Santiango Gonzáez, EL MUNDO, 20/6/11
La prensa amiga titulaba IU decide dar el Gobierno en Extremadura al PP. Es un exceso de sentido, como casi todo en este tiempo. Un titular más apropiado era: IU decide negar el Gobierno de Extremadura al PSOE. Cuestión de matices. Lo que los comunistas extremeños decidieron ayer fue que los socialistas no les merecían la confianza suficiente como para votarles. Tampoco votaron al PP, se limitaron a permitir que el voto mayoritario decidiera qué partido iba a ocupar la Junta durante los próximos cuatro años.
En Extremadura se han enfrentado las dos almas de Izquierda Unida: por una parte, Llamazares y Cayo Lara; por la otra, el orgullo del viejo califa, Julio Anguita, cuyo recuerdo es un mentís de la coartada con que aquellos justifican su escasa representatividad.
Es verdad que la Ley Electoral beneficia a los partidos mayoritarios en España y en las comunidades autónomas en detrimento de los pequeños partidos nacionales, como IU y UPyD, pero no basta para explicar que los 21 escaños de Anguita en el Congreso en 1996 se hayan reducido a dos con la misma ley.
Se reprocha a Anguita la famosa pinza que hizo con Aznar contra González, una prueba del talento de nuestros socialistas para descristianar a cualquiera negándole las aguas bautismales. La izquierda es una religión alternativa, y más en este país, que, como decía el gran Julio Camba, tiene una cocina demasiado influida por el ajo y las preocupaciones religiosas. Mi antiguo camarada Raúl del Pozo escribía el otro día contra la monserga de la pinza, que eso era lo que todos habíamos admirado en Italia cuando Berlinguer lo llamaba «compromiso histórico», allá por los años 70 del siglo pasado.
Una de las trampas más características del zapaterismo ha sido la condensación de las fobias en el otro, lo que permitía a los socialistas ejercer el poder sin necesidad de acercar posturas con aliados potenciales. El rechazo a la derecha –extrema, cuando se terciaba– bastaba para recabar el asentimiento de IU en la política nacional. Los nacionalistas se lo hacían pagar en cash, pero a escote nada es caro. Cuando convenía, en Euskadi contra el PNV, por ejemplo, conseguía que el PP apoyara su Gobierno casi gratis, aunque eso, para el presidente subyacente, era compatible con negociar el apoyo del PNV a cambio de debilitar al lehendakari socialista. Habría que remontarse a Mitterrand para encontrar algo parecido.
Sin embargo, tanto va el cántaro a la fuente, los extremeños se han plantado. Hartos ya de estar hartos de un contrato de adhesión a un poder socialista que no ha sabido renovarse desde Ibarra, que ha extendido el clientelismo hasta extremos desconocidos en el mundo civilizado (la tasa de funcionarios alcanza el 33% de la población activa), han decidido pasar por esta vez, y permitir, con su abstención, que la lista más votada encabece la Junta. El Pacto del Tinell no vale, ni las amenazas de «que viene la derecha». Cayo Lara ha visto fracasar el gregarismo contra el hartazgo de sus correligionarios extremeños, que, como el parroquiano del chiste, replican a los males que les anuncia el predicador: «Si hay que ir al infierno, se va, pero no nos acojone».
Santiango Gonzáez, EL MUNDO, 20/6/11