ABC-LUIS VENTOSO

Es un poco naíf pensar que existe brecha entre los separatistas

EN ocasiones cunde la sensación de que los que vivimos de interpretar la política masajeamos demasiado los asuntos (en especial en el serial catalán). Tanto analizamos y reanalizamos que acabamos distorsionando realidades claras y creando equívocos. Por ejemplo, una y otra vez los politólogos más avezados vuelven con la milonga de una supuesta fractura del separatismo, en la que Junqueras –para más detalles el cerebro del golpe de 2017– representaría ¡la moderación! Los autores de esa teoría ignoran una máxima politológica que acabará siendo clásica: la cabra siempre tira al monte.

Mañana retorna un año más la cansina romería de la Diada, con su iconografía y su fervor de marcha totalitaria de los años treinta. Para animar al pueblo elegido, Junqueras y la fugitiva ginebrina Marta Rovira han publicado una epístola en un periódico separatista. ¿Y qué se cuenta el moderado Oriol? La carta se titula «Al servicio de la República catalana». Allí se explica que el camino emprendido en 2017 –es decir, fumarse a la brava la legalidad con un golpe de Estado– «es absolutamente irreversible». Urge ir a la República, demanda Junqueras, «por el progreso, la justicia social, la prosperidad económica y la igualdad de oportunidades de Cataluña». Argumento absurdo, pues formando parte de España la comunidad progresó como ninguna y encabezó todos los rankings, pinchando precisamente cuando se impuso la obsesión xenófoba.

Con su habitual tono santurrón, el abad de Lledoners explica que «habrá que forzar al Estado a aceptar el referéndum de autodeterminación». Y para ello Oriol utilizará «la vía del diálogo institucional, pero nosolo ». Es decir: si no nos dan la independencia por las buenas, la buscaremos por las malas. Por último, Junqueras invita a la facción de los Puigdemones a trabajar todos a una por la sagrada causa y tomar la iniciativa frente «a las trampas del Estado» y su «represión».

Conclusión: estamos donde siempre, enfrentados a unos políticos fanatizados que llaman «diálogo» a lo que es un trágala y que no aceptarán otra receta para Cataluña que imponer su independencia, aunque no la quiera la mayoría. Por eso es tan importante que un español de amplios conocimientos jurídicos y trayectoria recta, Marchena, se haya abstraído del clima de melindres y sobreanálisis para hacer lo debido: castigar a los golpistas que quisieron liquidar España con un carro de cárcel acorde a sus atrevidos delitos.

No hay diálogo posible con quien viene a incendiar tu casa. Es pasmoso –o no, porque la propaganda funciona– que haya ganado las elecciones un presidente del Gobierno que a preguntas directas se ha negado reiteradamente a descartar un indulto a los golpistas. En tan inseguras manos está España, y por eso Rufián implora a Podemos que Sánchez sea investido. Y a pesar de todo el PSOE sube en las encuestas. La derecha está partida en tres y sin televisión, y además –seamos sinceros– todavía no ha encontrado al líder capaz de dar la profunda batalla intelectual pendiente contra la presunta superioridad moral del progresismo.