A veces la vida nos da un regalo que raramente hemos merecido. En mi caso fue el conocimiento de Jesús Moya Maruga, que debo, como tantas cosas, a a Jon Juaristi. Fue hace ya bastantes años y Juaristi presentaba en la Sociedad Bilbaína ‘La magia demoníaca’, un libro de Jesús. A partir de entonces se desarrolló entre los dos una amistad que fue oportunamente alimentada en el restaurante de la UPV y en otros muchos lugares en los que compartimos pitanza y conversación y a los que solía convocarnos Mikel Bilbao.
Años después, cuando inauguré este blog, Jesús Moya empezó a colaborar en él con esa sabiduría suya que conoce pocos límites, lo que me llevó a bautizarlo como ‘el sabio del blog’ , calificativo que él rechazaba por modestia, pero que ninguna otra persona podría llevar con mayor fundamento. Jesús Moya es un hombre bueno, paciente, sabio, inteligente y de una gran generosidad. Tengo para no olvidar que en 2011, con 82 años cumplidos, se fue conduciendo desde Bilbao a Madrid, para asistir a la presentación de mi libro ‘Lágrimas socialdemócratas’. Como puede comprender cualquiera gestos como éste generan deudas de gratitud que no prescriben.
Cada vez que coincidimos y últimamente solemos hacerlo en el txoko que Javier Urroz tiene en Deusto, me pasma su conocimiento sobre todos los asuntos que abordamos, su estado físico que es admirable y su energía intelectual que genera una envidia inevitable entre todos sus comensales. Ayer, sábado, nos dio otro motivo para ello en un vuelo que compartió con Pedro Juaristi, el hermano de Jon que ha consagrado su vida a la aeronáutica y, con 93 años dieron una vuelta por los parajes de Orduña en un síntesis de Ala Delta y Ultraligero.
Ya nos había advertido que estaba a la espera de que Pedro lo convocara para la aventura, mientras se afana en el remate de un libro que publicará en el mes de octubre. Nunca he conocido a nadie como él.
Pedro y Jesús, en faena Lindberg