EL MUNDO-JORGE BUSTOS

NOS gustan las series basadas en hechos reales, como Chernobyl, pero nos irrita la política real basada en series de ficción, como las negociaciones para la investidura de Sánchez. Que también resultaron tóxicas. Pero el vertido de desafección que se extenderá por septiembre tampoco es responsabilidad del inquilino de Doñana, o de Quintos de Mora, o de Moncloa, sino de todos nosotros. Porque seguimos esperando de la política actual las cosas que le pedíamos a la política analógica.

Asumamos ya que el móvil inteligente y las redes sociales han invertido las proporciones de la vieja receta. Antes un político se pasaba el 80% del tiempo tomando decisiones y el 20% interpretando un papel; hoy se conforma con que el BOE no le joda los posados. El mejor epitafio del marianismo lo escribió anticipadamente Tajani: «A mí me gusta Mariano, que no habla muchísimo pero hace muchísimo». Es posible que Rajoy ni hiciera ni hablara, pero no hacer ni decir nada ya es una forma de hacer algo, y si lo que no se hace es muchísimo, entonces es muchísimo lo que se hace no haciendo muchísimo, dicho sea como tributo sintáctico al expresidente.

Dos meses después de la declaración de Tajani, a Rajoy le montaron la moción. Y en España solo quedó sitio para este certamen hortera de Míster Relato que llamamos sanchismo y al que solo se puede presentar un candidato. Sánchez con colectivos feministas, Sánchez pasando de Iglesias, Sánchez formando la v de la victoria contra el fuego en Canarias, Sánchez pasando de Iglesias, Sánchez llegando a los postres en la cumbre del G-7, Sánchez pasando de Iglesias. Y en este plan. Ninguna de las fotos que se hace Sánchez 123 se diferencia mucho de las que se hacía Sánchez 84 y no creemos que vaya a diferenciarse de las que se haga Sánchez 137, por asignarle un número de escaños el 10-N. Pero mientras aguanten los Presupuestos de Montoro, la política será el dominio de la cofradía del Santo Relato.

Hay incentivos salariales y reputacionales para que Moncloa y sus innumerables platós (públicos y privados) se hayan convertido en el Hollywood de politólogos de fortuna, esos sorkins comprados en los chinos que saben que la gestión no da réditos a corto y España es un concepto discutible, de manera que se abandona el rumbo fáctico del país a la mecánica sin brillo del funcionariado. Que la mano invisible del Estado mantenga su inercia; y si eso no bastara a la economía, mala suerte para los pobres. De la política solo cabe esperar el penúltimo giro narrativo de la cofradía argumental de Iván el Relator. Y Sánchez pasando de Iglesias.