La banda de los «Dignos»

ABC 27/10/14
ISABEL SAN SEBASTIÁN

· Cuadra, Iglesias y Monedero saben mucho de miedo. El miedo juega en su equipo

NADIE ha retratado la perversión del totalitarismo mejor que George Orwell, cuando en su obra cumbre, «1984», describe la fachada del Ministerio de la Verdad que sirve de instrumento de manipulación de las conciencias al Partido (único) en el poder y reproduce las consignas que constituyen su ideario: «La guerra es la paz. La libertad es la esclavitud. La ignorancia es la fuerza». Esa retorsión de los conceptos repetida hasta convertirlos en lo contrario de lo que significaban en origen; esa utilización descarada y descarnada de la propaganda más burda, en el empeño de transformar a las personas en una masa informe fácilmente controlable, es la seña de identidad de todas las ideologías que niegan al individuo su libertad inalienable. Una práctica infame, tan eficaz como peligrosa, que la extrema izquierda domina desde los tiempos de Lenin. En el frontispicio del «Miniver» orwelliano (también en la Cuba castrista se emplean esas abreviaturas, no creo que casualmente) podría haber figurado una cuarta inscripción solemne, redactada en los siguientes términos: «El comunismo es la dignidad». No habría desmerecido a las tres citadas.

El pasado viernes, una autoproclamada «Marcha por la Dignidad» trató de boicotear, sin éxito, la ceremonia de entrega de los Premios Príncipes de Asturias, que gozan de bien merecido prestigio internacional y se caracterizan, precisamente, por haberse mantenido a salvo de cualquier contaminación política. La repercusión mediática de ese patético intento ha sido mínima, pero merece la pena un comentario sobre sus líderes, porque son la encarnación misma de ese refrán español que reza «Dios los crea y ellos se juntan». A la cabeza de la manifestación iba Sabino Cuadra, diputado de Amaiur en el Congreso, con un largo historial de militancia en movimientos muy próximos a ETA y presencia en alguna lista supuestamente «independiente» ilegalizada en su día por la Justicia en razón de su vinculación directa con el terrorismo. Un sicario ideológico del hacha y la serpiente, de cuyos labios jamás ha salido una palabra de condena ante los crímenes horrendos cometidos por la banda. Un personaje siniestro, de quien Pablo Iglesias se deshace públicamente en elogios (basta buscar en youTube) asegurando en tono laudatorio que la izquierda vasca y ETA fueron las primeras en darse cuenta de que determinados derechos no se podían ejercer en el marco de la legalidad española (sic). En definitiva, el acompañante perfecto para Juan Carlos Monedero, fiel escudero y leal servidor del timonel de Podemos, que repite cual mantra eso de que «el miedo ha cambiado de bando». De miedo saben bastante tanto Cuadra como Iglesias y él. El miedo juega en su equipo, hábilmente empleado a dosis medidas gota a gota dependiendo del momento y el auditorio. Monedero hace el papel de «malo» con tanta credibilidad como la que proyecta Pablo en su condición de buen chico, educado, demócrata, azote de la casta corrupta… e idéntico peligro. Porque lo que son, lo que representan y lo que pretenden hacer si es que llegan a conquistar el «cielo» del poder es sumamente peligroso: un liberticidio. El tercero en discordia, Diego Cañamero, del Sindicato Andaluz de Trabajadores, pone la nota exótica. Y el resto de «compañeros de viaje» sirven de meras comparsas, más o menos tontas, más o menos útiles.

Las marchas de la indignidad amenazan con tomar Madrid de aquí a unos meses. Lo de Oviedo solo era un ensayo. Vendrán, agitarán, sembrarán odio y mentiras apelando a la necesidad de limpiar… y encontrarán el terreno abonado para que arraigue su basura, porque para que el mal triunfe basta con que los buenos no hagan nada. O sea, que la corrupción siga siendo impune.