«Los jueces tendrán que llevar una estrella en el brazalete. Qué peligrosa deriva». María José del Barco, juez decana de Madrid, no describía una distopía impensable al estilo del tenebroso castillo de Phillip K. Dick. Primero, la estrella delatora en el brazo. Luego, los veremos paseando por el patio de la prisión, junto a butroneros, proxenetas y algún que otro empresario o periodista. Puigdemont los quiere entre rejas. Su agente activista en el Parlamento, Miriam Nogueras, señaló la otra tarde a algunos de ellos con nombres y apellidos. Lo hizo desde el atril de la Cámara, poca broma, con la anuencia de la ‘presunta’ (Cayetana dixit) presidenta del Congreso, convertido ahora en una cochiquera.
Lo que dicta Puigdemont, Sánchez lo cumple sin rechistar, como se comprobó en aquel episodio de su debate de investidura, revelado luego por El país. «Esto no va bien», masculló el loco del flequillo desde su templete de Waterloo. Santos Cerdán, el mayordomo de Ferraz, corrió a reunirse furtivamente con Nogueras (en este Gobierno todo es clandestino), quien le dictó una serie de instrucciones para que el postulante las recitara durante su última deposición ante la Cámara momentos antes de la crucial votación. Así se hizo. Sánchez, sin levantar la mirada del atril, con voz mendicante, tono compungido, gesto atribulado y un deje atemorizado, algo nunca visto en su persona, recitó las consignas que acababan de dictarle los ultras de la caverna secesionista. Nada de repetir lo de ‘perdón’, ni ‘medida de gracia’. Sustituyó la palabra ‘diálogo’ por la de ‘negociación’ e introdujo de rondón lo de ‘conflicto político‘, expresión tan del agrado de los carlistas delincuentes de la chapela y el virolai.
«Las togas fachas», que decía Pablo Iglesias cuando era alguien. ¿Una hipérbole?, como corean los papagayos de la izquierda. No lo parece
Así fue como el gran caudillo planetario logró esos siete votos fatídicos en la jornada litúrgica de su reentronización. Cumplió todo lo exigido, pero aún quedan compromisos por solventar, exigencias que hay que atender. Los secesionistas son insaciables y Sánchez no tiene problema alguno en darles gusto a costa del resto de los españoles. promesas por cumplir. Ahora toca abordar el gran timo del lawfare, toca acelerar la persecución de las ‘togas fachas’ desde el corazón mismo del Parlamento. Acaban de aprobarse tres comisiones que revisarán las disposiciones judiciales sobre los casos de la llamada ‘policía política‘, el atentado yihadista de Las Ramblas y el espionaje de Pegasus. Un pestazo a peronismo maduro se detecta ya por las azoteas del Estado. El objetivo de estas comisiones no es otro que, amén de pulverizar lo que queda en pie del CNI, señalar a los magistrados ‘indecentes y oscuros’, los llamó Nogueras, para que luego se les aparte y se les someta a proceso.
Cuando la derecha se revuelve en defensa de los encargados de aplicar la ley, se le responde que no exageren y no incurran en la ‘hipérbole’. Si alguien tuviera dudas, basta con repasar las últimas intervenciones de Sánchez, bien en Estrasburgo, en las teles, en la performance con Jorgeja, para comprobar que la lawfare no se le cae de la boca. Puigdemont no pisará Alcalá-Meco, pero los jueces, sí. Así lo han pactado Cerdán y Turull, Bolaños y el expresidiario Boye, desde el pasado marzo, en diez encuentros, al menos, por diversas capitales europeas. Ese arreglo se desarrolla ahora en Ginebra bajos los auspicios de un mediador salvadoreño.
Los papagayos de la propaganda monclovita predicarán que se trata de un paso decisivo en pro de la pacificación, la convivencia y la concordia entre catalanes. Se ruegan aplausos.
La amnistía avanza, pero no basta. Dice Turull, que exhibe un aire frailuno y elemental, que ahora le toca a Sánchez rendir pleitesía a su jefe, que está escrito en los acuerdos. Deberá desplazarse, quizás en Falcon, ya que la cita será en el extranjero, dado que si el forajido pone un pie en España iría directo al trullo. «Ah, eso no está en mi agenda que es el colmo de la transparencia», argumenta el narciso del progreso, yonqui de la mentira, procesionario del embuste, desprovisto de cualquier gesto de decencia y dignidad. La tenida entre el tramposo y el golpista será en enero, y Sánchez procesionará al punto que se le diga en su condición de humilde siervo. Luego de la foto, los papagayos de la propaganda monclovita predicarán que se trata de un paso decisivo en pro de la pacificación, la convivencia y la concordia entre catalanes. Se ruegan aplausos.
Dicen que en las actas secretas ginebrinas no aparece el capítulo del referéndum. Por lo tanto, seguro que está. Y en letras capitulares. Como figuraba también la entrega de Pamplona a Bildu en ese ‘pacto encapuchado’, que denuncia Feijóo. Espíritus ingenuos se preguntaban qué le había concedido Sánchez a los primos del pistolón a cambio de sus seis diputados. Acaba de despejarse la incógnita, por lo demás, previsible. Primero Pamplona y después Navarra. Y luego, la amnistía para los matarifes, los del tiro en la nuca, la bomba-lapa, todos a la calle, asesinos de niños, de ancianos, de algún diputado socialista y de otros mil españoles. Y recibirán distinciones, cargos, homenajes, pensiones, gabelas varias. ¿Y las víctimas? Al pudridero.
El muro crece
El muro de Sánchez crece en forma acelerada desde el 23-J lo que le confiere a su rostro esa peculiar estampa de los canallas agrios y encanecidos, de los criminales venturosos e impunes. J.L.B. Por las redes pululan ejércitos de sanguijuelas izquierdistas que manosean nombres de relevantes magistrados, empresarios y políticos, rebeldes ante la cacería sanchista, a los que colocan en ese muro de la ignominia, frente a un pelotón, para que se proceda en consecuencia.