Juan Carlos Viloria-El Correo

Es el conocido doble juego de los nacionalistas; diálogo en las mesas, coacción en la calle

Los disturbios callejeros que impregnaron de olor a basura quemada el centro de Barcelona el 18 de octubre del año pasado se han convertido para el relato de los independentistas en la batalla de Urquinaona. Han mudado la apropiación del espacio público, el secuestro de la población civil en pasaje épico para la historia de la ‘republiqueta’. En un hecho heroico, en una cruzada nacional. Los sediciosos, según sentencia del Tribunal Supremo, especialistas en travestir derrotas en victorias y poner la historiografía al servicio del artefacto político republicano, han elevado a la gloria militar una vulgar borrokada. Hasta lo han colado en la Viquipedia (la Wiki-cat) para que forme parte del adoctrinamiento de los futuros activistas de los CDR. Esa construcción ficticia de la historia, ese monumental ‘fake’ que es la historia de una Cataluña oprimida forma parte esencial de la manipulación de la opinión pública que necesita mantener permanentemente la agitación emocional para aplastar la verdadera historia de Cataluña en España y España en Cataluña durante siglos.

La encargada de elevar a hecho épico el asedio a la Jefatura de Policía en la Vía Laietana por unos cientos de encapuchados el día que se conoció la sentencia de los sediciosos ha sido la fugada Clara Ponsatí. La misma que días atrás había comparado el genocidio de los judíos, el Holocausto de los nazis, con el supuesto desprecio de la minoría catalana, se encargó en Perpiñán de pintarse la cara, subirse al caballo de Braveheart y arengar a los chicos de la gasolina. «Buenos días a los jóvenes que ganasteis la batalla de la Urquinaona. Estamos orgullosos de vosotros. Y os necesitamos más que nunca». Si no fuera tan grave en una persona de su edad y formación, sería para hacer un cómic. Pero por más que la verdad oficial cocinada en Moncloa insista en que ahora, por fin, el diálogo bajará a Puigdemont, Junqueras y demás del castellet de la rebelión, sus planes son precisamente agitar ‘el conflicto’ y mantener activo el instrumento de la violencia callejera.

Porque se trata del conocido doble juego de los nacionalistas. Por un lado mesas y diálogos. Por otro gasolina y coacción social. Nada nuevo. Árbol y nueces. O dicho de otro modo. La negociación de la secesión o sucedáneos; referéndum o consulta habilitante en una mesa con agua, corbata y mantel por un lado. Y todos los medios de chantaje social y político presionando desde la calle, la universidad, los municipios. La permanente amenaza de desestabilización. Y para más colmo han encontrado una cabeza de puente en Perpiñán. Los auténticos gabachos no nos podían fallar. Para ellos España sigue siendo franquista y los nacionalistas vascos o catalanes unos pobres refugiados.