Ignacio Camacho-ABC
- La clave de cualquier pacto de Cs con Sánchez ha de ser la congelación de impuestos. No puede conformarse con menos
Aunque lo dijese para meter presión en las negociaciones internas del Gobierno -que ya podrían haber traído resueltas del verano, ¿o es que se enteraron de la pandemia estando de vacaciones?-, Pablo Iglesias está en lo cierto cuando sostiene que sus políticas son incompatibles con las de Ciudadanos. O deberían serlo si Cs conserva alguna identidad del partido que quiso ser. Al PP ni lo menciona el vicepresidente porque da por sobrentendido que no hay caso, aspecto en el que se muestra más sincero que un Sánchez empeñado en perder tiempo con escenificaciones de desacuerdos palmarios sobre las que estructurar el argumento de su dichoso «relato». Por tanto, y sentada la premisa de que Casado no se avendrá a compartir
con Podemos ningún pacto presupuestario, la cuestión clave consiste en saber si Inés Arrimadas podrá negociar alguna contrapartida con la que torcerle el brazo a quien se proclama su antagonista empecinado. Una contrapartida esencial, potente, de rango suficiente para justificar ante los electores que le quedan el arriesgado paso de meterse en la jaula de sus adversarios.
Y ésa no puede ser otra mejor que la congelación de los impuestos. De todos, incluidos el de sociedades, el IVA y el IRPF, que son los que mayor esfuerzo exigen al contribuyente medio. Si a un partido liberal le sobran siempre razones para aflojar la presión fiscal que dificulta la inversión, penaliza el empleo, encoge el consumo, impide el ahorro y desmotiva el esfuerzo, cuánto más en unas circunstancias en que la economía amenaza colapso completo. Para gastar -ayer Iglesias repetía en la tele el verbo con el arrebato de un yonki del derroche- ya cuenta el Estado con los fondos del socorro europeo; en este momento los españoles necesitan más que nunca mantener su dinero a salvo de la voracidad exactiva del Gobierno. Si Cs pretende mostrar su utilidad no puede conformarse con menos; aceptar migajas simbólicas lo rebajaría a simple pieza de repuesto para sacar al bloque Frankenstein de un aprieto. Arrimadas ha de apostar fuerte una vez que parece dispuesta al peligroso juego de sentarse a la mesa de un tahúr experto. Necesita dejar su impronta en una rectificación sustancial del proyecto, una compensación incontestable con la que nadie pueda cuestionar su éxito.
La líder naranja va a poner a prueba el alcance de su inteligencia estratégica. Aproximarse a la coalición de izquierdas -aquella «banda» que decía Rivera- para hacerle de muleta a cambio de formular leves retoques cosméticos a las cuentas no merece la pena. Sánchez, que sólo está atento a los cuadros de situación, la busca para aislar a la derecha y es ella la que debe aprovechar esa oportunidad y hacerse valer con una demostración de fuerza que obtenga ventajas objetivas para las clases medias. La política da muchas vueltas, pero quizá no vuelva a disponer de una baza como ésta.