IÑAKI EZKERRA-EL CORREO

  • El Papa exhibe el tradicional antiamericanismo que culpa a EE UU de todos los males

«La guerra termina exactamente hoy, 9 de mayo». Eso es lo que anda vaticinando estos días el Papa Bergoglio gracias al oráculo gratuito que ha encontrado en Viktor Orban. A esa extravagante profecía que le ha chivado el primer ministro húngaro se unen sus declaraciones a favor del presidente ruso sobre «los ladridos de la OTAN a las puertas de Rusia», que le han obligado a invadir Ucrania poco menos que por la fuerza. La verdad es que no hay más que comparar el rostro de Putin con el de Biden o el de cualquiera de los jefes de Estado que componen la Alianza Atlántica para reparar en cuál de ellos tiene una expresión realmente canina. Y no hay más que atenerse a los hechos para constatar quién es aquí el que muerde, o distinguir quién hace un discurso a cara de perro.

De lo que se ha acusado a Biden ha sido más bien de debilidad. Debilidad en la espantada de Afganistán que anunció en abril de 2021, y debilidad en esas declaraciones de abril de 2022 en las que garantizaba que «no mandará un solo soldado a Ucrania para iniciar la Tercera Guerra Mundial». No se puede acusar a alguien de una cosa y de la contraria al mismo tiempo, de fiereza y de mansedumbre, de militarismo y de pacifismo. Pero es en eso en lo que está el pastor de Roma: en ese tradicional antiamericanismo que responsabiliza a Estados Unidos de todos los males del planeta y en ese rancio discurso de la sospecha que delata, indefectiblemente, intereses espurios en cualquier posicionamiento internacional de los huéspedes de la Casa Blanca. En el fondo de esa ideología supersticiosa del prejuicio antiyanqui late una aplicación selectiva y arbitraria del dogma jansenista, según el cual incluso los actos más aparentemente nobles se hallan envenenados de concupiscencia. De este modo, la mancha que el herético obispo Jansenio atribuía a toda la Humanidad, el prejuicio izquierdista la atribuye a los gringos en exclusiva. Solo ellos actúan por intereses. El resto, incluidos Putin y sus mafiosos, son almas puras y angélicas.

¿Los ladridos de la OTAN? Al parecer, el huésped de Roma no solo padece una rotura de ligamentos en una pierna, sino también ilusiones auditivas. Vamos, que este Papa está hecho un Cristo. Donde los analistas coinciden en ver una guerra larga, un Biden débil y una Europa que no gasta un euro en defensa, el neojansenismo bergogliano ve la paz y oye ladridos. Uno observa en esas declaraciones tres infantilismos clásicos: el del comentado antiamericanismo sesentayochista, el del peronismo kirchneriano y el de una Iglesia que no sé cómo se las arregla, pero que, incluso cuando amaga una circunvalación por la izquierda, siempre se adhiere a las causas más reaccionarias.

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