IGNACIO CAMACHO-ABC

  • El colapso del voto por correo es el colofón de una legislatura sin respeto por la regularidad de los procedimientos

El sanchismo va a acabar como surgió: entre el caos, la ineptitud y la anomalía. El colapso del voto por correo está a punto de privar a muchos miles de españoles de su derecho constitucional a la participación política, lo que significa una amputación sustantiva del ejercicio de la ciudadanía. No soy de los que piensan que acaso se trate de una alambicada manera de boicotear el barruntado triunfo de la derecha, básicamente porque eso supondría aceptar la falsa idea de que sólo los liberales y conservadores disponen de suficiente renta para permitirse unas vacaciones veraniegas. El atasco es sobre todo la previsible secuela objetiva de una gestión caracterizada por la incompetencia manifiesta de una dirección enchufada por amiguismo que ha conducido a la compañía estatal a la quiebra. Pero es obvio que las consecuencias, unidas a la reputación ventajista de este Gobierno, proyectan también una entendible sombra de recelo y sospecha, una especulación malévola sobre la posibilidad de una última y desesperada táctica maniobrera. Y esa hipótesis suspicaz sólo la puede disipar una acción eficaz que resuelva a contrarreloj el problema de la entrega de papeletas, aunque ya será difícil evitar las colas, la incertidumbre, la pérdida de tiempo y demás molestias provocadas por la evidente incapacidad de la empresa para afrontar la responsabilidad estratégica que la elección de la fecha de los comicios depositó sobre ella.

Si fracasa –y está a punto de hacerlo– el plan de reparto, las elecciones se pueden celebrar en una atmósfera de susceptibilidad y escándalo. Lo peor que puede ocurrir en un país democrático es que el escrutinio electoral quede envuelto en reticencias sobre el resultado y una parte de los votantes tenga motivos, aunque sean conjeturales, para aventar denuncias de pucherazo. Es una cuestión de credibilidad, de higiene pública más que de eventuales impactos prácticos; el tapón del sufragio postal apenas podría alterar un número mínimo de escaños en el peor y más improbable de los casos. Lo que está en riesgo es la confianza en la limpieza del procedimiento, quizá el mayor capital acumulado por el sistema a lo largo de décadas de escrupuloso respeto por la observancia de las reglas de juego. Y ése es el principal deterioro que el mandato sanchista ha causado en el ámbito institucional con su intento de eliminar o invadir todos sus mecanismos de contrapeso para crear un inmenso aparato de poder sistémico. Un presidente que coloca a uno de sus pretorianos al frente de Correos se queda sin el beneficio de la duda cuando llega el momento de demostrar la neutralidad de su desempeño técnico. Y precedentes como el CIS y otros organismos colonizados ayudan poco a convencer a los escépticos. Hemos llegado a un punto en que el más optimista de los supuestos consiste en pensar que nos ha gobernado una tropa de mandrias chapuceros.