Ignacio Marco-Gardoqui-El Correo
Los datos del empleo han sido malos pero, si le soy sincero, los esperaba aún peores. No hay que esforzarse mucho en demostrar lo primero. Ha sido el peor mes de abril de la historia con miles de cotizantes menos, que llevan el total a los 18,4 millones, una cifra absolutamente escasa para sostener nuestras enormes necesidades sociales. Por su parte, el paro sube en 282.891 personas, por aquello de los desajustes mensuales. Si sumamos los datos de los dos últimos meses la situación se ve más clara, es decir mucho peor. Desde el inicio de la pandemia hemos perdido 947.074 cotizantes. Más que los perdidos en todo el año 2012, que fue el del rescate financiero. Dos meses en los que hemos perdido todo el empleo creado en los dos últimos años. La tasa interanual del paro sube un 21%, una cifra que no se veía desde 2009 cuando se derrumbó Lehman Brothers.
¿Por qué le digo que podía haber sido peor? Pues porque se ha demostrado que la figura de los ERTE ha funcionado como presa de embalse, impidiendo que la riada del paro fuese mayor y anegase todo el sistema. La clave está en la ‘T’. Tenemos tres millones y medio de personas amparadas en esa figura que, como sabe, no trabajan pero tampoco computan como parados pues cobran un subsidio del Estado. De momento es una situación temporal. Si lo sigue siendo hasta que termine la pandemia y recuperemos la normalidad, solo habrá que hablar de su coste, pero no de aumentos del paro. Lo malo es que no hagan honor a su nombre y los ERTE pierdan la ‘T’ y se conviertan en ERE, es decir en despidos. Seguro que habrá de esos, pero, ¿cuántos? Ese es el meollo del problema.
Cuando empezó la pandemia priorizamos la salud sobre la economía. A algunos nos cayó la del pulpo, no por poner en cuestión el orden de las prioridades, solo por recordar que era necesario incorporar la variable económica en la ecuación. Bueno, pues ahora que parece que hemos doblegado la famosa curva de la pandemia y que tenemos más o menos controlada su expansión, llega el momento de cuantificar el daño -las cifras del empleo nos ayudan mucho en la tarea- en la economía y empeñarnos en recomponer la situación. La decisión adoptada por el Gobierno de prolongar los ERTE camina en la dirección correcta. Pero el secretario de Estado para el Empleo, Joaquín Pérez, se vanagloriaba ayer de los más de cinco millones de prestaciones pagadas y eso está mal. Hay que vanagloriarse de los empleos que defendemos y salvamos, mucho más que de los parados que atendemos.