José Antonio Pérez: «La verdad es incómoda para nuestra sociedad»

Entrevista a JOSÉ ANTONIO PÉREZ / Historiador, EL MUNDO 27/12/13

 

Jóse Antonio Pérez es historiador
Jóse Antonio Pérez es historiador

· Reivindica en su nuevo libro la aportación de la Historia a una Euskadi que está cayendo en la memoria interesada de Sortu.

José Antonio Pérez (Santoña, Cantabria, 1965), historiador del Instituto de Historia Social Valentín de Foronda de la UPV/EHU, ha coordinado con José María Ortiz de Orruño Construyendo memorias. Relatos históricos para Euskadi después del terrorismo (Catarata, 2013). Firmado por nombres de primer nivel –Juan Pablo Fusi, Santos Juliá, Manuel Reyes- Mate…–, el libro es una llamada a las instituciones y a la sociedad vascas para que confíen en los historiadores «críticos» y no caigan en la manipulación de la memoria que la izquierda abertzale pretende implantar a golpe de relativismo.

Pregunta.– ¿Por qué este libro?

Respuesta.– Surge del compromiso de los historiadores con contar la verdad de lo ocurrido durante los últimos 50 años en el País Vasco, y de un deber que entendemos democrático como ciudadanos vascos.

P.– Se muestran preocupados por un cierto predominio en el discurso público de la historia falseada por parte de la izquierda abertzale.
 
R.– Sí. Desde antes de que se produjese la derrota policial y judicial de ETA, la izquierda abertzale era consciente de que debe ganar la batalla que no pudo ganar: la del relato histórico. Pero como sabe que no va a ocurrir, ha elegido un terreno mucho más manipulable: la memoria.

P.– ¿Por qué la memoria?

R.– La Historia para ellos es muy incómoda: exige rigor, fuentes de documentación… La memoria es mucho más difusa, relativa y moldeable. Cada uno tiene la suya personal.

 

«La Historia para ellos es muy incómoda, así que han elegido un terreno mucho más relativo: la memoria, y está prendiendo»

 

P.– Se rebelan contra el «relativismo posmoderno» de «todas las memorias, todas las verdades». La frase es de Hasier Arraiz, pero ¿no está cundiendo en otros sectores?

R.– Todas las memorias deben estar presentes en la Historia que se escribe, pero lo que intenta la izquierda abertzale es diluir la enorme responsabilidad que ha tenido cuando durante 40 o 50 años ha estado justificando o jaleando el terrorismo como instrumento político. Saben que para justificar su propia política tienen que incorporar las memorias de sus víctimas, pero al mismo tiempo añadir la memoria de su propia gente. Ese relativismo ha prendido en un sector importante de la sociedad, no sólo en el que ha legitimado a ETA.

P.– Dicen que están cosechando cierto éxito gracias a la falsa neutralidad de los periodistas, y rescatan a Hannah Arendt: «Describir los campos de concentración sine ira no es ser objetivo, sino indultarlos».

R.– Eso está pasando en cierto modo. La objetividad, que es lógica, encierra neutralidad. No haríamos ningún favor como historiadores ni como ciudadanos comprometidos con los valores democráticos situándonos de perfil. Entre la víctima y el victimario no se puede ser neutral.

 

«Sorprende que las instituciones prefieran seguir el relato de otros profesionales entre comillas antes que a la universidad»

 

 P.– Se preguntan cómo se contará a ETA: como un tiempo de horror o como una lucha gloriosa por Euskal Herria. Y analizan cómo se ha resuelto esto en otros países. ¿Qué se puede aprender?

R.– Damos ejemplos de cómo otras sociedades se han enfrentado con su pasado. Es muy interesante el artículo de Rogelio Alonso en torno al supuesto espejo irlandés. ¿Queremos que Euskadi se convierta en una especie de parque temático de la violencia donde los murales ensalcen a los victimarios? El relato será plural, sí; pero no puede ser equidistante.

