Julio Muñoz, el antifranquista

EL MUNDO – 25/08/15 – ARCADI ESPADA

· Desde que las alcaldesas Carmena y Colau anunciaron su determinación de revisar en las ciudades de Madrid y Barcelona las llamadas políticas de la memoria no he dejado de pensar en un asunto que les afecta radical e inesperadamente. La historia, ciertamente moral, la protagoniza Julio Muñoz Ramonet, uno de los hombres más ricos de la posguerra española, industrial textil y financiero barcelonés. Las leyendas sobre Muñoz («En el cielo manda dios y en la tierra los Muñoz» fue un famoso estribillo de época) apenas han dejado lugar a la historia.

Pero creo que entra en el dominio de lo objetivo afirmar el carácter inmoral y tramposo de su fortuna, vinculada a la práctica del estraperlo y a otras modalidades del comercio negro de la vida. Julio Muñoz fue un gran antifranquista, pero de los de dentro; es decir de los que socavaban el régimen estafándolo. Reunió una fortuna en cierto modo inimaginable y tuvo el honor de que su banco suizo fuera el primero de la historia en quebrar. Como tantos magnates se interesó por el arte y logró hacerse con una colección de pintura de un valor enorme, aunque no siempre afectada del buen gusto. Murió en 1991 y legó a la ciudad de Barcelona una gran parte de esa colección, depositada en su sombrío palacete de la calle Muntaner.

La ejecución del legado ha pasado por azares y traumas que no interesa ahora detallar. Lo importante es que en la puerta del palacete hay un orgulloso cartel municipal que proclama «Finca de Muñoz Ramonet» y que el Ayuntamiento tiene nítidos planes para que los ciudadanos puedan disfrutar de la generosidad póstuma del antiguo estraperlista. No me gusta disparar a puerta vacía: pero espero medidas drásticas de la nueva alcaldesa. Me parece bien que los barceloneses, e incluso el pérfido turista, vayan a disfrutar de las obras de arte.

Pero es exigible una expropiación, o algo parecido. Si monárquicos y franquistas inermes van a desaparecer del callejero es indispensable que cualquier memoria de Muñoz desaparezca del mapa ciudadano. Empezando por el cartel del palacete. Sugiero que en beneficio de las ficciones legendarias a la que son tan dadas las nuevas alcaldesas se la llame Finca de Carmen Broto. O de las pupilas de Virginia.

Esta célebre ventaja de las políticas de la reconciliación, que limitan la hipocresía y la tentación de hacerse el soldadito valiente.