Pablo Iglesias ha fracasado en su primer intento de someter a Íñigo Errejón. La consulta entre las bases de Podemos con la que el secretario general pretendía exhibir su fortaleza para que tanto el número dos como sus afines rebajasen sus aspiraciones políticas en la organización, ha revelado por primera vez que el equilibrio de fuerzas entre el pablismo y el errejonismo está a la par. Que ambos sectores tienen prácticamente el mismo peso entre los militantes del partido. Y es que la victoria pírrica con la que Iglesias saldó su primer duelo con Errejón deja malogrado al líder de Podemos y le obliga a replantearse su estrategia para el congreso de febrero. Todo lo contrario que el secretario político, que sale fortalecido de cara a una previsible negociación previa a la segunda Asamblea Ciudadana para exigir la integración tanto de sus tesis políticas como de su equipo.
El amargo triunfo de Iglesias se dio por sólo 2,4 puntos de diferencia, apenas 2.400 votos, en un ajustadísimo resultado que refleja por primera vez en números la profunda división interna y el respaldo creciente con el que cuenta Errejón para continuar dando la batalla orgánica por sus ideas. Hay que recordar que Iglesias venía despachando este tipo de votaciones con resultados que no bajaban del 80% de apoyo y, en los mejores casos, con auténticos paseos militares, con una contestación interna residual. Ahora, en cambio, ha conseguido tan sólo un 41,57% de los apoyos (40.830 votos) mientras que su secretario político se ha alzado con un 39,12% (38.419 votos). La tercera familia destacada del partido, los anticapitalistas, se queda en el 10,50%, con 10.313 votos.
Así, la única buena noticia para Iglesias es que al menos ha logrado el objetivo público por el que había convocado la consulta entre los militantes: la elección del sistema de voto que se utilizará en el congreso. Aunque haya sido por la mínima, sí ha conseguido imponer un sistema de votación y unas reglas de juego a su medida y que en caso de un duelo definitivo con Errejón le sitúan en ventaja. Una circunstancia que también explica el sorprendente dato de que haya seis de cada 10 militantes de Podemos que rechacen esas normas y prefieran un modelo diferente al propuesto por el secretario general.
Pero al margen de las cuestiones técnicas o metodológicas, la consulta arroja una lectura política rotunda y desoladora para las pretensiones del líder de Podemos, que encaraba el congreso con la intención de hacer valer sus posiciones y su equipo a toda costa, al tiempo que planteaba una oferta a la baja a los errejonistas para que éstos jugaran un papel más secundario dentro de la organización. Incluso reivindicando que sólo los más votados debían ocupar «la primera línea» del partido. Ahora todo ese planteamiento se viene abajo por la fotografía que desvela el equilibrio de fuerzas parejo entre corrientes.
«Esto lo cambia todo. Hay un vuelco», reconocían ayer en las filas errejonistas, donde se destacaba que Iglesias ya no puede dar la imagen de que él tiene un apoyo abrumador entre las bases mientras que a su derecha e izquierda –por los errejonistas y los anticapitalistas– sólo hay dos «minorías» con apenas peso interno.
Las consecuencias del resultado se tendrán que poner en práctica dentro de unas semanas, cuando después del descanso navideño arranquen las conversaciones para tantear las posibilidades de alcanzar un pacto que evite un choque de trenes en Vistalegre II. La idea de Iglesias y Errejón es negociar, pero ahora se han invertido los papeles que se atribuían antes de la consulta. El secretario general ha salido muy debilitado para imponerse mientras que el secretario político tiene los números en su mano para exigir que ese posible acuerdo refleje un equilibro de prácticamente el mismo peso entre las dos corrientes.
Fuentes cercanas al líder de Podemos insistían unos días antes en que su «oferta» a Errejón no iba a estar determinada por el resultado, sino que iba a ser «la misma» independientemente del ganador. Sin embargo, Iglesias ya fue rebajando ayer parte de ese tono reivindicando públicamente su predisposición a integrar a Errejón y a obedecer el «mandato» de las bases. Un planteamiento que se aleja mucho del órdago que lanzó hace apenas unos días cuando advirtió a los militantes que si su proyecto político y su equipo no ganaban en el congreso él rechazaría seguir como secretario general.
En la otra parte, el resultado da alas a Errejón que se puede permitir insistir en su batalla para que sean aceptadas ciertas ideas políticas y organizativas. No está claro cómo se plantearía esa negociación pero hay predisposición a presentar incluso los documentos propios antes de sentarse a la mesa con Iglesias, para que queden claras las diferencias y para que ese debate cale hacia abajo. La duda está en si Iglesias aceptará una buena parte de sus tesis o si mirará a la izquierda para buscar el apoyo de la corriente anticapitalista.