P.– Ponen casi como antiejemplo la memoria de la Guerra Civil…

R.– Santos Juliá habla de la tentación que ha habido de utilizar esa memoria de la Guerra Civil y de los vencidos como un arma de carácter político. Ahora pasa lo mismo.

P.– ¿A los historiadores les hacen caso en el País Vasco?

R.– Somos un colectivo tradicionalmente ignorado. (Sonríe). Se ha hecho más caso a otro tipo de publicistas, a los francotiradores, a la literatura histórica. Nos resulta aún sorprendente que las instituciones públicas prefieran seguir el relato de otros profesionales entre comillas, a veces ni siquiera académicos, antes que los de la universidad.

P.– ¿Por qué lo hacen?

R.– Porque el mayor compromiso de los historiadores es con la verdad, y a veces la verdad es incómoda porque enfrenta a la sociedad con su propio pasado. Cuando Jorge Semprún sale del campo de exterminio de Buchenwald, llega a una granja y pide a los dueños de una casa con cierto nivel económico subir a la segunda planta: desde allí les pregunta dónde estaban ellos cuando las llamas alcanzaban seis o siete metros de altura en los hornos crematorios. Esa es la pregunta que debemos hacernos: dónde estaba la sociedad vasca cuando asesinaban a gente por sus ideas políticas.

P.– Escribe Fusi que ETA no es sólo un problema histórico, sino moral.

R.– Sí. Ha habido una derrota en el campo policial. No han logrado ninguno de los fines que defendían ETA y la izquierda abertzale en su conjunto en la Alternativa KAS. Pero han tenido éxito al llegar a las instituciones con un importante apoyo social. Sólo existe autocrítica cuando uno es derrotado políticamente, y como no ha ocurrido, no ha existido esa reflexión. Así Arraiz se puede permitir decir lo que dice: que no van a condenar y que todo lo que se hizo fue perfectamente lógico.

P.– El Instituto Valentín de Foronda, al que pertenece, se quejó de la ausencia de historiadores en el Informe- base de vulneraciones de derechos humanos del Gobierno vasco (redactado por un obispo, una ex jueza, un penalista y un notario).

R.– En nuestras alegaciones al Plan de paz nos mostramos muy críticos con el plan y con este informe. Habría necesitado un mayor estudio sobre los contextos políticos en los que se produjeron esas vulneraciones, y la presencia de historiadores. Lo que ha ocurrido no sólo ha sido una violación de derechos humanos, que por supuesto; ha sido también una cuestión de falta de libertad, de persecución de un proyecto político por otro, y eso no está bien reflejado.

P.– ¿Qué le parece el proyecto del Instituto de la Memoria?

R.– Yo estuve en la comisión que preparó el primer proyecto. Creo que puede haber un peligro al incluir, de forma deliberada o no, diferentes expresiones de violencia política desde la Guerra Civil hasta hoy. Puede haber una tentación de establecer un paralelismo o correspondencia entre etapas e incluso entre violencias, lo que sería muy peligroso.

P.– Usted participa en la comisión de valoración que estudia casos de abusos policiales entre 1960 y 1978 para su posible indemnización. ¿Cómo incorporar a estas víctimas en el relato, en la memoria vasca?

R.– No podemos obviar la realidad de lo que ocurrió durante la Transición: existieron numerosísimas vulneraciones de derechos humanos por parte de fuerzas policiales que en muchos casos siguieron practicando durante años, sumidas en la cultura antidemocrática que se heredó del franquismo. La comisión está recogiendo documentación y testimonios de personas que vieron sus derechos violados en una manifestación, cuando pasaban por la calle… Eso debe explicarse, porque también forma parte de nuestra Historia. José Antonio Pérez, historiador especialista en la Transición, en la Gran Vía de Bilbao.

Entrevista a JOSÉ ANTONIO PÉREZ / Historiador, EL MUNDO 27/12/13