual correlación de fuerzas. El Ejecutivo puede sobreponerse, prórroga mediante, incluso a un bloqueo presupuestario, y la amenaza de disolver la legislatura pesará sobre los socialistas y sobre Ciudadanos. Rajoy tendrá que tragar sapos, sufrir derrotas legislativas y lidiar con las reticencias de Rivera, pero la oposición desgasta tanto o más que el poder, con la diferencia de que no nombra ministros, ni firma en el BOE, ni negocia en Bruselas… ni convoca elecciones.

Éste no será un mandato apacible pero tampoco tiene por qué ser breve. Su epitafio lo pondrá el tiempo, que siempre ha sido el colchón en el que se acomoda el presidente. Los jardines de piedra de la política están llenos de estatuas olvidadas de rivales que jugaron a enterrarlo prematuramente.