La catarsis pendiente

FLORENCIO DOMÍNGUEZ, EL CORREO – 04/11/14

Florencio Domínguez
Florencio Domínguez

· Los grandes partidos nacionales, PP y PSOE, esperan la salida de encuestas como quien espera una sentencia condenatoria o un mal pronóstico médico. Y a los partidos medios, como Izquierda Unida o UPyD, los pronósticos demoscópicos tampoco les resultan especialmente favorables porque, sin tener las responsabilidades de gestión que tienen los primeros, no parecen capaces de canalizar el deterioro galopante de los grandes. Los recién llegados de Podemos capitalizan en exclusiva la gran desconfianza social hacia la clase política que ha sido provocada por los escándalos de corrupción.

El conocimiento de episodios de corrupción no es nuevo. Hace muchos años que estallaron casos importantes sin que hasta ahora ese tipo de episodios hubieran tenido repercusión electoral. Valencia o Andalucía, por citar algunos territorios, pueden ser ejemplo de cómo los ciudadanos no han castigado en las urnas graves irregularidades que salpicaban a dirigentes políticos del ámbito autonómico.

La acumulación de casos, sin embargo, ha agotado la paciencia de los ciudadanos que emitieron un primer voto de desconfianza en las elecciones europeas y que parecen dispuestos a seguir en esa línea de castigo a las grandes formaciones, a tenor de lo que apuntan las encuestas y de lo que se percibe socialmente. Recuperar de nuevo esa confianza no será tarea fácil ni siquiera aunque los partidos reaccionen a los escándalos con diligencia y energía, en línea con lo que espera la mayoría de los ciudadanos.

Esas son las circunstancias que llevan a muchos analistas a considerar en crisis el sistema político de la Transición basado en el predominio de los dos grandes partidos nacionales, socialistas y populares, como gestores principales del poder, a veces en solitario o a veces con el apoyo de las formaciones nacionalistas haciendo el papel de partido bisagra.

La situación ha llegado a un punto en el que nadie duda de la necesidad de una catarsis, de un proceso de purificación que acabe con los vicios acumulados. La cuestión es si esa catarsis se podrá llevar mediante un movimiento regeneracionista de los grandes partidos o se optará por el modelo de la explosión descontrolada que acabará a un tiempo con los vicios y las virtudes del sistema. El segundo modelo es el de la Italia de los años 90, el de los procesos de la ‘Tangentopoli’, que acabaron con los dos partidos que habían sido fundamentales desde el final de la Segunda Guerra Mundial, la Democracia Cristiana y los socialistas.

Los dos tenían corrupción a gran escala en su interior y eran merecedores de castigo penal y político, pero su destrucción dejó un espacio libre que fue ocupado por grupos tan poco ejemplares como la Liga Norte, Berlusconi y, más recientemente, por el populismo de Beppe Grillo. Para que la primera opción sea viable, corresponde a los partidos dar el primer paso y adoptar las medidas precisas para recuperar la confianza ciudadana, lo que no va a ser fácil.

FLORENCIO DOMÍNGUEZ, EL CORREO – 04/11/14