ÓSCAR BELTRÁN DE OTALORA-EL CORREO

Esta semana se ha puesto de manifiesto en qué agujero negro se han convertido las redes sociales. Hay hienas que no se apuntarían a ellas por higiene. El caso más sangrante es el del escritor Javier Cercas, al que el independentismo radical catalán ha acusado de pedir un golpe de Estado para Cataluña tras manipular sus palabras y utilizar un vídeo alterado con un discurso del autor. La gran mentira se difundió con absoluta impunidad (y alborozo de unos cuantos radicales que alimentaron la hoguera).

Twitter anunció en enero que ha creado un sistema de detección de ‘fake news’ pero en este caso se ve que no ha servido para nada. El propio Cercas, que no tiene cuenta en esta red, ha tenido que defenderse con la advertencia de medidas legales para que la cacería termine. Días antes, la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, había anunciado que abandona la red del pájaro azul. Según ella, tras estar fuera de las redes tiene «más confianza en la Humanidad». Es un poco como la política del avestruz. Los violentos y manipuladores siguen ahí aunque ella no esté.