Joaquim Coll: «La secesión catalana nunca ha ganado unas elecciones, no tiene legitimidad»

Entrevista a JOAQUIM COLL / Impulsor de Sociedad Civil Catalana, ABC 20/04/14

· Joaquim Coll presentará la plataforma ciudadana contra la secesión de Cataluña el próximo miércoles, festividad de Sant Jordi.

 

Joaquim Coll
Joaquim Coll

LAS FRASES:

· Crisis de Estado «Estamos ante una crisis de Estado y hay que resolverla por elevación, no por la negación del conflicto»
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La Unión Europea «La estrategia de los soberanistas es crear un problema europeo, pero eso tiene un corto recorrido»
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Independentismo de CiU «El Gobierno español no se ha dado cuenta durante estos años de que los nacionalistas de CiU siempre han sido independentistas»
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Reformular España «El proyecto de España se tiene que reformular desde la lucha contra los nacionalismos de todo tipo»

 

Unas sesenta personas de distinta procedencia y profesión han decidido hacer frente al proceso secesionista catalán y han creado Sociedad Civil Catalana (SCC), una plataforma apolítica que se presentará en público el miércoles, festividad de Sant Jordi, y que en solo una semana ya ha logrado 5.000 adhesiones. Uno de sus promotores es Joaquim Coll, historiador, articulista e impulsor de Federalistes d’Esquerres.

—¿Qué les ha llevado a impulsar Sociedad Civil Catalana?

—Algunos dirán que lo teníamos que haber hecho antes, pero surge de la necesidad tan obvia de que los catalanes deben atreverse a expresar que este proceso no nos conviene. Solo creará riesgos, incertezas y pérdidas, y nos hará más pobres. El debate de qué pasará de aquí a 30 años es un debate imposible porque eso solo se sostiene en el voluntarismo. No hay una motivación política, fiscal o cultural. Los catalanes no estamos oprimidos, no hay una causa de lesa humanidad. Hay cosas que arreglar, pero eso no justifica un proceso de ruptura traumático para los catalanes y el resto de españoles.

—¿Hay fractura social ya o se puede evitar aún?

—Todo es reversible. El mundo soberanista se ha marcado unas expectativas muy altas, ha puesto una fecha para la consulta, el 9 de noviembre, y el imperativo de que hay que votar. Han cargado tanto esas expectativas que la posibilidad de un cierto desbordamiento puede ocurrir. ¿Fractura social? Hay familias donde este tema incomoda y han dejado de hablar de ello. Se han extremado las posturas y te obligan a pronunciarte a favor o en contra, a comprar o no el argumentario de que «España nos roba», o que no nos quieren… Y si no estás de acuerdo, la división es muy grande. Prueba de ello es que hay mucha gente que no quiere pronunciarse, significarse y estamos en una espiral de silencio, de miedo y de máxima prudencia.

—¿Y qué lleva a un ciudadano de a pie como usted a dar un paso adelante?

—Creo que tenemos una cierta obligación de decir la verdad. Decir lo que se piensa, para que el debate sea racional y los problemas se resuelvan de forma positiva, no de forma envenenada y con resentimiento. Nadie lo hará por nosotros. Estamos a tiempo todavía de evitar cosas peores y que el debate se cronifique. Este debate o se resuelve mal, con un choque de trenes, o se va a cronificar y generar resentimiento. Eso es lo que hay que evitar.

—Alega argumentos económicos y culturales para rechazar la independencia, pero el soberanismo los califica como «el discurso del miedo».

—Frente a lo que llaman «discurso del miedo» ellos recurren al voluntarismo, piensan que seremos como Holanda en lugar de Portugal. Cuando se dice que no nos conviene la separación es por razones muy objetivas. A veces cuando se desactiva, te acusan de intentar asustar a la gente. Si nos fijamos en los documentos económicos de los independentistas, que también son solventes, admiten una pérdida del PIB de un 2, un 10 o un 20%. Lo cierto es que la independencia nos hará más pobres. Ellos intentan disimularlo con el tema del déficit fiscal. No es miedo, es realismo.

