EDITORIAL EL MUNDO 22/02/14
· El acto protagonizado ayer por la denominada Comisión Internacional de Verificación para tutelar el desarme de ETA sería simplemente irrisorio de no resultar patético, además de un insulto a las víctimas y al sentido común. El portavoz del citado grupo, Ram Manikkalingam, anunció ante un centenar de periodistas de diferentes países su «confianza» en que el «sellado» por parte de la banda terrorista de una «cantidad determinada» de armas y explosivos es «un paso creíble y significativo» hacia la paz. Pero si hay que valorar la capacidad de gestión de esta Comisión por el número de armas supuestamente inutilizadas sólo cabe concluir que estos expertos pacificadores han hecho el ridículo al prestarse a una farsa con la que ETA intenta colgarse la medalla de su propia extinción.
Después de dos años de contactos y negociaciones con los terroristas, la Comisión Internacional apuntaló su mensaje con un vídeo grabado por los terroristas que probaría el desmantelamiento de –y ésta es la medida del esperpento– tres pistolas, un rifle, unas 300 balas, unos detonadores y apenas 15 kilos de explosivos de los más de 1.300 que guarda la banda. De ningún modo nadie, salvo los miembros de esta Comisión, se atrevería a calificar de «arsenal» tan insignificante artillería. Esta de ayer ha sido la representación de un acto de propaganda a favor de ETA, oficiado por unas personas llamadas por ETA para que cumplan su papel de transmisores de la campaña publicitaria elaborada por ETA. Eso es todo. Pero ha sido tan magra la ceremonia y tan escaso su contenido, que sólo quien esté dentro de la órbita de la banda terrorista se atreverá a considerar semejante acto de «paso hacia la paz» o términos similares. Incluso el lehendakari Urkullu, que tiene un interés evidente en que su partido pilote el fin definitivo de la banda, se vio en la necesidad de calificar lo sucedido de «pequeño paso» y poner de manifiesto que esto no tiene «vuelta atrás», cosa que ya sabíamos hace tiempo porque la Guardia Civil y la Policía lo han hecho posible.
En definitiva, ni la Comisión tuvo nunca ningún papel que jugar en la guerra contra el terrorismo que los españoles libramos desde hace décadas, ni puede pretender justificar siquiera su labor de mediación y su viaje y estancia en Bilbao con tan magro balance. ETA ha utilizado al profesor Manikkalingam y compañía para intentar dignificar su derrota dispensándose pequeñas dosis de proyección internacional. Es una lástima que la BBC se preste a ello y asuma, además, el lenguaje de los terroristas. Pero la realidad, después de 829 asesinatos a lo largo de 50 años de crimen y extorsión, es que el único margen que le queda a los terroristas es anunciar su disolución sin condiciones, entregar absolutamente todas sus armas y explosivos a las Fuerzas de Seguridad –no una «determinada parte»– y pedir perdón a sus víctimas y a la sociedad española.
Tanto el PP como el PSOE desdeñaron con firmeza el penoso montaje ofrecido ayer por la Comisión. Como dice acertadamente el ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz, para constatar el final de la banda terrorista no hay más dignos verificadores que la Guardia Civil y la Policía, que seguirán persiguiendo a los terroristas como no han dejado de hacer en todo este tiempo.
EDITORIAL EL MUNDO 22/02/14