Tonia Etxarri-El Correo
Mal ensayo el de ayer en el Congreso de los Diputados para tejer un pacto de Estado y afrontar la emergencia sanitaria y económica que tan duramente nos está castigando. Hoy se iban a ver las caras el presidente y el jefe de la oposición. Ese era el plan de Sánchez. Pero no había contado con Casado. No le llamó. Y Casado se enteró a través de la ministra Montero en televisión. Por eso ha echado el freno a la agenda del presidente.
Consciente de que tiene que acudir a la llamada de Sánchez. Por obligación. Por altura de miras. Por sentido de Estado. Aunque se sienta ignorado e insultado por quien dice que busca una alianza con él.
Pero como cada día tiene su afán, ayer el líder del PP se despachó recordando la moneda con la que los socialistas le han pagado su lealtad (la de haber propiciado la declaración del estado de alarma). Con una retahíla de improperios que no ayudan a rebajar la tensión. «Inútil, indigno, irresponsable, indecente, desleal». No son formas. Salvo que pretenda el objetivo contrario al que predica: que el PP se canse y acabe plantando a Sánchez. Sería una situación propicia para el Gobierno. Seguiría haciendo oposición a la oposición y responsabilizaría a Casado del fracaso. Pero no debería ocurrir. En estos momentos excepcionales se requiere altura de miras.
Por mucho que ayer Pablo Iglesias forzara la escena insistiendo en su intención de tender la mano al PP, su actitud desleal quedó grabada en las redes. Además de su reincidencia en saltarse las cuarentenas, a él le ocupaba el aniversario de la República y el uniforme militar del Rey cuando el saldo de fallecidos superaba las 18.000 personas. La deslealtad con el Estado está afincada en La Moncloa con el vicepresidente segundo, encargado, por cierto, de gestionar las residencias de los abuelos. Eso es lo que tenemos. Sánchez, desbordado desde el minuto uno de la pandemia, debería demostrar que está interesado, de verdad, en ese pacto de Estado. Es cuestión de voluntad. Cuando Zapatero, en la crisis de 2011, necesitó reformar la Constitución para poner límite al gasto público en España, pactó con Rajoy en 10 minutos. Artículo 135.
Casado debería propiciar ese pacto. Sin que eso vaya a significar una mutualización de los daños provocados por la mala gestión del Gobierno. No puede cometer el error de Rivera cuando dejó plantado a Sánchez. Y el presidente tendrá que avenirse a negociar con la oposición. Con mascarilla pero sin mordaza. Sin confundir las críticas con los palos en las ruedas. Por mucho que la cocina del CIS de Tezanos haga preguntas capciosas sobre las críticas al Gobierno y la conveniencia de reducir la información exclusivamente a las fuentes oficiales. Una sugerencia inquietante que recuerda a otros países que amordazan la libertad de expresión. Si somos el primer país del mundo en número de muertos por millón de habitantes, no hay nada de qué presumir. Lo que está sucediendo ahora no puede volver a ocurrir.