MIGUEL ESCUDERO-EL CORREO

Hace tres años, siendo portavoz de ERC en el Congreso de los Diputados, Joan Tardà escribió en un diario barcelonés: «Nada sería peor que engendrar un proceso de ‘batasunización’ en Cataluña». ¿Hacen falta explicaciones de su coherencia? Otegi acaba de hacer campaña por ERC. Como era de prever, dos meses después de celebradas las elecciones, la política catalana sigue encallada y encanallada. Los Puigdemont, los Junqueras y los ‘proestablishment’ de la CUP optan por no gobernar ni dejar hacerlo, sólo ordenan medidas favorables a los suyos y las partidas económicas se dan pensando en la irrenunciable secesión. Un abuso de poder en toda regla. El pueblo catalán está penosamente escindido y desconectado entre sí, camina hacia la ruina.

Ortega enseñó que para ascender es necesaria «la plena conciencia de nuestra miseria espiritual y de nuestra corrupción política y administrativa», lo cual es tabú en la Cataluña dominante, narcisista e inmadura. Urge la recuperación del pulso vital y tengo claro que, para ello, hay que pensar y actuar en términos culturales y morales, hablar en voz alta y no confiar en exceso en los políticos.

Para superar una mentalidad cerrada al razonamiento libre hay que contar con el efecto ‘Backfire’ (el ‘tiro por la culata’). Al cuestionar unas creencias arraigadas, nuestros argumentos, por certeros que sean, rebotan como ofensas y afianzan la pasión de ignorancia. Por improbable que sea, hay que seducir antes que convencer.

Para abonar el terreno de la racionalidad y formar la mente, el gran matemático André Weil recomendaba «aprender a tomar apuntes de forma inteligente». Pedagogía lenta y paciente.