RAÚL RIVERO, EL MUNDO – 03/05/15
· El embrujo del realismo mágico caribeño junto a la labor de los laboratorios de propaganda del partido comunista de Cuba ofreció esta semana una celebración única por el Día Internacional de los Trabajadores. Un desfile masivo presidido por el general Raúl Castro para festejar que los obreros de ese país, después de 56 años de socialismo, sobreviven con uno de los salarios más bajos del mundo, entre 10 y 20 dólares al mes.
Detrás la alegría proletaria de los cubanos que caminaban en bloque bajo el sol habanero de la mañana había otros asuntos importantes. Uno de ellos, el hecho de que, desde que las nuevas generaciones tienen memoria, están prohibidas las huelgas. Y el otro radica en la certeza de que los dirigentes de la única central sindical permitida por la dictadura son elegidos por el Gobierno y ocupan altos cargos, al mismo tiempo, en las estructuras del único partido autorizado en la isla.
Ahí estaban esos motivos claves para el regocijo y se fueron a desfilar, con sus banderolas al aire y sus himnos revolucionarios, organizados por los jefes de sus colectivos laborales que, para no perder la disciplina ni en medio de la algarabía, pasaron lista –como todos los años– en los sitios donde se convoca a los empleados para que empiecen la marcha.
Esta vez, además, había que estar contentos y alertas. No se podía imprimir en las imprentas estatales y distribuir entre los participantes los cartelones con las viejas consignas en contra del imperialismo y el dinero sucio de los capitalistas. Ni se admitiría que, al menos cerca de la tribuna presidencial donde estaba el alto mando y sus 2.000 invitados extranjeros, algunos entusiastas y olvidadizos gritaran improperios en contra del antiguo enemigo yankee o del presidente Barack Obama.
Los panfletos oficiales lo advirtieron con tiempo. Este primero de mayo el lema fundamental debía ser unidos por la construcción del socialismo, aunque todos sepan que lo que los comunistas quieren en realidad es cubrir las devastaciones de su experimento con inversiones extranjeras.
Estuvo presente el presidente de Venezuela, Nicolás Maduro. Pero no lo dejaron hablar. Fue sólo para soñar con la unanimidad y a recibir una lección en vivo.
Un funcionario de la central oficialista, que agrupa 3,4 millones de ciudadanos, fue el único orador de la jornada. Dijo, ya se sabe, que la clase obrera cubana tiene contundentes razones para festejar.
RAÚL RIVERO, EL MUNDO – 03/05/15