EL MUNDO – 15/07/17
· El ‘president’ da a soberanistas radicales Interior, Enseñanza y Presidencia, las consejerías clave para organizar la consulta.
· Nombra a Turull, Ponsatí y Forn y aparta a los ‘consellers’ tibios con el ‘procés’ a menos de tres meses de la convocatoria.
· Rajoy denuncia la «deriva autoritaria» de la Generalitat, «que rompe las leyes que nos hemos dado entre todos»
Carles Puigdemont presentó ayer el Govern con el que quiere llegar al referéndum unilateral del 1 de octubre cueste lo que cueste. Después de cambiar a tres consellers, todos del PDeCAT, por discrepancias con la manera de alcanzar ese objetivo, el presidente de la Generalitat encabeza a partir de ahora un Ejecutivo determinado a llevar el enfrentamiento contra el Estado hasta las últimas consecuencias. Oriol Junqueras, gran vencedor de la crisis, sale reforzado con nuevas atribuciones y será el indiscutible hombre fuerte de la Generalitat.
Los nuevos consellers, Jordi Turull (Presidencia), Joaquim Forn (Interior) y Clara Ponsatí (Enseñanza) tienen en común su independentismo recalcitrante y se da por supuesto que no se apartarán del procés.
Si el procés es por definición tumultuoso, los dos últimos días han sido los más agitados que se recuerdan. Salieron del Govern varios pesos pesados, sobre todo Neus Munté, encargada hasta ahora de dar la cara cada martes después de las reuniones del Ejecutivo. Portavoz y consejera de Presidencia, su relación con Puigdemont se había deteriorado en los últimos tiempos, pero nadie pensaba en un desenlace tan precipitado ni tan abrupto.
Sí eran más conocidas las dudas de Jordi Jané y de Meritxell Ruiz. Al frente de dos Departamentos clave para plantear el desafío al Estado que supone el referéndum unilateral del 1 de octubre, ambos se inclinaban por rebajar el nivel de implicación del Govern en la votación, por ejemplo dejando determinadas parcelas de la organización en manos externas. Pero eso habría acercado el referéndum al «proceso participativo» del 9-N de 2014, sin valor legal y sin consecuencias tangibles, y Puigdemont y Junqueras han prometido una consulta con todas las garantías de unas elecciones al uso.
Puigdemont no quiere más dudas hasta el 1 de octubre, y no le ha temblado el pulso para fulminar en poco más de una semana a casi un tercio de su Govern. La destitución de Jordi Baiget hace unos días, precisamente por dudar de que el referéndum pudiera celebrarse en los términos anunciados, y por admitir que temía sobre las repercusiones del choque con el Estado en su bolsillo, fue el prólogo de las salidas de ayer.
Nadie en la Generalitat duda de que el choque esta vez va a producirse. Saben que el Tribunal Constitucional (TC) anulará la Ley del Referéndum en cuanto se apruebe en el Parlament, a finales de agosto o principios de septiembre, y están decididos a no acatar esa suspensión. Quieren forzar a Mariano Rajoy a tomar medidas coercitivas, y confían en una reacción multitudinaria y permanente de los catalanes. A partir de ahí, todo es posible, piensan.
Con ese objetivo en mente, Puigdemont y Junqueras llevaban días hablando sobre qué cambios convendría llevar a cabo en un Ejecutivo que diseñó Artur Mas antes de ser apartado de la Presidencia por la CUP. Consciente de que el malestar entre amplios sectores del PDeCAT se había incrementado tras la salida de Baiget, el jefe del Ejecutivo catalán quiso escuchar uno por uno, entre el miércoles y el jueves, a todos los consellers de su partido. Ayer aseguró que él no quería destituir a nadie, que los tres que se van dan «un paso al lado» por voluntad propia.
Ahora Forn, como jefe de Interior, tendrá a su cargo a los Mossos d’Esquadra, cuya actuación será crucial si llega el enfrentamiento abierto. Y Ponsatí, en Enseñanza, tratará de que los colegios electorales estén abiertos el 1-O. En realidad, la única obsesión del Govern que se constituyó ayer es el referéndum.
Pero la brecha entre Puigdemont y su partido se ha ensanchado estos días. También por el hecho de que ninguno de los consejeros salientes sea de ERC. Amplios sectores del PDeCAT tienen la sensación de que sólo ellos cargan por ahora con las consecuencias judiciales del procés, y que además con los cambios de ayer quedan señalados como los únicos que titubean frente a sus grandes rivales dentro del espacio demoscópico independentista. Cabe recordar que Munté es vicepresidenta del PDeCAT.
Además, también es miembro del PDeCAT el cuarto dimisionario de ayer. El hasta ahora secretario del Govern, Joan Vidal de Ciurana, será sustituido por Víctor Cullell.
Puigdemont y Junqueras explicaron los cambios por la mañana en rueda de prensa, antes de que por la tarde los nuevos consellers tomaran posesión de sus cargos. El president quiso mostrar una voluntad de hierro. «La legislatura autonómica se acabará el 1 de octubre con un referéndum de autodeterminación. Al día siguiente empezará una nueva etapa en función de la voluntad de los catalanes. O bien será una nueva etapa autonómica, si gana el no, o bien una en que Cataluña empezará a caminar como Estado independiente», dijo.
Él y Junqueras aseguraron que, tras los cambios de ayer, no se plantean que el Gobierno pueda impedir el referéndum. «No tenemos ninguna intención de que no haya referéndum. Se nos hace difícil ver cómo en un Estado democrático se puede impedir que millones de personas que quieren votar no voten. No cabe esa posibilidad», insistió Puigdemont.
Junqueras anunció que se crea a partir de ahora un órgano de «coordinación» del referéndum, formado por los dos principales dirigentes del Govern y por Cullell (nuevo secretario del Ejecutivo) y Josep Maria Jové, secretario general de Vicepresidencia.
Sin embargo, ese comité no impedirá que siga funcionando otro, mucho más secreto, que actúa en la sombra desde hace meses, y que era uno de los principales focos de malestar de los dimisionarios. Lo integran, entre otros, antiguos dirigentes nacionalistas como David Madí o Xavier Vendrell, además de Artur Mas. Los consejeros del PDeCAT se quejaban de que eso provocaba que no les llegase toda la información, aunque ellos tuvieran que asumir las consecuencias –incluso penales– de sus decisiones. Ese sanedrín seguirá en activo, confirmó Puigdemont.
Los cambios permiten también que Junqueras asuma finalmente el área de procesos electorales –clave en la preparación del 1-O–, que pasa a formar parte del Departamento de Vicepresidencia. El líder de ERC anunció que, también como él quería, el Govern tomará a partir de ahora todas sus decisiones sensibles «de forma colegiada». El vicepresidente promovía esta fórmula para asegurarse de que nadie buscaría sólo su inhabilitación de cara a una futura convocatoria electoral. Una vez lograda la adhesión incondicional de todos los miembros del Govern, Puigdemont y Junqueras piensan que no hay marcha atrás posible.
EL MUNDO – 15/07/17