ABC 21/04/13
Sea por razones históricas, educativas, políticas o culturales, el patriotismo es un término tabú en España. Carmen Posadas, Gregorio Marañón, Albert Boadella y Serafín Fanjul lo abordaron sin complejos en la mesa redonda que organizó ABC
Desde la página 18 Una escritora uruguaya de nacimiento que se enorgullece de ser también española. Un dramaturgo catalán convertido en azote del secesionismo. Un arabista y académico de la Historia acostumbrado a ser políticamente incorrecto. Y el presidente del Teatro Real, académico y nieto del pensador Gregorio Marañón. No es fácil encontrar a cuatro personalidades de la talla y con currículum tan diversos como Carmen Posadas, Albert Boadella, Serafín Fanjul y Gregorio Marañón Bertrán de Lis. Más difícil aún reunirlas para abordar sin complejos un asunto tabú como el de la ausencia del patriotismo en España.
Ramón Pérez -Maura: De los aquí presentes, tanto Carmen Posadas como yo tenemos dos nacionalidades. Ella uruguaya y española, y yo colombiano y español. En mi caso, me sorprende la comparación con España, porque en Colombia hasta las guerrillas más opuestas al Gobierno lucen la bandera nacional. ¿Por qué creéis que existe esta diferencia entre España y otros países de nuestro entorno cultural o geográfico?
Serafín Fanjul: La explicación fácil que se da es que el franquismo determinó la marcha de lo que ha venido después. Yo no sé si la cosa viene de más atrás. Hay constantes sociales que vienen del XIX, aunque entonces el patriotismo estaba en auge, incluidos los catalanes. En la guerra de África de 1859, tanto Cataluña como el País Vasco participaron activamente. Después, eso se rompió con las guerras coloniales de Cuba y por supuesto con la de Marruecos de 1909, porque la gente ya estaba viviendo los movimientos sociales desde abajo y estaban viendo que los problemas los estaban sufriendo sobre todo las clases necesitadas. Por ahí empezó una ruptura de la idea de patriotismo en parte de la izquierda de entonces, en los anarquistas desde luego, pero en los socialistas también. La derecha, pero también los republicanos como Azaña, tenían un sentimiento nacional y patriótico. Pero el franquismo y la asociación, por parte de la izquierda, del patriotismo al franquismo, contribuyó a que se debilitase el sentimiento patriótico. De todos modos, en las clases populares españolas no está tan claro que no exista hoy ese patriotismo. Lo que ocurre es que es elemental o se manifiesta en cuestiones que a veces ciertos intelectuales consideran ridículas. ¿El fútbol? Pues a mí me parece una maravilla que a través del fútbol se promueva el nacionalismo, e incluso el chauvinismo, hombre, con cierta moderación… Pero me encanta que España gane hasta a las canicas.
Gregorio Marañón Bertrán de Lis: Creo que la crisis del patriotismo como algunos lo entienden no es un problema únicamente español, y que, además, viene de lejos. El patriotismo ha tenido una curiosa evolución ideológica. Nace con la Revolución Francesa, lo hacen suyo los liberales y los ilustrados del siglo XIX, y, finalmente, se integra en el ideario conservador. En esa evolución, casi nunca fue una identificación aceptada por todos. Pero el patriotismo, en definitiva, es un sentimiento de amor a nuestro lugar de arraigo, y este sentimiento natural lo tenemos todos, al margen de que a algunos les cueste reconocerse bajo este término. Hoy, más que falta de patriotismo, lo que hay son distintos patriotismos. Por un lado, el fenómeno de la globalización apunta hacia un patriotismo nuevo, de carácter planetario, en el que se defienden por primera vez causas como todas las relacionadas con la conservación del medio ambiente. El fenómeno popular de apoyo a «la Roja», a esa excelente selección de fútbol, es sintomático de la existencia de ese patriotismo español, que debería unirnos a todos. Lo que puede explicar que este patriotismo español no se reconozca suficientemente por nuestros ciudadanos es, por un lado, la apropiación durante décadas que del mismo hizo el régimen franquista, excluyendo a los españoles que no compartían sus principios políticos, que pasaban a constituir la antiespaña; y, por otro, la ausencia durante el periodo de la democracia de un adecuado proyecto educativo. Como Rousseau dijo, el patriotismo es la virtud por excelencia del buen ciudadano, pero debe cultivarse y fortalecerse por medio de la educación pública.
