A Isabel Díaz Ayuso, como a Pedro Sánchez, lo que no le mata le hace mucho más fuerte. El Gobierno, con la ‘bruja’ de Montero a la cabeza, lo ha intentado y ha usado a su novio y un posible delito fiscal que, ahora, amenaza con alimentar a la presidenta-
Pedro Sánchez no ha dudado en poner en marcha, una vez más, contra Isabel Díaz Ayuso toda la maquinaria a su alcance -que es mucha tras varios años de ocupar instituciones- para intentar tapar, por un lado, la corrupción de la trama Koldo –que se valía de su antigua mano derecha y número dos del PSOE, José Luis Ábalos, para medrar y enriquecerse en plena pandemia-; por otro, la relación de su esposa, Begoña Gómez, con los dueños de Air Europa con quienes se vio dos veces meses antes de que pagáramos más de 400 millones de dinero público en el rescate más caro del covid que firmó el Gobierno de su marido.
Y por último, y no menos importante, para tapar la aprobación en el Congreso de la ley de amnistía que –criticada negro sobre blanco por Europa- sirve para amnistiar a políticos corruptos e instaurar que cada español es diferente ante la ley y cometerá delitos en virtud del código postal donde resida y el partido en el que milite.
A medida que el sumario de la UCO y los medios de comunicación desvelábamos cómo Koldo –ese “gigante” del socialismo según Pedro Sánchez, que custodió como un fiel guardián durante dos noches y sin ducharse los avales de ‘su sanchidad’ antes de reconquistar el poder de la rosa-, el comisionista Aldama que trabajaba a sueldo de la luego rescatada Air Europa, el cerebro Cueto –un pelotazo de 20 millones gracias a las mascarillas- y hasta guardias civiles a sueldo que les mantenían informados, se forraban en una trama asquerosa, en Moncloa estaban preparando cómo contraatacar.
Pedro Sánchez, Isabel Díaz Ayuso y Montero
Curiosamente, el mismo día que a la Agencia Tributaria llegaba la orden del juez instructor de que se realizara un informe de todas las tropelías fiscales de la trama, ese mismo día –oh casualidad- de la Agencia dependiente de Maria Jesús Montero, la siempre dispuesta a aplaudir estruendosamente al jefe y a amenazar desde el banco del Gobierno (“¡Ojo, cuidaooo!”) se enviaba a la Fiscalía de Madrid el expediente exprés sobre el novio de Isabel Díaz Ayuso.
Vaya por delante que lo primero que hay que hacer para que no te saquen trapos sucios es no tenerlos, y Alberto González Amador –como se ha visto- no había cumplido con Hacienda como debería y como estamos obligados todos los españolitos. Pero de ahí a querer poner el ventilador y convertir el caso de la pareja de Ayuso en algo remotamente parecido a la trama Koldo es, cuanto menos, un insulto a la inteligencia.
Primero, porque el caso Koldo es una trama criminal que investiga la UCO desde hace más de un año, que suposo un pelotazo –reconocido por los propios implicados en las escuchas- de 20 millones de euros y que, además, empieza a ramificarse con contactos entre la trama y el rescate de Air Europa, con visitas a la esposa de Sánchez por medio. Lo de González Amador es un supuesto fraude fiscal que no llega al medio millón de euros y no hay más trama que él mismo y unas facturas supuestamente falsas en su declaración de sociedades.
Eso sí, fue tan hortera de comprarse un maserati –la trama Koldo tenía más de una docena de Porsche, Ferrari y Mercedes, piedras preciosas, 7 rolex- para una de sus empresas y un piso de lujo en Chamberí con las ganancias que, supuestamente, no pagó todos los impuestos. Y en ese coche y en la cama de ese piso se metió Isabel Díaz Ayuso, la mujer más odiada por este presidente y este Gobierno. Y la coartada perfecta para intentar tapar a Koldo y a la ignominia de la ley de la amnistía.
