JAVIER ZARZALEJOS-EL CORREO

  • La crisis demográfica, el fracaso del modelo D y las incertidumbres del empresariado vasco chocan con la autocomplacencia reinante en Euskadi

Incluso en los peores momentos del terrorismo de ETA, la autopercepción de la sociedad vasca como una sociedad con altos niveles de bienestar venía a relativizar el efecto terrible de los estragos que causaba la violencia. El exconsejero socialista del Gobierno vasco José Ramón Recalde contó en sus memorias la reacción del entonces lehendakari Ibarretxe cuando acudió a visitarle después del atentado en el que un pistolero de ETA le había destrozado la cara. El hijo de Recalde se lamentó ante el lehendakari de la situación que se vivía, a lo que Ibarretxe le respondió que en Euskadi había violencia, sí, pero que no se podía negar que aquí se vivía muy bien.

La hegemonía nacionalista continuada parece haber instalado un paradigma de fin de la historia a la vasca, en la que la confrontación política democrática estrecha sus opciones a determinar cada cierto tiempo el grado de nacionalismo que los vascos están dispuestos a administrarse.

Si a lo anterior añadimos la sensación de alejamiento de los líos políticos madrileños y catalanes que alimenta la imagen del «oasis vasco» en el que PNV y Bildu se disputan la titularidad del lobby nacionalista en la ‘coalición Frankenstein’, nos encontramos con todos los ingredientes para que se refuerce la burbuja en la que creemos vivir.

Sin embargo, incluso los más asentados en la autocomplacencia a veces tienen que plantearse cosas que cuestionan esa comodidad. Algunas de estas llamadas han sido recogidas en EL CORREO de manera oportuna y rigurosa. «Euskadi registra el mayor desplome de la natalidad de los últimos veinte años», era el titular que abría el pasado martes una amplia información en la que se explicaba la continuada caída en los nacimientos, que ha llevado a que este curso la matrícula escolar registre 5.259 alumnos menos. En los tres primeros meses de este año se registraron 3,298 nacimientos en todo el País Vasco, 1.612 en Bizkaia, y 12,5% menos que en el primer trimestre del año pasado.

El pasado domingo, este periódico publicaba una entrevista de Manu Álvarez a Javier Ormazábal, quien deja la presidencia del Círculo de Empresarios después de tres años de mandato. «Hemos perdido atractivo, no cazamos a los líderes y se acercan los perseguidores». Más claro es difícil describir lo que la economía vasca y su sector empresarial tienen que afrontar. La combinación de radicalismo sindical, fiscalidad y absentismo laboral alientan la voz de alerta que los empresarios están lanzando a los actores sociales y políticos, desde su percepción de una realidad a la vez competitiva en la que la pospandemia incorpora a la ecuación empresarial una considerable incertidumbre.

Y parece que el modelo D no funciona como se pensaba. Como recoge una información sobre el informe de Instituto Vasco de Evaluación e Investigación, resulta que más de la mitad de los escolares no alcanza el objetivo del bilingüismo a los 14 años y aumentan los no competentes en castellano ni en euskera. Bildu ya ha encontrado la solución: inmersión total en euskera, sin rastro de castellano; pero, como se aprecia en los análisis más sosegados, el problema no está en la escuela, sino en la pretensión de una forma de ingeniería lingüística a la que la pluralidad cultural pone los límites propios de su configuración, de su apertura y de la necesidad de convivencia de los hablantes a quienes pertenecen las lenguas. En todo caso, es un motivo muy serio de reflexión, sobre todo para los nacionalistas que han unido la euskaldunización a impulsos políticos divisivos que otros muchos no comparten.

Una de las reflexiones más sensatas es la que hacía Ricardo Arana, maestro y exrepresentante sindical, quien recordaba que «el objetivo de un sistema educativo es el éxito escolar, nunca la euskaldunización de un alumno a costa de su éxito académico», al constatar que «cada vez hay más escolares en el modelo D y los resultados tanto en euskera como en otras materias cada vez son peores».

La crisis demográfica, los fracasos de un modelo lingúístico necesitado de reconsideración y las incertidumbres empresariales dejan espacio para que la dosis de recuerdo de la violencia se vuelva a inocular en ese homenaje a Henri Parot de 31 kilómetros, cada uno de los cuales jalona la indignidad de quienes hacen del asesinato en serie un motivo de exaltación.