LA RAZÓN, 14/10/12
Los proetarras se han aupado a la escena política tras una gigantesca trampa que la banda urdió para que el PP no ganara las generales
MADRID- Está a punto de cumplirse un año del anuncio de ETA del «cese armado definitivo» (que no de actividades, como ha quedado demostrado en los últimos doce meses) y la banda no se ha disuelto ni entregado las armas. De pedir perdón por sus atrocidades, ni una palabra. Todo lo contrario. Aprovechó uno de sus comunicados para atacar con dureza a las víctimas. Se mantiene exigente y desafiante. Las razones de lo que ha ocurrido en este año, que se cumple el próximo domingo, 21 de octubre, día escogido por el lendakari socialista López para celebrar las elecciones autonómicas, hay que buscarlas en la propia génesis del anuncio del supuesto «cese armado». Los socialistas, cuya cabeza electoral era Alfredo Pérez Rubalcaba, sabían, desde comienzos de 2011, que tenían perdidos los comicios generales y que el PP iba a ganar, casi con toda seguridad, por mayoría absoluta. Había que hacer algo y el fin «definitivo» de ETA parecía una baza suficiente para dar la vuelta a las encuestas o, al menos, amortiguar el triunfo de Rajoy, que sin esa mayoría se vería abocado a una legislatura más complicada de lo que ya está siendo. A través de intermediarios internacionales, con el abogado surafricano Brian Currin, se estableció un pacto con ETA y un «cronograma» (como lo llamó la banda) en el que se establecían los pasos a seguir. El PNV se subió al carro y dio cobertura a los socialistas. El PSOE y ETA, tan distantes en tantas cosas, coincidían en el deseo común de que el PP no ganara las elecciones y, si lo hacía, que no fuera por mayoría absoluta. Los terroristas sabían que con Rajoy era imposible un «proceso» como el que habían diseñado. En él ni siquiera admitían el empate, sino quedar como victoriosos ante la opinión pública del País Vasco y Navarra. Cuando se diseñó esta gigantesca trampa contra el PP, sus «ideólogos» olvidaron introducir la variable de la crisis económica, que, para colmo de males, fue gestionada de una manera desastroso por Rodríguez Zapatero, hasta el punto de negar durante meses su existencia y gastar el dinero como si el invierno económico jamás fuera a llegar. Lo malo de hablar con ETA, sea directamente o a través de intermediarios, es que los terroristas no admiten excusas de mal pagador. Para convencerlos de que anunciaran el «cese», se les ofreció la legalización de su brazo político, algo que los socialistas, como ha quedado demostrado, podían controlar con el aval final del Constitucional tras la negativa de los tribunales de Justicia. ETA, consciente de lo que suponía recuperar su «frente institucional», cedió la dirección del «proceso» (que ya ha recuperado, como quedó demostrado en el último comunicado de la banda) a Batasuna. Se trataba sin duda de uno de los mayores errores en la lucha antiterrorista y un retroceso de muchos años en el combate del separatismo vasco de carácter radical y violento.
Por eso, Pérez Rubalcaba, un auténtico alquimista de la ingeniería política, se inventó aquello de que ETA había sido derrotada, frase que aún hoy se escucha, incluso, en boca de personas que deberían hablar con más prudencia. El plan era casi perfecto. La banda poco menos que se había rendido, sus miembros huían despavoridos y las armas no las entregaban porque, al salir de estampida, no les había dado tiempo. Era una labor de todos, pero, qué casualidad, lo habían logrado los socialistas que lo celebraban con lágrimas incluidas. Y llegó el día de las elecciones. Los españoles no somos tan tontos como creen algunos y ganó el que tenía que ganar para afrontar una de los periodos más complicados por los que ha pasado la economía de nuestro país. En la sesión de investidura, Rajoy dejó claro que no se sentía concernido por lo que otros hubieran podido pactar con ETA y el «proceso», en el que la salida de los presos era uno de los asuntos primordiales, quedó paralizado. Batasuna había logrado lo que pretendía y el próximo domingo culminará su vuelta a las instituciones, a «pisar moqueta», como le acusan desde un sector mayoritario de los presos etarras, que siguen en la cárcel cumpliendo las condenas que la Justicia les ha impuesto. Un mal binomio. Unos en los despachos y otros en las celdas. Los cabecillas de la banda esperaron hasta marzo porque los mediadores les pedían paciencia, como si una especie de rayo, en este caso maléfico, fuera a derribar a Rajoy del caballo y le condujera a abrazar el «proceso» pactado con los socialistas y nacionalistas. El malestar entre los terroristas crecía día a día y decidieron poner en marcha un debate interno, que concluirá a final de año, para decidir sobre lo que, según anunciaron el 21 de octubre de 2011, ya habían decidido. Luego, no era tan «definitivo» el cese. Y en esas estamos. El Gobierno se ha mantenido firme y cuando por decisiones avaladas por la Justicia la opinión pública ha creído percibir algún tipo de cesión o acercamiento a los terroristas, la reacción ha sido contundente. ETA se tiene que convencer que es ella la que tiene que dar el paso de desaparecer, sin ningún tipo nueva de contraprestación, que bastante ha tenido con la recuperación de su «frente institucional», del que algunos se tendrán que arrepentir por haberlo propiciado.
Esperemos a ver qué cuentan en enero y, mientras, como se dice el argot policial, «ave que vuela, a la cazuela»: mantenimiento de la política antiterrorista con especial seguimiento de las actuaciones de Bildu, Amaiur y Sortu.
Un debate interno bajo el «signo militar»
«Gracias al gran esfuerzo y al generoso compromiso realizado a lo largo de décadas por muchos hombres y mujeres el proceso de liberación ha avanzado. Y también en el futuro avanzaremos de la mano del compromiso, de la lucha y de la organización». La frase corresponde al último comunicado de ETA, del 27 de septiembre. La banda aprovechó su día más «militar», el «Gudari Eguna» («Día del soldado vasco») para pronunciarse. El comunicado pone de manifiesto que ETA reivindica como positiva la actividad criminal a lo largo de varias décadas y en él incluyeron otras frases como que «en lo que se refiere a la resolución, ni España ni Francia han dado, hasta el momento, paso positivo alguno. Al contrario, podríamos hallar semejanzas con la situación que tenían en el momento en que fusilaron a los soldados vascos Txiki y Otaegui». Son afirmaciones demasiado contundentes para pensar que han sido escritas sin que medie alguna razón importante. Los cabecillas agregan que «cuando el proyecto de España que se quiere imponer se encuentra en declive, los herederos del lema “Una, Grande y Libre” quieren mostrar la grandeza de España por la vía de la violencia y de la maldad extrema. Al igual que en aquel 1975, reivindican la venganza hacia los combatientes vascos que tienen presos». Si realmente apostaran por el fin definitivo del terrorismo, no escribirían estas cosas, subrayan los medios consultados.
LA RAZÓN, 14/10/12