La campaña internacional: «el trabajo del siglo»

EL MUNDO 17/06/13

ETA se ufana de incorporar agentes foráneos a su estrategia

«La izquierda abertzale ha realizado el trabajo del siglo para que mediadores y representantes internacionales se impliquen», admite ETA, y después aclara el uso que le quiere seguir dando a esa implicación: «Obligar al enemigo a moverse», «romper el bloqueo de los estados» en «favor de nuestra posición».
La banda se ufana de ello en su último documento interno, cerrado en abril, tras incorporar las aportaciones de sus integrantes, de los presos y de los huidos. El documento tiene como objetivo aclarar cuál va a ser su función tras haber tomado la decisión de dejar de atentar, pero su análisis aporta otros datos.
En primer lugar, transforma su defecto en virtud. Reconoce que se había quedado sin bases sociales, sin referentes políticos e institucionales y con la capacidad muy debilitada de conseguir sus objetivos respecto de la construcción nacional. En esas circunstancias, si hubiera perseverado en la «lucha armada», todos sus logros se habrían visto ensombrecidos por esa obcecación. Así que, según explica, dejó de matar pero después de conseguir muchas cosas con su «estrategia político militar», de las que destaca tres: que todos se han dado cuenta de que el «conflicto» tiene naturaleza política; que se ha aceptado la metodología que ideó, y que ha logrado «colocar el conflicto político en la agenda internacional».
En su versión, ETA olvida cómo ninguneó a los representantes internacionales que la izquierda abertzale le buscó para facilitarle la salida y recuerda con agrado cómo se creó el grupo de la Declaración de Bruselas de Brian Currin; o cómo la presencia internacional de Ayete «aumentó» su «capacidad de interlocución», «fortaleció» la presencia del «conflicto en la agenda internacional» y «remarcó la hoja de ruta de la solución».
Respecto a los verificadores encabezados por Mannikalingam, revela que se presentaron públicamente, «después de contrastar con la organización las directrices de la verificación». Y alardea de que, cuando el Gobierno negó la validez de dicha comisión, ETA lo resolvió «proponiendo una comisión no oficial».
La banda no cuenta cómo los verificadores salieron corriendo por su resistencia a cumplir con su compromiso de desarme y los despacha. Dice que «han cumplido sus objetivos», aunque se presta a «continuar» en un futuro, siempre que se plieguen, que se comporten «dentro de las reglas de juego fijadas».
Esto es el pasado. A partir de ahora, ETA quiere «garantizar que el mensaje se extiende» y anuncia que va a conectar, dentro de Euskadi, con los «agentes favorables al proceso» y fuera con los «agentes internacionales. «Los trabajos diplomáticos adquirirán especial importancia y profundidad», «los contactos serán permanentes» y habrá que utilizar bien los «instrumentos que nos ofrece el ámbito internacional», dice, como forma de «presión». Así, «estamos generando un fuerte desgaste en la legitimidad de los estados y haciendo que nuestra apuesta gane credibilidad», señala. Ha creado la figura del intermediario para llevar a cabo todos esos contactos.
Que negarse a moverse le suponga al Estado un coste político «insoportable», calcula.