ARCADI ESPADA – EL MUNDO

· Mi liberada: El presidente del Gobierno tuvo el viernes un buen día. Aún se oía el eco de su comparecencia ante el tribunal de la Gürtel, que se saldó sin mayor daño del que se infligieron a sí mismos los abogados. Luego estaban las alentadoras cifras económicas. Las previsiones del FMI, alargadas hasta 2018, son que España será, por cuarto año consecutivo, el país desarrollado que más crezca. Crecimiento, caída del paro, estabilidad parlamentaria.

El presidente también habló de Cataluña. No solo habló, lo que le es común, sino que actuó: el Gobierno recurrirá ante el Constitucional la nueva deslealtad articulada del gobierno autonómico. Y volvió a insistir en lo sustancial: «Decir que [Puigdemont] se va a saltar la ley no puede ocurrir». Luego alguien le preguntó por el caso de Juana Rivas. Y dijo: «Hay que ser conscientes de lo que le ha ocurrido a la mujer. Ha sido agredida dos [sic] veces. A las personas conviene comprenderlas y luego está todo lo demás».

El caso de Juana Rivas es el caso de una mujer que se ha llevado a sus dos hijos, contra la ley que le obliga a entregárselos a su padre. El caso de Juana Rivas es el de esos vecinos granadinos, pero sobre todo fuenteovejunos y espartaquistas, que han empapelado comercios con la leyenda Juana está en mi casa. A los que se añade ahora el presidente del Gobierno. Hay que decirlo otra vez: el presidente del Gobierno en una declaración oficial. No el tuit de la desequilibrada, escritora también llamada, que escribe: «26 niños asesinados por su padre en un año durante el régimen de visitas».

No esta frase inmortal de un editorial de la prensa socialdemócrata: «Independientemente de quién tenga razón, la justicia debe velar por el bienestar de los menores y las víctimas de violencia de género». No, ni siquiera, esta declaración de la primera matrona andaluza: «Todo mi apoyo a Juana Rivas en su lucha para proteger a sus hijos. Los niños también son víctimas de la violencia machista». No. El presidente del Gobierno. El que durante los últimos años no ha acudido a comparecencia pública en que no deba defender la ley.

El que tantas veces se ha visto obligado a defender la presunción de inocencia de sus compañeros. «Nuestro primer adulto», como Espada lo llamaba el otro día, en el peligroso volapié del columnista. A las personas conviene comprenderlas. Parece que el presidente comprende bien a Juana Rivas y por lo tanto no insistiré. Pero ahora va a comprender a Francesco Arcuri, el padre de los hijos de Juana Rivas. Supongo que le bastará su palabra de hombre y de víctima como en el caso de Juana le ha valido su palabra de víctima y mujer.

Arcuri está ahora en Granada, hospedado en un hotelillo. Esperando a que se cumpla la ley y pueda reunirse de nuevo con sus hijos, a los que no ve desde mayo de 2016. En nombre del presidente del Gobierno de España le llamé y le pregunté: «¿Quién es usted?» A las personas conviene comprenderlas. Arcuri tiene 50 años y es genovés. Su padre, Camillo, es periodista. Publicó un famoso libro, Colpo di stato, sobre los peores años recientes de Italia: el golpe del príncipe Borghese y el caso Mattei. Ochentón, aún escribe febril. La madre trabajó casi siempre en la casa. Aunque ayudada por todos: los hijos crecieron familiarizados con el feminismo en teoría y práctica.

Francesco Arcuri vive de un pequeño hotel rural en Carloforte, en la Isla de San Pietro. Por lo que muestra Booking parece un lugar modesto y agradable. Este fin de semana la habitación valía 86 euros. De aquí se fue Juana Rivas con los niños, el 18 de mayo de 2016. A pasar unos días en España, dijo. Los dos se habían conocido en Londres, en el invierno de 2005. Algo más de un año después nació el primer hijo, Gabriel.

Y una mañana de 2009, ya con calor, la primera y seria desgracia. Vivían entonces en Granada. Juana estaba al cargo de un pequeño negocio, una tienda de alimentación ecológica, y Francesco se ocupaba de la crianza del niño. Aquella mañana Juana había llegado a la casa después de una noche de farra. Discutieron. Hubo insultos recíprocos. No era la primera vez que todo aquello pasaba. Entrada la mañana, ya despiertos, siguieron discutiendo. Juana la emprendió a golpes contra algunas de las cosas de Francesco: su ordenador, un disco informático, unos auriculares.

Él quiso limitar los daños y cuando trataba de arrancarle los auriculares, probablemente le lastimó la mano. Juana acabó por coger la puerta. Le dolía la mano y se fue a un hospital donde le diagnosticaron una lesión leve. Y donde le insistieron en que presentara una denuncia contra Francesco. Por la tarde, el padre sacó a pasear al niño. Su intención era acercarse a la tienda para ver si Juana estaba allí. No pudo llegar. Un policía de paisano lo paró en plena calle:

—¿Usted sabe por qué voy a detenerle?

—Perdone, pero no tengo ni idea de lo que me está diciendo.

El policía lo detuvo y lo llevó a comisaría. Pasó la noche en el calabozo y al día siguiente el juez lo dejó en libertad con cargos y le prohibió acercarse a Juana.

El juez no determinó su alejamiento del niño. Lo determinó Juana Rivas. La situación se le hizo tan insoportable que prefirió evitar el juicio y aceptar una condena de tres meses y un año de alejamiento. A las personas hay que comprenderlas. Era inocente, pero quería volver a ver a su hijo. Y tal vez, en un rincón no dicho de su corazón, pensó que quizá podría arreglarse con Juana. Aceptó la condena y lo que es peor, la culpa. Al poco tiempo los dos quebraron su orden de alejamiento. A fondo la quebraron. El 11 de enero de 2014 nació Daniel, el segundo hijo.

El Derecho prevé dar una segunda oportunidad a la gente, porque imita a la vida. Pero no salió bien. En mayo de 2016 Juana se marchó de la isla con los niños. Lo necesito. Quiero estar un tiempo con mi familia. Volveré. En agosto le anunció que no volvería. En noviembre prohibió que padre e hijos tuvieran su habitual contacto por skype. Y presentó una denuncia por agresión contra Francesco. Esta denuncia que el presidente del Gobierno confunde irresponsablemente con un hecho.

Francesco habla desde un hotelillo de Granada. No tiene más planes que el de volver a ver a sus hijos. Adolfo Alonso, su abogado, militante socialista vasco y candidato al Congreso por Vizcaya en 2016, medita lo que dijo el viernes la secretaria de Igualdad del Psoe, Carmen Calvo, sobre el pacto parlamentario contra la llamada violencia machista y con la historia de Juana y Francesco golpeando su noble corazón de socialista igualitaria: «Que no vuelva a ocurrir que un padre condenado en firme por malos tratos pueda tener luego el disfrute de sus hijos en cualquiera de los formatos posibles». Medita el letrado Alonso cómo Carmen Calvo y él militan aún en el mismo partido.

El presidente del Gobierno está satisfecho. Tiene motivos. La economía. La estabilidad. Sería terrible que el presidente del Gobierno empezara a parecerse a esos histéricos que, sin ninguna grave preocupación en la vida, emprenden causas dictadas por el aburrimiento, el oportunismo y la frivolidad.

Y sigue ciega tu camino

ARCADI ESPADA – EL MUNDO – 30/07/17