Tenía que ocurrir. Ha tenido que intervenir el presidente del PNV en Vizcaya, Iñigo Urkullu, para poner orden y amonestar severamente al socio del Gobierno vasco que se le estaba subiendo, literalmente, a las barbas.
Nadie desde fuera del partido tiene por qué dirigir su política, sentenciaba ayer en su comunicado. Y es que el consejero Azkarraga, cuyo protagonismo es inversamente proporcional a la fuerza electoral que representa, se había permitido entrar en partido ajeno como un elefante en una cacharrería. Así es como lo han visto quienes sostienen que el lehendakari se escuda detrás de sus dos socios minoritarios del Gobierno vasco para defender sus tesis más radicales, cada vez más alejadas de una política de consenso con fuerzas no nacionalistas.
Urkullu ha dado un puñetazo sobre la mesa. Que el consejero de EA se dedique a sus asuntos y a su partido. Que si busca el cuerpo a cuerpo con el presidente del PNV, Imaz, está haciendo seguidismo de los socialistas y de Batasuna, venía a decir. Seguramente con la descalificación del presidente del PNV, este consejero estará favoreciendo indirectamente a los intereses del Partido Socialista. Pero donde le sitúan muchos nacionalistas, como suelen hacer con Egibar, es en el entorno de la izquierda abertzale. Más cerca de Batasuna que de cualquier otro partido, incluido el suyo. Y es que la gente, a base de observar, ya se sabe, se va volviendo muy desconfiada. «¿Quién es Azkarraga para meterse donde no le llaman? ¿Acaso pretende dirigir el PNV desde EA?», se preguntan aquellos jelkides que ven que este consejero se ha convertido en la fuerza de choque del lehendakari, por obra, gracia y consentimiento del propio interesado.
Pero, si pasamos la moviola, y sin ánimo de distraer la responsabilidad del consejero de EA, habrá que reconocer que el campo ya estaba abonado. Que los partidarios de Egibar no descansan ni en fiestas y que el veterano Arzalluz, no hacía ni 48 horas, había declarado que no estaba de acuerdo con nada de lo que estaba haciendo el PNV, salvo la actuación del lehendakari, claro está. Así es que no habría estado de más que Urkullu hubiese leído la cartilla, también, al viejo dirigente de su partido que no acaba de asumir que su tiempo de gloria ya pasó. Urkullu, lamentándose ahora de la deslealtad de los socios minoritarios del PNV en el Gobierno, ha terminado por cantarles las verdades del barquero, sin excesivo miramiento: que tanto EA como la izquierda de Madrazo ostentan mucho más poder del que realmente representan en las urnas. Pues, claro. Y quizás el error de base esté en que el partido le ha dado demasiadas alas al lehendakari. Porque, de lo que no cabe ninguna duda, es de que si el consejero de EA ha salido a descalificar a Imaz, no es para presionar al lehendakari, como dice Urkullu, sino para sacarle la cara.
TONIA ETXARRI, El Correo, 22/8/2007