Ayuso, tras ser acosada el año pasado por los negocios y las comisiones de su hermano durante la pandemia –lo intentaron entonces y fracasaron tras archivar la justicia española y la europea la causa contra su familiar «por no haber indicios de delito» y las comisiones entraban dentro de la legalidad- decidió denunciar ante los tribunales otros contratos del Gobierno.
Y entre los contratos que denunció estaban en los que medió su hoy pareja. Es decir: o Ayuso deja a Maquiavelo a la altura de un imberbe estratega o la presidenta de la Comunidad no sabía que su novio tenía irregularidades fiscales en esos contratos, puesto que la presidenta sabe –“primero fue mi padre, luego mi madre, mi hermano, mi expareja, ahora toca el novio”- que es el oscuro objeto del deseo de Pedro Sánchez y todo sería escudriñado.
Y dicho y hecho. El supuesto delito fiscal de su pareja se aventó como si se tratara de una trama similar a la Koldo. El piso en Chamberí –a nombre del novio, no de Ayuso-; el maserati con multas de aparcamiento y sin la ITV (ya hay que ser cutre, Alberto)… todo empezó a esparcirse para intentar tapar a Koldo, a Ábalos, al rescate de Air Europa y los esponsor pagados a Begoña Gómez.
Y la ministra María Jesús se pasó de frenada. En plena estrategia del ventilador, se adelantó a los acontecimientos y habló a los periodistas del piso pagado con las comisiones… cinco horas antes de que la filtración se hubiera publicado. O la ministra conocía la filtración como responsable última de la Agencia Tributaria o la ministra es bruja. Nada es descartable, por cierto.
Con lo que no contaba Sánchez y su corte en Moncloa es con que la presidenta de la Comunidad de Madrid volviera a doblar la apuesta y comenzara a recibir adhesiones, demostrando que si alguien en este tablero se parece a Sánchez como un animal político casi imposible de abatir es Isabel Díaz Ayuso. Y el Colegio de Abogados emitió un comunicado contra Montero y las artimañas del Gobierno. Los inspectores fiscales ponen el grito en el cielo porque “se ha traspasado la legalidad”…
Que le pregunten al último que quemó las naves y se puso como objetivo retarla. Pablo Iglesias, hace unos años, proclamaba que asaltaría los cielos. Esta semana anunciaba su nuevo destino: tabernero en Lavapiés…
El novio de Ayuso anuncia querella al canto y el ‘jabalí’ de Sánchez –en palabras de Ignacio Varela– el ínclito ministro de Transportes Óscar Puente echa leña al fuego tirando de machismo con un tuit casposo llamando al novio de Ayuso “testaferro con derecho a roce”. Él, que veraneaba en coches de lujo que le prestaban los empresarios cuando era alcalde de Valladolid.
De momento, se anuncian tres querellas contra la ministra, contra la Agencia Tributaria y contra la Fiscalía de Madrid por airear su inspección y sus datos. La UCO y el juez instructor siguen trabajando en la trama Koldo, que amenaza con seguir creciendo y con piezas separadas sobre Globalia y los misteriosos vuelos de los aviones del Gobierno a República Dominicana, donde tiene su mansión Juan José Hidalgo, el dueño de Air Europa que patrocinó los quehaceres de la mujer de Pedro Sánchez… antes del multimillonario rescate.
¿Y Ayuso? Como le sucede a Sánchez, lo que no le mata –y esta vez, parece que tampoco morirá- le hace más fuerte. Mucho más fuerte. Y si no, que le pregunten al último que quemó las naves y se puso como objetivo retarla directamente, Pablo Iglesias. Hace unos pocos años, proclamaba que asaltaría los cielos y se sentaba a la derecha de su sanchidad en el Consejo de Ministros. Lo dejó todo para disputarle la presidencia de la Comunidad de Madrid. Esta semana anunciaba su nuevo destino: tabernero en Lavapiés…