—Pero parece que el tema económico ya no es suficiente, es un asunto sentimental, hay quien está dispuesto a pasarlo mal unos años…

—Claro, si hay quien piensa que su identidad es incompatible con otra, ya es un asunto casi religioso, de fe, y no puedes entrar a discutir. Es imposible, es un problema de querencia. Ellos parten de un núcleo de catalanes que entienden que no es compatible ser al mismo tiempo español e intentan convencer a muchos catalanes, que comparten otras identidades sin problema, con asuntos económicos. Les prometen que saldrán de la crisis si salimos de España, o echamos inmigrantes o salimos del euro. Esto es lo que hay que desmontar, demostrar que sería un mal negocio.

—¿Cómo se ha producido este proceso tan rápidamente?

—Por un lado, se debe a una acción activa de las clases medias y de la Cataluña interior, convencidas de que se puede cambiar todo a través de la independencia, que tiene algo de progresismo de izquierdas, de revolución, de construir un nuevo país. Esto es de un infantilismo y de un populismo terrible y peligrosísimo, creer que de un mal saldrá un bien. Además, si insistes en que España te maltrata, es difícil lograr una postura comprensiva y amistosa. De ahí no puede salir nada bueno. Hay una especie de utopía activa y como todo está muy mal y en España hay una tormenta perfecta donde se mezcla crisis, corrupción, monarquía, etc…, pues hay quien abraza el independentismo para cambiarlo todo. Y también ha ocurrido que, desde el Gobierno español, durante estos años no se han dado cuenta de que los nacionalistas de CiU, en el fondo, siempre han sido independentistas.

—Pues lo disimulaban…

—Lo disimulaban, pero siempre han trabajado por este imaginario, por ese lema según el cual «no hay nación plena sin estado propio». Cuando uno parte de esta base, uno no puede ser otra cosa que independentista. La fuerza de las ideas se impone a la de los intereses, como ha ocurrido en otros momentos de la historia, como la Primera Guerra Mundial, etc., donde la ideología se impone al raciocinio. Hemos sido víctimas de una ideología nacionalista durante muchos años. Y también hay que decirlo, el nacionalismo español también ha sido muy lesivo y ha alimentado todo esto. No hay un único culpable, hay varios. El proyecto de España se tiene que reformular desde la lucha contra los nacionalismos de todo tipo.

—¿Una de las soluciones sería un frente de partidos contra la independencia, PP, Ciudadanos, PSC… en las próximas elecciones autonómicas, sean plebiscitarias o no?

—Creo que es imposible en términos políticos y sociológicos. Hay que negar la mayor, en democracia no hay elecciones plebiscitarias. Las hay después de una dictadura. Hay un argumento que nunca se utiliza y a mí me sorprende: el proceso soberanista no tiene legitimidad, todavía no hay un partido independentista que haya ganado unas elecciones. CiU no se presentó en 2012 con la independencia en su programa, pero ahora propone una consulta que sí la contiene. Todo es una gran tomadura de pelo. Es tal el nivel de oportunismo, que hay que denunciarlo. En democracia, la secesión no es un derecho, es una posibilidad. En España es menos posible porque la Constitución establece que es indivisible. Y como dijo el Tribunal Constitucional, todo se puede reformar y plantear, pero con respecto a las reglas que tenemos. Hay que avanzar posiciones en Cataluña desde la radicalidad de los argumentos. Puede haber propuestas comunes de aquellos que defendemos la unidad e intentar que sean ilusionantes. Una reforma de la Constitución es la vía, pero no para solucionar los problemas de los catalanes, sino de todos los españoles. No hay problema identitario, sino un problema de estructura del Estado o competencial que nos afecta a todos.

—SCC ha contactado con partidos políticos, pero… ¿con sectores empresariales también, ahora que comienzan a «salir del armario nacionalista», por utilizar una frase vuestra?

—Por supuesto, porque están tan claros los intereses empresariales, que tienen en España su principal mercado, que la fuerza de los sentimientos no tiene sentido. El mundo económico debería apoyar esta iniciativa, también el mundo del trabajo y de los sindicatos. Este proceso de secesión va a hacer más pobre a las clases trabajadoras, que serán las principales perjudicadas. Los sindicatos se han visto atrapados por esta especie de exorcismo que es el derecho a decidir. Debemos salir de este embrujo, del fetichismo historicista.

Entrevista a JOAQUIM COLL / Impulsor de Sociedad Civil Catalana, ABC 20/04/14