En esta España del revés, donde los lobitos buenos maltratan a los corderos como en la cantata ronca de Paco Ibáñez o donde se tacha de “fascista” al que denuncia el supremacismo de antorchas nazis, cuando un Pedro Sánchez vencido en las urnas proclama que se va “a dedicar en cuerpo y alma a lograr la investidura”, hay que presumirlo dispuesto a supeditar a que lo hará sin límites ni escrúpulos. Ahí estriba su “manual de resistencia”. Así, cuando el viernes brindó el imposible metafísico de un proyecto “de progreso y convivencia” consecuente con la Constitución con quienes la repudian -ERC, Junts, Bildu, PNV y BNG-, mientras asía del brazo al presidente de la CEOE, Antonio Garamendi, evocaba la obsequiosidad del escorpión con la rana a la que le ruega que le ayude a vadear el río sabedora ésta de que le clavará su letal aguijón al estar en su condición.
Claro que, con un empresariado supeditado al BOE y a las subvenciones digitales -por el modo discrecional de dispensarlas, no por su destino-, muchos transigirán: “¡Démosle ocasión de redimirse al escorpión, hermanas ranas!». Clama que, en la sede de la CEOE, blande la “seguridad jurídica” quien la quebranta hasta recibir la doble condena del Tribunal Constitucional, así como el “liderazgo global” quien se encomienda al tribalismo y edifica una Babelia que socava su lengua común (y una de las más habladas del mundo) para que el entendimiento sea ininteligible entre españoles. Puro sarcasmo.
Para perpetrar sus planes, Sáncheztein, con el coro de campanilleros de su colosal aparato mediático, persigue el sesteo de los españoles para que, cual batracios dentro de un cazo con agua puesta a calentar a fuego lento, se aclimaten con naturalidad al cambio de régimen a fin de que, al desperezarse de su somnolencia, se topen huérfanos de nación y de democracia.
Habiendo vendido su alma al diablo para ser un presidente Frankenstein, está resuelto a destruir el cuerpo de la nación y su democracia, sometido al yugo de buey de quienes descuellan en desestabilizar ambas desde la consagración de una Constitución “saludada” por ETA la víspera con un atentado. Si no se frena a Sáncheztein lo volverá a hacer asimilando el discurso de sus cómplices. Parafraseando al protagonista de una viñeta del genio del humor que fue Chumy Chúmez, no hay que creerlo ni en lo que NO dice. Acredita que la verdad no habla por su boca. No para todos. Basta ver los que le han votado como alondras deslumbradas por sus espejuelos, junto a los recalcitrantes para los que el PSOE es su patria pese a rasgarse las vestiduras, a los ciegos voluntarios y a aquellos cuyo sueldo depende de hacérselo.
Ahora, Borrell se desmarca de la vieja guardia del PSOE que trata de salvar su responsabilidad ante la historia y a la que Sánchez atemoriza con purgarlos exhibiendo la cabeza de Nicolás Redondo Terreros
Sáncheztein tiene aprendida la lección de octubre de 2017 cuando los constitucionalistas catalanes, al ser arrojados de golpe al líquido hirviente, reaccionaron pegando un brioso brinco. Hace seis años, el PSC que puso la semilla del “procés” con una reforma estatuyente que el nacionalismo no había requerido se unió a rastras a la movilización de aquel 😯 contra la independencia para adueñarse de aquel movimiento de resistencia cívica y desmontarlo con el oficio artero del flautista Borrell sofocando a quienes urgían “¡Puigdemont, a prisión!”. “No gritéis -les afeó- como en los circos romanos. A la prisión sólo va quien dice el juez”. Echando la vista atrás, el fervorín de quien contó entonces que no pensaba unirse a la marcha, pero que se animó al hallarse en el Pirineo y ver “las hojas rojas y amarillas del otoño dibujando los colores de la bandera española”, se revela una estafa. Como los indultos de Sánchez a los golpistas a los que imputaba delito de rebelión o la amnistía que cocina para el prófugo al que se comprometió a entregar a la Justicia.
Ahora, Borrell se desmarca de la vieja guardia del PSOE que trata de salvar su responsabilidad ante la historia y a la que Sánchez atemoriza con purgarlos exhibiendo la cabeza de Nicolás Redondo Terreros por rebelarse contra una amnistía que pone en almoneda al PSOE de la restauración democrática y entronca con el largocaballerista de la II República en línea con Zapatero. Si González escarmentó de los errores de un PSOE que abocó a la II República a la Guerra Civil, Sáncheztein -primero con su memoria democrática al gusto de Bildu y ahora con una amnistía a la de Puigdemont- desanda el camino que ha facultado el periodo de mayor libertad y bienestar de la Historia de España. Por encima de discusiones bizantinas -como las que precipitaron la caída de Constantinopla- sobre el encaje constitucional de la amnistía a los segregacionistas, tal claudicación infamará al Estado de derecho y a sus instituciones, del Rey abajo todas, así como a su integridad territorial balcanizándola. Haciendo menos libres e iguales a sus ciudadanos, se les encamina, de “regreso al futuro”, a una Nueva Edad Media donde el supremacismo imponga sus exigencias señoriales y forales.
