Pedro Chacón-El Correo

  • El lehendakari Ardanza sí acudió a la jura del entonces Príncipe Felipe

Cuando el lehendakari Urkullu juró su cargo, rodeado de ertzainas en traje de gala, dijo textualmente: «Tomo posesión y asumo el cargo de lehendakari del Gobierno del País Vasco, así como de la condición de representante ordinario del Estado en su territorio, que cumpliré con lealtad a la Corona y respeto a la Constitución, el Estatuto de Autonomía de Gernika y demás leyes vigentes». Si se creyó las palabras «lealtad» y «respeto», pronunciadas entonces con toda solemnidad, ¿por qué esa espantada ahora, con su no presencia en el juramento de la que, con el tiempo, será la máxima representante de un Estado constitucional garante de las autonomías?

Y en cuanto al partido como tal, si resulta que cuando tuvieron que expresarle al Jefe del Estado su postura en las sucesivas investiduras, la de Feijóo y la de Sánchez, fueron los únicos, de entre los partidos nacionalistas, en acudir a la Zarzuela, donde a Aitor Esteban le recibió un militar, un militar le acompañó a las estancias del Rey y un militar le llevó también hasta la puerta de salida, ¿por qué ahora esa aversión al carácter «cívico-militar» de la jura de la Princesa de Asturias? Se han justificado también en que iba a ser una ceremonia parecida a la de la Hispanidad, a la que por costumbre nunca acuden. O sea, ellos se crean la costumbre de no acudir nunca y luego la invocan como norma de conducta, sin necesidad de respetar los máximos símbolos del Estado en el que ganan elección tras elección. Aparte de que el lehendakari Ardanza sí acudió a la jura del entonces Príncipe Felipe.

Recordemos la cantidad de veces, y últimamente más, en las que el lehendakari Urkullu se enfada y pide respeto ante la postura de los distintos actores sociales (empresarios, ertzainas, sanitarios, jueces, profesores) que no se comportan como él espera. Ha llegado a decir que todos los ciudadanos españoles están obligados a saber que aquí tenemos dos lenguas oficiales. En cambio, él parece no deberle respeto a nadie, ni siquiera a la máxima instancia del Estado -la monarquía- que es justo la que firma su nombramiento como lehendakari.

Una monarquía constitucional que, con la jura de la Princesa Leonor, ha demostrado que tiene el futuro garantizado y, con él, la pervivencia del Estado de derecho en España. La ciudadana Borbón tiene la actitud y las condiciones necesarias para responder al alto papel simbólico que se espera de ella y de colocar de nuevo la institución que representa, tras el episodio aciago del emérito, en la posición de referente cívico y moral que le corresponde. Nuestras autoridades autonómicas, en cambio, no han sabido estar a la altura y han preferido mirar solo por sus votantes en lugar de por todos los ciudadanos vascos, una parte de los cuales nos hemos sentido, por ello, una vez más, profundamente decepcionados.