Isabel San Sebastián-ABC

  • Cs y PSOE se entenderán con Iglesias para gobernar Madrid, si las urnas les dan ocasión, digan lo que digan ahora

Marta Martín, exdiputada de Cs que hace unos días renunció al acta y sus prebendas, asqueada por el giro que la nueva dirección ha imprimido al partido, dio ayer voz a millones de españoles al declarar en Es Radio: «Ante una emergencia nacional, algunos están en ‘Juego de Tronos’». Es exactamente lo que pensamos muchos ciudadanos, atónitos ante el espectáculo obsceno que están protagonizando los ocupantes de La Moncloa y quienes aspiran a ser sus lacayos. Cada día mueren decenas de personas, se arruinan centenares, millares van al paro, se multiplican las colas del hambre y crece peligrosamente el retraso acumulado en el proceso de vacunación, pero Sánchez se dedica a urdir mociones de censura contra los ejecutivos autonómicos presididos

por el PP, con la complicidad de los nuevos amos de la formación naranja, mientras Iglesias utiliza su despacho oficial para lanzar su candidatura a las elecciones madrileñas. Uno y otro están demasiado ocupados en sus mezquinos cálculos de poltronas (la palabra ‘trono’ reviste una grandeza histórica incompatible con esta partida de trileros) como para dedicarse a gestionar la epidemia. España y esa ‘gente’ que no se quitan de la boca les inspira un desprecio infinito. Únicamente les obsesiona el poder. Por eso siguen juntos, a pesar de sus zancadillas; por eso el presidente no hace ascos a encamarse con los golpistas y los herederos de ETA que constituyen el entorno natural del líder de Podemos, y por eso llama a su puerta Arrimadas, en flagrante contradicción con los principios que predicaba, suplicando las migajas del banquete aun a costa de dinamitar su propia formación. La poltrona se ha convertido en su norte y su razón de ser.

Ciudadanos ha sido mi última decepción política. La definitiva y tal vez la mayor, toda vez que llegué a creerme sus promesas de regeneración democrática. Es más, sigo pensando que en algún momento ellos mismos, o cuanto menos algunos, formularon de buena fe los compromisos que me sedujeron: luchar contra el separatismo y la corrupción en defensa de España, la libertad y la Constitución. ¿En qué cabeza cabe que semejantes propósitos puedan llevarse a cabo de la mano de un individuo como Sánchez, que ha hecho de la mentira y la traición sus banderas? Marta Martín fue elegante -eufemística- en la crítica: «Ciudadanos ha dejado de ser un proyecto de país para ser un proyecto de partido». O sea, una maquinaria al servicio de la consecución o conservación del poder, sin importar los medios. Un producto en venta al mejor postor en el bazar de la baja política. Una veleta que entregaría Madrid a la izquierda Frankenstein por un plato de lentejas, si las urnas le dan ocasión, dado que Gabilondo se entenderá con Iglesias a fin de gobernar en la Puerta del Sol, diga lo que diga ahora. El cuento de Podemos y la pesadilla ya no cuela.