Juan Carlos Viloria-El Correo
Los medios públicos vascos de radio televisión, EiTB (Euskal Irrati Telebista), no parecen preocupar mucho a la clase política en estas elecciones. De hecho no están en el debate de campaña pese a que el ente detrae un importante volumen de recursos del Presupuesto de la comunidad y el modelo hace aguas desde hace años. Puede que la clase política lo asuma ya a beneficio de inventario o se haya acabado resignando a que ETB y Radio Euskadi constituyan una especie de extensión de la política de comunicación de Lakua, Ajuria Enea, Sabin Etxea y el mundo abertzale. También es posible que el relativo impacto en una audiencia menguante (los incrementos de los últimos meses son un espejismo basado en la situación especial de la pandemia) lo esté instalando en la irrelevancia social y política. Pero una sociedad moderna no puede permitirse un entramado de cadenas de televisión, radios, productoras, plantillas, con más de cien millones de euros de Presupuesto y seiscientos trabajadores para sostener un modelo que solo es público de verdad porque lo pagamos todos; que tampoco es plenamente independiente desde el plano informativo y que se está quedando viejuno y anticuado a medida que nadie pone coto a su inercia nacionalista y funcionarial.

El modelo que nació para apoyar la lengua vasca dispone de un canal en euskera cuya audiencia oscila entre el 1 y el 2%; más el canal ETB 3 infantil también en euskera con una audiencia del 0,3%. La realidad es que su misión histórica como propagador de la lengua vasca es una ficción. La audiencia (entre 7 y 8%) durante la mayor parte de estos últimos cuatro años de legislatura se concentra en el canal ETB2 que emite íntegramente en castellano. La comunidad autónoma paga a precio de BBC un conglomerado de medios de comunicación que, con todo respeto a sus profesionales, tiene una relación precio/calidad manifiestamente mejorable. Al final donde más hincapié pone la dirección político-informativa del ente es en cultivar los aspectos más simbólicos del nacionalismo identitario, dejando de lado a quienes no se identifican con ellos. El resultado es que la audiencia migra a otras cadenas donde la pluralidad de mensajes, contenidos y relatos no sea tan monotemática como en EiTB.

Los puntos álgidos de su audiencia se están concentrando, lógicamente, en los programas más sesgados desde el plano político. Los que dedican especial atención a «los chavales» de Alsasua sin citar a los guardias civiles agredidos. O los que dan pábulo a rumores de taberna sobre la sexualidad del jefe del Estado Felipe VI.