A lo largo de la semana se me han cruzado los nombre de Pablo Iglesias y su colaboradora íntima en los tiempos del Parlamento Europeo por más de un motivo. El primero es que Dina Bousselham declaró ente el juez Gª Castellón el pasado lunes, 18 de mayo y que en esa declaración contradijo en aspectos muy relevantes la deposición que ella misma había hecho en marzo de 2019. Uno de ellos, no menor, es que confesó haber hecho un pantallazo de la conversación salaz entre Iglesias y Monedero, en la que el primero contaba sus ensoñaciones de azotar a la periodista Mariló Montero “hasta que sangrase”. Llama la atención este feminismo tan raro de las activistas de Podemos, tan cómplices de los sueños lúbricos de sus machos hacia otras mujeres, aunque esto solo tendría un carácter moral. Lo más grave y que podría constituir materia de delito es que ella había negado la difusión de ese material hasta el lunes pasado y que ambos habían acusado de la propagación al comisario Villarejo, en cuyo poder se encontró la información de marras. Pablo Iglesias se explicó con estas palabras:
“Una de las mayores vergüenzas de nuestra democracia es la existencia de una trama criminal que vincula a policías corruptos a medios de comunicación y a grandes empresarios. Desde aquí voy a reiterar el compromiso de nuestra formación política con la ley con las instituciones y con limpiar nuestra democracia de basura. Como se trata de un procedimiento bajo secreto de sumario entiendan que hoy no puedo decir nada más”.
Otro asunto relevante es que Bousselham recibiera la tarjeta robada de manos de Pablo Iglesias, seis meses después de que este la viera en la sede del Grupo Zeta, en un despacho y mediante un ordenador que le cedió Antonio Asensio, el editor en el mes de enero de 2016. Iglesias no contó a Dina que tenía la tarjeta hasta junio. La moza no revela a la Policía que había recuperado la tarjeta cuando tuvo ocasión para ello “porque no le dio importancia” le dijo al juez el pasado 18 de mayo. Ya aprovechando el viaje también le confesó que Pablo Iglesias le devolvió la tarjeta destrozada, la misma tarjeta que él había recibido en perfectas condiciones de manos de Asensio.
Dina Bousselham se había vuelto a cruzar con Iglesias cuando este le encargó montar y dirigir una publicación web, La última hora!, para difundir bulos contra los adversarios de Podemos. Pablo Iglesias denunció una conjura policial y de las cloacas mediáticas y se personó contra Villarejo a quien acusó de haber difundido la información de la tarjeta que tenía en su poder. Ahora lo procedente sería que el juez tomase declaración al vicesegundo sobre las mentiras que vertió en su declaración de marzo del 19 y sobre las que sustentó su querella como perjudicado por la presunta trama. Anticorrupción ha pedido al juez que retire a este tipo la condición de perjudicado en el caso Tandem y que por tanto lo retire como acusación. Angela Martialay lo cuenta hoy en El Mundo con solvencia, pero hay una cosa clara, cristalina como diría él: La cloaca mayor de nuestra democracia o como quiera que la llamemos es Pablo Iglesias Turrión.