El Gobierno y ETA llevan tiempo jugando al parchís, como antaño. A ETA se le plantea un dilema: intentar ganar posiciones a costa de un adversario (Rodríguez Zapatero) al que percibe debilitado, o tratar de echarle una mano ante el temor de que sea sustituido por otro jugador (el PP) mucho más duro que no está dispuesto a seguir la partida.
El Gobierno y ETA llevan tiempo jugando al parchís, como antaño. Arnaldo Otegi lee una carta abierta que primero ha llegado cerrada a Rodríguez Zapatero y el presidente responde con la mano tendida desde San Sebastián. El Congreso aprueba abrir las puertas al diálogo, aunque sea con condiciones, y ETA dice que ya no mata concejales. El Gobierno dice que ahora toca la tregua y una carta de ETA dice que no es a ella a quien le corresponde mover ficha y por tanto no hay tregua.
Los jugadores de parchís intentan abreviar la partida comiéndole fichas al contrario y adelantando posiciones en el tablero. ETA, de vez en cuando, pone una bomba o lanza unas granadas para avanzar casillas y el Gobierno, de tanto en tanto, detiene a unos cuadros medios de la banda que se han despistado en Francia.
En ese juego, el Estado puede aguantar por tiempo indefinido sin necesidad de arriesgar fichas importantes. La presión terrorista actual resulta muy soportable, al lado de la que ha habido que padecer en el pasado. Desalojar un aeropuerto y hacer que el Consorcio de Seguros indemnice a unas empresas por los destrozos de las bombas no sale demasiado caro, aunque es verdad que no son pocos los empresarios que viven con la angustia de la amenaza de la extorsión. En cambio, cada ficha perdida por ETA es vital para la banda de tan debilitada como está. Por eso algunos viejos rockeros, como Henri Parot, se lamentan desde la cárcel por la falta de carácter de los que ahora interpretan las partituras en esta banda.
El Estado es fuerte, pero el Gobierno que lo gestiona no lo es tanto en estos momentos. El cava del Estatut está en ebullición y así no hay forma de que nadie quiera un sorbo. El Gobierno contaba con que ETA sacara estas navidades la cubitera con hielos de la tregua para poder enfriar el cava catalán y tomarse un respiro, pero parece que no va a ser así. Sin embargo, hasta ahora, el Ejecutivo no ha perdido nada grave más allá de tener un cierto sonrojo por sentirse burlado. A la banda terrorista se le plantea un dilema: intentar ganar posiciones a costa de un adversario (Rodríguez Zapatero) al que percibe debilitado o tratar de echarle una mano ante el temor de que sea sustituido por otro jugador (el PP) mucho más duro que no está dispuesto a seguir la partida sino a llevarse el tablero.
El dilema es el mismo que tuvo ETA en 1993: un PSOE agobiado por encuestas adversas y denuncias de corrupción ofrecía diálogo a la banda y esperaba una tregua para afrontar con más comodidad las elecciones, pero ETA decidió mantener la presión terrorista sin contemplaciones. Uno de los que desde la cárcel se opuso aquel año a cualquier tregua fue José Antonio Urrutikoetxea, ‘Josu Ternera’.
Florencio Domínguez, EL CORREO, 28/11/2005