IGNACIO MARCO-GARDOQUI-EL CORREO

  • Si el capitalismo de amigotes es un cáncer peligroso, el capitalismo de afinidades políticas es una actitud suicida
La crisis económica derivada de la pandemia es de tal magnitud que ha derribado mitos y nos ha obligado a modificar comportamientos de honda raigambre. No me refiero a que no podamos movernos o, mejor, que lo hagamos de una manera espasmódica, en medio de confinamientos erráticos y no siempre explicables. Tampoco pensaba hablarle de cosas como el teletrabajo o la reducción de los viajes profesionales. No, quería comentarle la obligada apostasía europea de sus sacrosantos principios de estabilidad. Ya nadie se acuerda, y quienes lo hacen no pueden reprimir una sonrisa irritante de condescendencia, que la UE había elevado a la categoría de dogmas unos principios básicos de comportamiento de las cuentas públicas con el loable objetivo de garantizar la estabilidad del euro. Aunque los países ‘sospechosos’ éramos los del Sur -Italia, Grecia, Portugal y España-, lo cierto es que fueron la orgullosa Francia y la severa Alemania quienes primero se saltaron los límites.

Luego volvió la ortodoxia y ha aguantado con no pocos sobresaltos hasta la llegada de la pandemia, que ha provocado su explosión descontrolada. Europa se olvida de las exigencias de austeridad y control de déficits y deuda, al menos en 2020 y 2021. Puede que también se vea obligada a hacerlo en 2022. Pero llegará el 23 y habrá que presentar un plan de consolidación. No quiero ni pensar lo que sucederá entonces, cuando nos obliguen a reducir dos o tres puntos de deuda sobre PIB cada año. Los ajustes en los gastos y las subidas de impuestos serán tan grandes que derribarán gobiernos y soliviantarán a los ciudadanos.

Mientras tanto, además de no tener corsés, parece que vamos a tener ayudas. Unas ayudas que llegarán tras cumplir algunos compromisos previos a su aprobación y otros anteriores a su liquidación. Para que eso suceda hay que adoptar criterios objetivos y actuaciones transparentes. Justo lo que no estamos haciendo. El caso de Plus Ultra, y en menor medida algún otro como Air Europa, son el ejemplo perfecto de lo que no se debe hacer y de lo que pone en peligro la llegada de las ayudas europeas. Ayer mismo, Villar Mir pidió 300 millones. ¿No va a pedir algo usted? La discrecionalidad es peligrosa y la oscuridad es letal. Si el capitalismo de amigotes es un cáncer peligroso, el capitalismo de afinidades políticas es una actitud suicida. España va a recibir dinero y para ello tendrá que asumir comportamientos. ¿Cuáles? Pues justo los contrarios a los actuales.