- No hay Poderes Ocultos para quien dispone de los medios para saberlo todo, y a fe que los utiliza
Bastó que el presidente Sánchez hiciera una referencia críptica a los “Poderes Ocultos” para que todos nos preguntáramos a qué se refería. Según él, se trata de «Señores con Puro que desean volver al Viejo Orden«. Con esos datos no resulta fácil definir el perfil de estos nuevos poderosos que amenazan al gobierno, o quizá tan sólo a él mismo. Pero adelantó que se trataba de un peligro para “nosotros, los progresistas”. En tan pocas palabras, enmarcadas en una entrevista-río de cuatro páginas de la edición dominical del diario oficial del Presidente, están posiblemente algunas claves de lo que nos espera. El puro habano, lo viejuno, que corre paralelo al inmarcesible narcisismo de ubicarse siempre en el lado más bonito de la historia. Nadie es capaz de negar el progreso humano como aspiración compartida por esa mayoría social que él define como “clase media”.
Si España es un país eminentemente preñado de clases medias no se entiende muy bien a qué se dedica el gobierno. Las políticas de género, la memoria histórica, las triquiñuelas económicas para desarmar a la opinión pública, el secretismo de una política exterior que emerge de la improvisación. Dudo que nada de eso ayude a tranquilizar a esta sociedad en el punto de explosión. Una cosa es que exista una ambición de conformar un país de clases medias, y otra es que lo seamos. La mayoría social de este país está sumida en la precariedad, con el añadido de que no ve nada claro cómo vamos a salir de ella. Que se consideren de “clase media” forma parte de un embeleco fabricado por los poderes nada ocultos que abusan del comparativo.
Siempre que aparece una mala noticia va acompañada de una comparación. En ocasiones “los países de nuestro entorno”, en otras “la crisis del modelo económico global” o la invasión rusa de Ucrania. Para ilustrarlo entran en juego las estadísticas. El cese de Rodríguez Poo de la presidencia del Instituto Nacional de Estadística (INE), que apenas si ha merecido honores de noticia, constituiría una conmoción en cualquier “país de nuestro entorno”. Muy mal han de ir las cosas para que haya que afinar los datos estadísticos. Cuando es menester que los gobiernos peinen las estadísticas hay que poner a la tarea a los barberos que afeitan a los señores con puro o sin puro, pero institucionalmente. Significa que los comparativos enmascaradores ya no sirven.
Dicho en pedante: se hace imprescindible cambiar de paradigma. Hasta las elecciones en Andalucía el peligro estaba en la extrema derecha. No había ni un socio del club “Nosotros los progresistas” que, desde la liviana convicción de una certeza oficial, no respondiera, enhiesto el pabellón, que su mayor preocupación no estaba en la realidad sino en la hipótesis diabólica de la amenaza reaccionaria. Vox sigue igual que estaba, reclutando ese modelo del macizo de la raza que da para muchos twits a costa del tufo neofranquista, y de paso fomenta la fraternidad del club social “nosotros los progresistas”, amenazado por las hordas marrones.
Ahora no basta con el fantasma real de la extrema derecha que recorre Europa. Se necesita cambiar de pantalla, acercarse más a la precariedad mental, gemela de la económica. El nuevo enemigo, recién bautizado, son “los poderes ocultos” encajonados en los medios de comunicación. De ahí la trascendencia de los flecos: el INE, Indra, el quebrado grupo Prisa, la Sexta del Perpetuo Socorro, que por poco que sean siempre tendrán más eco que una rueda de prensa amañada o una sesión parlamentaria bostezante. Algunos diarios digitales domésticos han tenido la decencia de retirar en sus logos lo de “periodismo independiente”; por vergüenza torera, quizá.
Estamos ante la campaña electoral más larga de nuestra democracia; como mínimo habrá de durar un año larguísimo. Para algunos, empezó ya hace tiempo, pero creo que nos espera no sé si lo mejor pero al menos lo más intenso. Ese analista preciso y contundente que es ‘El Roto‘ -Andrés Rábago- lo plasma en sus viñetas impagables, y lo escribo en la conciencia de que no le hago ningún favor ni a su talento ni a su ingenio ni a su futuro. El último que recuerdo tiene el valor de un editorial: “En el océano político el rumbo es lo de menos, lo importante es no soltar el timón”.
Habría que desterrar de nuestros usos analíticos los comparativos y pedir disculpas cada vez que se nos cuela alguno. Ante cualquier tropelía presente siempre aparece el hechicero con el bálsamo: “eso ya lo hacía el enemigo”. Lo que dicho así sirve como una justificación y al tiempo como una especie de maldición, un círculo infernal que algunos dan en llamar “memoria histórica”. Hacía décadas que no se utilizaba la memoria de los otros para justificar la nuestra. El franquismo creó escuela, y tan fértil que llegó hasta nosotros. No es cuestión de historiadores si no de funcionarios, comentaristas y tertulianos. La referencia a los “Poderes Ocultos” es una falacia que sirve de cajón de sastre donde va a caer todo lo que, teniendo explicación, el poder no se atreve a darla. ¿Qué poderes ocultos están detrás de la matanza de migrantes en la frontera de Melilla? Todo lo que hay y hubo está a la vista de todos; otra cosa es que no quieran mirarlo y hagan como si no lo han visto. Incluso un argumento tan pueril como el del niño que se tapa los ojos en la creencia de que se hace invisible, es utilizado por un presidente cómplice, como si se tratara de una disculpa. Lo que no quiero ver, no sucedió. Rumores en el club, pero sin alharacas.
Como en las muñecas rusas o las cajas chinas -pido disculpas por el referente folklórico, inoportuno en estos tiempos- si el presidente Sánchez hubiera dicho lo que había dentro, pero no quería ver, tendría que adentrarse en ese secreto insondable de los acuerdos con el tirano marroquí. ¿Podemos decir que es una tiranía y no sólo un régimen autocrático?
No hay Poderes Ocultos para quien dispone de los medios para saberlo todo, y a fe que los utiliza. La única parte que queda oculta es la que decide que no se conozca, de donde cabría deducir que él constituye el Poder Oculto por excelencia, el que proclama que escarnecerle es tanto como ayudar a Vox, ese manejable instrumento al que debe tanta adhesión incondicional. Por favor, no saquen del armario los Poderes Ocultos que ustedes alimentan y conocen y hasta subvencionan. De ser ocultos, lo son para nosotros.