JUANJO SÁNCHEZ ARRESEIGOR-EL CORREO

  • Ucrania necesita inexorablemente recuperar la península de la que Putin se apoderó de forma ilegal para ganar la guerra

El problema estratégico fundamental en el conflicto ruso-ucraniano consiste en que para ganar definitivamente la guerra Ucrania tiene que recuperar Crimea a toda costa, sin importar los riesgos. Mientras Putin conserve Crimea, domina el Mar Negro y puede cortar las comunicaciones marítimas de Ucrania cuando le plazca, y atacarle simultáneamente desde el norte, el este y el sur. En resumen, mientras Putin conserve Crimea no ha perdido la guerra y cualquier tratado de paz iba a ser mera tregua para reconstruir las fuerzas armadas rusas y atacar de nuevo unos años más tarde.

Ucrania tiene dos opciones: zanjar el conflicto recuperando Crimea o prepararse para una guerra fronteriza que se prolongaría durante años, hasta la siguiente invasión rusa. Por lo tanto, las fuerzas armadas ucranianas deben curtirse en combate recuperando poco a poco los territorios ocupados hasta poder concentrar la mayor parte de sus fuerzas para arrollar las defensas rusas en Crimea, provocar el colapso del frente y ocupar toda la región en unos pocos días, dejando a Putin sin capacidad de reacción ante los hechos consumados. Semejante hazaña está por encima del nivel de habilidad mostrado por los soldados ucranianos a día de hoy, pero no está por encima de su curva de aprendizaje observada, extrapolando a dos años vista.

Hay que tener en cuenta que Putin muchas veces no recibe información verídica del frente porque los mandos intermedios ocultan siempre las malas noticias a sus superiores, quienes a su vez también ocultan las malas noticias a los altos mandos. Por lo tanto, si el ataque ucraniano fuese lo bastante rápido, cuando Putin supiera lo que realmente está pasando no le quedaría margen para disuadir a los ucranianos con un chantaje atómico porque la derrota rusa estaría casi consumada.

Por último, aunque Putin lanzase una bomba atómica sobre Ucrania, aunque arrasase Kiev -la «madre de todas las ciudades rusas» para muchos ultranacionalistas granrusos- e incluso matase a Zelenski, ¿qué pasa a continuación cuando las tropas ucranianas en primera línea, aunque horrorizadas por las noticias, siguieran avanzando? ¿Más bombas? ¿Odesa y Leopolis reducidas a cenizas radioactivas, junto con todos sus habitantes?

Cuando Estados Unidos iba perdiendo en Vietnam, nadie dijo que usarían atómicas contra Vietnam del Norte si no cesaban los ataques del Vietcong. Tampoco la URSS amenazó a Pakistán con el apocalipsis nuclear si no cesaba su apoyo a los guerrilleros afganos ni Gran Bretaña a los argentinos durante la Guerra de las Malvinas. Putin muestra menos escrúpulos porque no razona como un militar, un espía o un estadista, sino como un capo de la mafia. Si la jugada le sale bien, ¿por qué no iba a funcionar en Moldavia, Georgia o incluso Estonia, sea o no sea miembro de la OTAN?

Tomar de un solo golpe Estonia (45.228 kilómetros cuadrados; un poco más pequeña que Aragón) o Letonia y Lituania -unos 65.000 km² cada una- estaría dentro de las capacidades reales mostradas por los ejércitos de Putin en la presente guerra. Por lo tanto, las potencias occidentales, sencillamente, no tienen la opción de ceder al chantaje atómico de Putin. Le estarían dejando abrir una puerta que debe permanecer cerrada para toda la eternidad.

Ucrania podría sobrevivir como nación realmente soberana aunque una o dos de sus ciudades se convirtiesen en nuevas Hiroshimas, con cientos de miles de muertos, sin contar con las víctimas del envenenamiento radioactivo, igual que Japón sobrevivió a Hiroshima y Nagasaki, pero no podría sobrevivir como nación realmente soberana si Putin conserva Crimea. Pero si alguien cree que mi planteamiento es disparatadamente arriesgado, y que no hay más remedio que aceptar una paz de compromiso, Ucrania tendría todavía opciones para recuperar lo que es suyo.

El plan B consistiría en esperar a que Putin atacase de nuevo. Sus probabilidades de éxito serían escasas porque la incapacidad militar rusa no es un accidente, sino el síntoma de la degradación pavorosa del Estado ruso bajo Putin. Por lo tanto, cuanto más tiempo tardase Putin en atacar de nuevo, mayor sería la degradación de sus fuerzas armadas, sin importar programas de rearme o reformas organizativas. Ucrania tendría la oportunidad perfecta para reconquistar Crimea.

Si Putin nunca atacase, quedaría el plan C: esperar a su fallecimiento. Al no existir sucesor designado, ni instituciones ni mecanismo de sucesión alguno, Ucrania podría aprovechar las luchas por la sucesión en su beneficio. Incluso podrían apoyar a alguna de las facciones en liza a cambio de que les devolviesen Crimea sin pegar un tiro. Claro que los chinos probablemente usarían el mismo truco para apoderarse de Siberia Oriental.