Juvenalia

IGNACIO CAMACHO, ABC – 21/06/14

· La irrupción del Rey Felipe ha desatado una fiebre jubilar que amenaza con mandar al desván a toda la nomenclatura.

Se llama efebocracia. Después de que el Rey Felipe haya dado el taponazo generacional se ha desatado en España una fiebre jubilar que amenaza con mandar al desván a toda la nomenclatura vigente, la de los hermanos pequeños de los protagonistas de una Transición en desguace. Asociada al éxito del concepto de «casta», esta suerte de posmoderna sublevación antisenatorial está sembrando un clima de pogromo social ejecutado por vanguardias adanistas, de caza de brujas en la que las canas se han vuelto sospechosas.

En la política lo que hay es directamente un dominó abdicatorio que se está llevando por delante a unos líderes vistos como carrozas; el PSOE se ha ido a buscar el suyo a la guardería del partido y en IU ya miran a Cayo Lara con claro aire de purga de jóvenes rojos. En cuanto se consume el relevo en la izquierda, a Rajoy, que al lado de Felipe VI parece de otro siglo, se le va a poner cara de abuelito de Heidi.

La pasión juvenilista apunta hasta contra Vicente del Bosque, que se acerca a la edad de cobrar el montepío. El seleccionador, que en la Transición ya jugaba de medio centro, también es «casta» al criterio de esta integrista mentalidad renovadora; cobra un salario público generoso y fue nombrado a dedo, sin referéndum ni nada: está para los leones. Lo podría haber sostenido un buen Mundial, porque la cultura de la modernización es exitista, pero después del descalabro ha sido señalado como culpable, no por malo sino por viejo. Se le busca un sustituto lampiño que a ser posible acabe de hacer la Comunión, y los talibanes del peterpanismo en boga piden de paso las cabezas de Casillas, Alonso o Xavi Hernández, reos de haber rebasado la treintena. La catarsis en marcha sugiere un nuevo equipo nacional reclutado entre zagales de la ESO.

En realidad Don Felipe, que ya tampoco es un muchacho, solo apeló a su propia generación, la del 68, para protagonizar el futuro inmediato. Un reto de responsabilidad para cuarentones taponados por el aumento de la esperanza de vida. Pero el propio relevo de la Corona ha descorchado una especie de revolución demográfica dando carta de naturaleza a un asalto al poder algo malthusiano, fundamentado en el mero tránsito biológico. Es una cuestión de marcos mentales, de pensamiento dominante, de una antropología social adolescente que de repente desprecia y arrincona a los ancianos de la tribu.

Hace tiempo que las estadísticas laborales tienden a destacar el aterrador paro juvenil soslayando otro fenómeno no menos dramático: el de los desempleados maduros arrollados por el abaratamiento del despido y con nulas expectativas de trabajo, condenados a pasar del Inem a la jubilación en un gigantesco derroche de capital humano. Pero ellos no tienen adalides políticos ni mediáticos; cuando Rubalcaba bromeó con fundar las Senectudes Socialistas no sabía hasta qué punto iba a necesitarlo.