ABC-IGNACIO CAMACHO
Tendencioso viene de tendencia. La de Tezanos consiste en sesgar las preguntas para inducir las respuestas
LA mayoría de los sondeos manipulan, en sentido estricto, las respuestas. Esa manipulación, llamada «cocina», no sólo es legítima sino necesaria para afinar la proyección de un estudio estadístico basado en muestras. Los resultados de la investigación en bruto se someten a métodos de estimación y ponderación basados en el recuerdo, los hábitos o la experiencia, sin los cuales no puede hablarse propiamente de encuestas. Pero el CIS de Tezanos ha empezado a introducir una variante sorpresa, que consiste en manipular también las preguntas para inducir un sesgo tendencioso en ellas. Tendencioso viene de tendencia, y la del gurú demoscópico de Sánchez ha llevado al descrédito a una institución con fama de seria. No sólo no modula los datos sino que los predetermina de forma indirecta con una redacción oblicua de las cuestiones sobre las que interpela. El viejo y descarado truco de la alternativa maniquea en la que la opción más positiva y de mejor apariencia coincide con las propuestas políticas del partido que gobierna.
Así, las posibles soluciones para el conflicto de Cataluña sobre las que el CIS ha preguntado contraponen medidas «radicales y duras» a las de «negociación y diálogo». Una zafia dialéctica de bueno/malo, de moderado/extremista, de tolerante/fanático, en la que, naturalmente, sale vencedor el perfil más grato, el que ofrece la oportunidad de retratarse como prudente y razonable al encuestado. Con un poco, sólo un poco, de más desvergüenza podría haber consultado si el problema hay que resolverlo de buenas maneras o a palos. En esa mostrenca disyuntiva entre mano tendida y ceño apretado, lo raro es que salga un 36 por ciento favorable al remedio antipático: ya está alto el límite del hartazgo. Pero hace falta mucho desahogo y muy poco respeto al oficio propio y a la inteligencia de los ciudadanos para plantear un dilema tan burdo en un trabajo oficial del Estado. Porque no es sólo el prestigio del instituto lo que queda malversado, sino el de toda una ciencia social que la gente tiende a confundir con una factoría de vaticinios mercenarios. El paso de Sánchez por el poder no deja ningún resquicio a salvo; no queda organismo, agencia o entidad pública sobre la que haya puesto la mano que no resulte contaminada o comprometida por su impulso sectario.
Lo de Tezanos es sólo una anécdota o, si se prefiere una metáfora. Sus barómetros erráticos son objeto de chacota no ya en la opinión de la calle, sino en la profesional y la universitaria. Pregunte lo que pregunte, sus conclusiones están desacreditadas; se ha convertido en la bruja Lola de una sociología de andar por casa que parece apoyarse en prácticas de quiromancia. Es de la ocupación institucional de lo que se trata: de un designio invasivo con el que su jefe pretende supeditar el espacio público, y por tanto neutral, a la influencia de su máquina de propaganda.