Carmen Posadas: Creo sin embargo que la globalización a la que aludía Gregorio —esa globalización que hace que la gente se vista igual en Hong Kong, en Australia y en España— ha borrado de alguna manera las señas de identidad, hace que la gente necesite volver a lo más elemental, a la tribu. Creo que hay una vuelta a la tribu. Es un movimiento que se está dando en toda Europa. Puede ser un fenómeno peligroso, porque pese a que habitualmente se diga que «todos somos europeos», eso es una entelequia. ¿Quién se siente europeo? Nadie. Todo es más «parochial», que dicen los ingleses. Necesitas sentirte casi de un barrio.
Albert Boadella: Lo que más ha estimulado los patriotismos han sido las guerras. En nuestro caso, ha sido un fenómeno inverso, porque se trató de una guerra civil. Pero el hecho que vino a ser determinante en la Transición fue el traspaso de las competencias de Educación a las comunidades autónomas. Esto ha sido aprovechado por las nacionalidades con delirios secesionistas de manera extraordinaria para que varias generaciones estuvieran educadas contra el Estado español. Y en el resto de comunidades hay muchas veces cierto catetismo, de tal manera que el río solo pasa por el trozo que pasa por su territorio. Esto ha sido definitivo para que no se consiguiera una cierta idea de país. Además, España no tiene paranoias… Las paranoias son importantes en la estimulación del patriotismo. Todo ello ha contribuido a que lleguemos a un punto en que a alguien que lleva la bandera española le llamen habitualmente «facha» o «fascista». Tampoco tenemos letra del himno, y los futbolistas tienen que hacer el memo antes de una confrontación nacional de fútbol. O sea, que se han desmontado los mínimos elementos que pudieran ser cauce de un sentimiento patriótico. La política se equivocó en la Transición. No se supo leer la la Historia.
Pérez-Maura: Varios de vosotros habéis mencionado las guerras. ¿Creéis que esta pérdida de patriotismo que tenemos llegaría al extremo de que, si el día de mañana, Dios no lo quiera, Marruecos por ejemplo invade Ceuta y Melilla, no habría españoles dispuestos a morir por defender estas dos ciudades españolas?
Fanjul: Mi opinión es que las clases populares sí. El resto no moverían ni un dedo.
Marañón: Yo creo que es una pregunta-trampa. Plantear esto como test de patriotismo no me parece válido. En la guerra de Cuba ya se planteó este debate porque las clases dirigentes se resistían a morir en aquel territorio. En la actualidad, y no sólo sucede en España, la opinión pública se resiste a aceptar bajas incluso en las acciones de guerra en las que la Fuerzas Armadas participan con bandera internacional. Con todo, no tengo duda de que los españoles se defenderían ante cualquier agresión extranjera sobre sus territorios.
Boadella: Los mayores defensores del secesionismo catalán los he encontrado en Madrid. Esto es una prueba del rechazo que estas élites tienen hacia una idea de España. Tenemos un problema porque nadie está dispuesto a defender las hectáreas que tenemos en este momento. Me preguntaban el otro día: «¿Usted cree que el Príncipe llegará a reinar en España?». Y yo le contesté: «Sí, sí, sí. Otra cosa es sobre cuántas hectáreas reinará». Ha ganado la idea de que cualquier región, cualquier barrio, tiene todo el derecho a decidir. Esto es lo que va a sabotear finalmente cualquier idea de patriotismo español, excepto con ocasión de ciertas victorias futbolísticas, lo cual es triste… Pérez-Maura: Mejor eso que nada. Fanjul: Yo también preferiría tener muchos premios Nobel de Física y de Química, pero de momento…
Posadas: Es evidente que las guerras han sido un elemento de cohesión a lo largo de la historia. Acabamos de enterrar a Margareth Thatcher. Y uno de sus activos más grandes fue el de mandar a reconquistar las Malvinas, que es un sitio inhóspito en el que hay ovejas y dos piedras mal puestas…
Pérez-Maura: Sí, pero tres ovejas y dos piedras mal puestas había en Perejil y aquí lo que produjo fue una tremenda mofa.
Posadas: Por eso los elementos de cohesión tendrían que venir por otro lado. ¿Qué pasa en los colegios? ¿Por qué los niños no pueden hablar de su bandera y de su país? Seguro que hay elementos que se pueden utilizar, no de forma partidista, sino como forma de cohesión. La Monarquía es otro referente que nos une. Pero el problema es que la Educación está transferida, y los elementos de cohesión siempre van a remitir a la tribu. ¡Por eso lo veo realmente tan difícil!
Marañón: El patriotismo, como sentimiento de amor a un país, requiere una historia común, unas experiencias pasadas compartidas y entendidas del mismo modo. Esto resulta incompatible con que en España se enseñen en los colegios 17 historias distintas, y algunas incluso enfrentadas.
Pérez-Maura: Al hilo de todo esto, ¿creéis que la Ley Wert va en esa dirección o va a crear aún más confrontación?
