albderto Ayala-El Correo
La España política volvió a evidenciar ayer su pluralidad. Como se esperaba, y con las lógicas excepciones, España renovó sus corporaciones locales a partir de acuerdos ideológicos de bloques a derecha y a izquierda.
En Euskadi, en cambio, el pacto transversal PNV-PSE funcionó casi a la perfección. En donde daban las matemáticas, EH Bildu y Podemos sumaron también sus fuerzas. En tanto que el PNV mostraba su avaricia y no dudaba en dejar al PP sin su mínimo poder local.
Las sorpresas llegaban, sobretodo, de Navarra. Funcionó la diversidad. Pero también la confusión.
En España, el PP de Pablo Casado ha pasado en pocas semanas de unos muy malos resultados tanto en las elecciones generales como en las municipales y autonómicas a unos excelentes pactos locales. Logra su objetivo prioritario: arrebatar la Alcaldía de Madrid a la izquierda de la izquierda y conservar la comunidad. Pero, además, mantiene unos cuantos sillones consistoriales y puede que hasta cinco autonomías gracias a sus pactos con Ciudadanos y con la extrema derecha, con Vox.
Bastante menos comprensible resulta el papel que ha jugado el partido de Rivera. Los liberales -socialdemócratas hasta hace nada- han pasado de no tener ninguna Alcaldía a rascar media docena al PP y al PSOE, con estos últimos por media legislatura. Pero ni son el árbitro de la política española -salvo que en un enésimo triple salto mortal se abran ahora a pactar con Sánchez- ni están más cerca de arrebatar a Casado el liderazgo de la oposición.
Vox ha resultado, como se dice de algunos perros, bastante más ladrador que mordedor. Al final se ha conformado con alguna foto y con mínimas concesiones ideológicas y de poder para hacer realidad el pacto de las tres derechas.
En Euskadi todo ha resultado tan previsible como cabía esperar. El pacto PNV y PSE ha funcionado como un reloj excepto en un ayuntamiento de Álava. En Samaniego el PSE dio la Alcaldía a EH Bildu en lugar de al PNV. Como respuesta los jeltzales no apoyaron al PSE en Iruña de Oca, lo que no impidió al regidor socialista revalidar su puesto.
Tampoco hubo sorpresas ni en Labastida ni en Laguardia. El PNV no tuvo la menor duda en exhibir su voracidad política y arrebatar las alcaldías al PP con los votos de esa izquierda abertzale con la que confronta a diario salvo donde puede hurtar espacio al españolismo.
Llama la atención que Ortuzar y Urkullu hayan dado este paso cuando precisan que los populares respalden en otoño los Presupuestos vascos para que no sean rechazados en el Parlamento de Vitoria por segundo año consecutivo. ¿Prepotencia o cálculo político? ¿Creen que la debilidad de los populares les obligará a tragarse el sapo y a apoyar las Cuentas o esperan un ‘no’ para adelantar los comicios autonómicos a febrero o marzo ahora que los sondeos favorecen a PNV y PSE, que podrían sumar mayoría absoluta?
En Navarra, mayor confusión si cabe. El PSN no sólo eludió apoyar a EH Bildu para que revalidara alguna alcaldía. Tampoco respaldó a Geroa Bai (PNV). Incluso aceptó el voto de UPN para quitarle algún pueblo a la izquierda abertzale.
¿Se desvanece el Gobierno del recambio de la socialista Chivite con GB, Podemos e IU? Veremos. Ortuzar y Otegi deben elegir: tragarse el sapo o propiciar que la derecha regrese al Palacio foral de Pamplona.