Lo peor de su investidura implorada es conferir un papel clave, dado el peregrinar de una vicepresidenta al palacete de Waterloo, a un reyezuelo sin taifa y Puigdemont aparente ser el oficiante de la ronda de consultas, en vez de Felipe VI
A lomos del tigre separatista, era cuestión de tiempo que el procés, tras su legitimación tácita y su legalización expresa, alcanzara a toda España arrastrada por la ambición de poder de Sáncheztein que, lejos de ser un rehén del separatismo, es su cómplice hasta rescatar a éste de su fiasco del 23-J y postrarse de hinojos al prófugo de la quinta fuerza en Cataluña. Para Sánchez, “no hay quinto malo” si le reporta la victoria que no cosechó. Con todo, lo peor de su investidura implorada, es conferir un papel clave, dado el peregrinar de una vicepresidenta suya y de sus aliados al palacete de Waterloo, a un reyezuelo sin taifa y Puigdemont aparente ser el oficiante de la ronda de consultas, en vez de Felipe VI. A esa abyección arrastra Sáncheztein a España.
Si ya el indulto a los golpistas del 1-O supuso un “autoindulto” de Sánchez al beneficiar a quienes le sustentan en Moncloa, según arguyó el Tribunal Supremo para negarse a conmutar la pena, la amnistía opera otro tanto. Con la carga explosiva que encierra una medida que siempre acompaña a un cambio de régimen, se franquearía un proceso constituyente que, saltándose los procedimientos de reforma de la Constitución y con la venia de un TC autoerigido en fautor de derechos en vez de garante de la Carta Magna, se reportaría a Sánchez y a sus sosias un seguro de permanencia en el poder al vedar la alternancia como extensión del pacto del Tinell suscrito con Zapatero entre el PSC y el ERC, así como la disgregación de España en nacioncitas autodeterminables bajo el marbete de la plurinacionalidad. Un oxímoron sí, pero negocio “redondo” para los tramoyistas.
El novelista Cercas se fía de que Sánchez no promulgará una amnistía como la de 1977. Tiene razón. La denominará de otro nombre, pero sus efectos serán letales
De este jaez, el dilema del conservadurismo verbalizado por José Calvo Sotelo en vísperas de su asesinato por sicarios de Indalecio Prieto, tras ser señalado públicamente por Dolores Ibárruri “La Pasionaria”, de que siempre antepondría una España roja a una España rota ya no se contrapondrían porque tanto Sánchez como sus aliados tendrían dos objetivos al precio de uno. De ahí que, cual camaleón que toma el color de los partidos que le asisten en su fuga, Sáncheztein volverá a hacerlo. El novelista Cercas se fía de que Sánchez no promulgará una amnistía como la de 1977. Tiene razón. La denominará de otro nombre, pero sus efectos serán letales al deslegitimar la democracia española y equipar su Tribunal Supremo al disuelto Tribunal de Orden Público (TOP) franquista. Quizá a Cercas le baste con un eufemismo para aliviar su alma afligida y asumir el trágala con la avenencia de su hermana, diputada del PSC, que se adscribió a Junts a fin de que Puigdemont goce de grupo parlamentario. Llamaran convivencia a la amnistía como diálogo a la cesión. ¡Oh diálogo, cuántos crímenes se cometen en tu nombre! Lo gritó, referido a la libertad, Madame Roland, heroína de la Revolución Francesa, al ser decapitada en la Plaza de la Concordia,
Con su expulsión del partido que fue su cuna por su artículo “Dignidad” -como si ésta no cupiera dentro- contra la amnistía como moneda con la que comprar el voto de Puigdemont, Nicolás Redondo es ese hombre justo que aguardó Abraham para contener la cólera divina y evitar que devastara Sodoma y Gomorra por sus pecados. Abraham dio con el cabal de Lot. Ni siquiera le pudo acompañar su mujer, convertida en estatua de sal por volver la vista atrás para contemplar cómo ardía Sodoma. Por ahora, las fundadas quejas de otros socialistas se quedan en eso. Ya acaeció en 2006 con la aprobación del Estatut en las Cortes. Ni el ministro coartada Bono ni diputados críticos como Guerra, Benegas, Leguina o Marugán transgredieron la disciplina de voto.
La movilización de una anestesiada opinión pública, pese al desconcierto de sus líderes y de sus élites, debiera frustrar este asalto irreversible al Estado de derecho y a la nación
Si la concentración en la Plaza de Colón de 2019 obligó a congelar el oprobioso pacto de Pedralbes de Sánchez con Torra y que ahora retoma con el fugado Puigdemont, la movilización de una anestesiada opinión pública, pese al desconcierto de sus líderes y de sus élites, debiera frustrar este asalto irreversible al Estado de derecho y a la nación. Con un Sánchez entregado, el secesionismo pretende culminar bajo la artificiosidad de un Estado plurinacional con las facilidades de quienes pasan por constitucionalistas y que festejan el caballo de Troya donado por los sitiadores. Es calamitoso cómo el constitucionalismo disipa sus éxitos entre complejos y desavenencias. Como con las marchas de Sociedad Civil a raíz del 1-O o sus éxitos en las urnas, bien por falta de audacia (Arrimadas), bien de convencimiento (Illa). Ojalá que, como indicó la madre de los Pagaza en memoria del hijo asesinado por ETA e interpelando a Patxi López (envés ético de Redondo) no haya que exclamar con el dolor de aquella desencantada socialista entregada –ella sí- en cuerpo y alma: “¡Qué solos estamos los que no hemos cerrado los ojos!”.