JUAN CARLOS GIRAUTA-ABC

  • La educación en España se está convirtiendo en pura propaganda ideológica y sentimentalismo delirante

LA izquierda puede estar satisfecha: gracias a ella tenemos el modelo educativo más clasista desde Carlos III, pues no solo favorece a los privilegiados sino que cronifica la inmovilidad social. La escuela de la igualación ha dejado fuera de servicio el ascensor social. La igualación, por supuesto, es lo contrario de la igualdad como principio de la democracia liberal. La academia ha ido alterando en Occidente ese fundamento hasta trocarlo en su contrario. Por eso los hegemones culturales prefieren hablar de equidad. «Igualdad», en nuestro lenguaje jurídico-político significa igualdad ante la ley y fomento de políticas orientadas a la igualdad de oportunidades. La primera parte puede y debe tomarse en términos absolutos; la segunda consiste en impulsar una tendencia: nunca se logrará, pero merece la pena tenerla presente en las políticas públicas.

¿Por qué les enseñan a los educandos catalanes que hubo una Confederación Catalano-Aragonesa? En primer lugar, se llamaba Corona de Aragón; en segundo lugar, el término «confederación» no existía. ¿Por qué se cita Cataluña en lecciones sobre Prehistoria? El caso catalán tiene miga porque a los disparates habituales del pedagogismo (que ha suplantado a la Educación, o a la Instrucción Pública, que me suena mejor) une la jactanciosa e ilegal discriminación de la lengua española. So capa de proteger un idioma, impera allí el clasismo en su mayor grado: los hijos de las familias pudientes estudian en tres idiomas mientras se garantiza que los demás –inhábiles en castellano y, lo que es más curioso, también en catalán– nunca serán sus competidores. Además, la escuela catalana ha sido y es, junto con los medios de comunicación públicos y privados, herramienta principal de construcción nacional. Lo peor es que ese modelo se está imitando, sin que nadie lo evite, en todas las comunidades con más de una lengua oficial. Y los que solo tienen la española están en trance de inventarse otras. Haber regalado el principal aparato del Estado a los enemigos del Estado es la más grave de las irresponsabilidades en que han incurrido los gobiernos de España, sin excepción.

Más allá del debate sobre la lengua vehicular, la educación en España se está convirtiendo en pura propaganda ideológica y sentimentalismo delirante (matemáticas afectivas). Refuerza la leyenda negra, inocula indigenismo, graba a fuego la ideología de género y ensalza los postulados del nacionalismo de secesión. Todo ello apoyándose en la manipulación sentimental de los alumnos. Ese nuevo moralismo florece en un entorno donde se desacredita el mérito, se desprecia la memoria, se cuela ideología en unos contenidos menguantes, se mata el espíritu competitivo y se desalienta el estudio: a fin de cuentas, se pasa de curso con suspensos. Nunca las clases humildes han tenido menos posibilidades de dar a sus hijos un futuro mejor que el suyo.