Jordi

Un joven militante de Unificación Comunista de España fue agredido hace unos días por vender el periódico de su partido en Deusto. Apenas han publicado cinco líneas los mismos diarios que publican en portada los bostezos de Otegi. Jordi es un joven que no pasa de nada. La pasota y apática es esa sociedad vieja y conformista que ante su caso se resigna.

Uno recuerda la indignación, el rechazo, la rabia, el asco y el desaliento con el que acogíamos la noticia de una acción de los guerrilleros de Cristo Rey en los años de la Transición. Uso también la palabra ‘desaliento’ porque la noticia de que un muchacho había sido agredido por vender periódicos en una calle o en un campus universitario nos llevaba a deducir que ‘aquí no había cambiado nada’ tras la muerte de Franco aunque en el plano legal e institucional las cosas sí estuvieran cambiando. Las cosas se habían puesto, en efecto, a cambiar legal e institucionalmente desde el momento en el que murió el Dictador, pero el hecho de que ese cambio no se evidenciara todavía en la calle, de que la libertad no se respirase en la vida diaria nos desalentaba además de irritarnos. Ante el caso del chico apaleado por vender prensa comunista se oían frases agoreras que desacreditaban la labor de Suárez -‘aquí no ha cambiado nada’, ‘son los mismos perros pero con distintos collares’ – y otras más optimistas que valoraban esa labor: ‘Son los últimos coletazos del régimen’. Pero unos y otros respondían a una necesidad de interpretar una realidad que nos resultaba ofensiva e hiriente. Había que decir algo porque vivíamos ese apaleamiento de un muchacho como inaceptable.

Hace unos pocos días Jordi Martínez, un joven militante de Unificación Comunista de España, fue agredido por vender el periódico de su partido en el barrio bilbaíno de Deusto y no ha suscitado en nuestra sociedad extraña y misteriosamente aquellas mismas reacciones que suscitaban los guerrilleros de Cristo Rey por acciones similares a ésta. No es la primera vez que los jóvenes de UCE sufren esa clase de agresiones. Como en otras ocasiones, apenas han publicado una notita de cinco líneas sobre Jordi los mismos diarios que publican en portada los bostezos de Otegi. Durante el tiempo que duró la última mal llamada ‘tregua’ se repetía mucho eso de que ETA no podría volver a las andadas porque nuestra sociedad ya no estaba dispuesta a aceptar ni un asesinato más. ETA volvió a asesinar sin importarle demasiado lo que estaba dispuesta a aceptar nuestra sociedad. Y quizá el problema empieza por ahí, porque no se trata de decir ‘ya no estamos dispuestos’ cuando lo hemos estado antes y cuando la indisposición social a la barbarie se mide sólo por el resultado de muerte pero no empieza por el caso de un muchacho al que se le golpea por hacer uso de su libertad de expresión. En contra del tópico del pasotismo juvenil, Jordi es un joven que no pasa de nada. La pasota y apática es esa sociedad vieja y conformista que ante su caso se resigna y no necesita decirse hoy lo de ‘aquí no ha cambiado nada’ o ‘son los últimos coletazos del régimen’.

Iñaki Ezkerra, EL CORREO, 26/2/2007