Boadella: El mal ya está hecho, y es muy difícil remediarlo. Cataluña está unida por una paranoia. Está unida contra un enemigo externo en todos los ámbitos que pueden configurar ese patriotismo: en las escuelas, en los medios de comunicación al servicio del régimen… Otra cosa es que un día desapareciera de allí el euro. Veríamos qué sucedería si tuvieran que aflojar el bolsillo. Pero de momento es muy complicado hacer retroceder esta situación. ¿Cómo conseguir estimular la mínima trama de afectos que necesita una nación para convivir con paz y con un mínimo espíritu común? Los franceses tendrán sus rivalidades entre los de París y Marsella, pero en el momento que suena «La Marsellesa», a todos se les pone piel de gallina.
Marañón: Creo que la Ley Wert es un primer y valioso paso en la buena dirección. No me cabe ninguna duda. Quizás no sea suficiente, pero constituye una oportunidad a partir de la cual podrán darse nuevo pasos. El actual nivel educativo es un gravísimo problema que España tiene que resolver. En esto, como en tanto más, echo de menos una visión de Estado que permita los necesarios
consensos. También el problema del patriotismo tiene que abordarse con un espíritu de acuerdo, pues con el actual mapa de afectos geográficamente disgregados resulta imposible.
Fanjul: La Ley Wert está en un callejón sin salida precisamente porque ese consenso que tú reclamas no va a encontrar respuesta favorable por lo menos en dos comunidades. Acaba de decir la señora Rigau (consejera catalana de Educación) que no va a aplicar las sentencias de los tribunales. Porque además, quienes tienen que aplicar esto son los directores de los colegios y los maestros. Y si a ellos no les da la gana de hacerlo, y es evidente que no les va a dar la gana, pues una de dos: o nos rendimos o les obligamos. ¿El señor Rajoy les va a obligar? Hombre, no creo.
Pérez-Maura: ¿Por qué creéis que en Alemania, una nación de 140 años, en cualquiera de los länder, empezando por Baviera, que se llama Estado Libre, hay un orgullo de sentirse alemán, y aquí hay al menos dos comunidades autónomas donde eso no se produce?
Fanjul: La incultura es un motivo. Pero lo principal es el resentimiento nacionalista. Eso de avivar que «los de allá nos quitan» está haciendo mucho daño.
Boadella: Allí existe un elemento catalizador, que es la lengua. En España hubiera sido impensable un proceso modélico como el de la reunificación alemana. A cada ciudadano de la Alemania Federal aquello le costó un pastón. Pero se hizo, y sin demasiadas protestas, porque en Baviera no hay un sentimiento secesionista.
Fanjul: Ojo, que en Baviera también hay otras lenguas. Lo que pasa es que a nadie se le ocurre dar las clases solo en bávaro.
Boadella: Aquí las lenguas en algunas regiones se han convertido en un efectivo militar.
Fanjul: Continuamente escucho hablar de la persecución del catalán, como si los de Soria y los de Burgos hubieran estado impidiendo a los del Ampurdán hablar en catalán desde los tiempos de Viriato. Es que no fue así. Ya en el siglo XVI se publicaban tantos libros en castellano como en catalán.
Boadella: No ha habido un solo edicto contra el catalán.
Posadas: Yo quiero poner una nota de optimismo en este sentido. Y es que creo que el idioma español es un elemento de cohesión importantísimo. Y eso va a venir de fuera. Tú vas a Estados Unidos y prácticamente no te hace falta hablar inglés en algunos sitios como Nueva York o Miami. Cada vez tiene más fuerza esa enorme comunidad hispanoparlante que hay en Estados Unidos. Y va a más. Seguramente, el próximo presidente de los Estados Unidos será latino.
Pérez-Maura: Para terminar, ¿se puede vender Marca España con esta situación de falta de patriotismo?
Posadas: Escuchaba el otro día al marqués de Tamarón hacer una reflexión muy significativa. Decía él que si alguien le pregunta a un europeo quién está construyendo el canal de Panamá y el tren a La Meca, qué país es el número uno en trasplantes o cuál tiene una multinacional con tiendas de moda en todos los países, la gente contestaría que Alemania, pero se trata de España. Y citaba un informe en el que se decía que el país que peor percepción tenía de los españoles era precisamente España.
Marañón: No deberíamos cerrar este debate con la conclusión de que la falta de patriotismo es el principal problema que tiene planteado España. Esta aparente falta de patriotismo ha sido una constante desde el 98, y hoy los problemas reales que tenemos son otros. En cuanto a la Marca España, no creo que guarde relación con el patriotismo. Es una inteligente iniciativa para favorecer la presencia internacional de nuestras empresas y de nuestras instituciones culturales, que internamente sólo puede y debe unirnos.